General, Opinión y Noticias Externas — 9 junio, 2008 at 11:27 am

Las últimas andanzas del «Subcoyote» Alberto Ruz Bonfil

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Sin duda que el subcoyote Alberto Ruz Bonfil es una de esas «tecnologías» censuradas por los medios de comunicación, una leyenda viva del movimiento hippie-alternativo sin la cual no se entiende una parte de las cosas que han pasado en América Latina en las últimas décadas. El resurgir del calendario maya, el indigenismo y el movimiento de las ecoaldeas tienen mucha relación con la inigualable vida de este nómada moderno al frente de la Caravana Arcoiris al que, si no me equivoco, tendremos el honor de recibir en España este verano (os avisaré de las convocatorias). El fue quien descubrió la tumba de Pacal Votan en Palenque cuando apenas era un niño y ayudaba  a su padre, el  arqueólogo del  mismo nombre, Alberto Ruz.
Sólo por poneos en antecedentes, lleva 3 años trabajando al lado de Gilberto Gil en el Ministerio de Cultura brasileño activando comunidades indígenas y urbanas junto a otras leyendas como el soriano Pablo Bedmar. Estos son sus últimos movimientos.

Peregrinaje a las Cuatro Direcciones

COMUNICADO del Subcoyote Alberto Ruz
Recife, Pernambuco, Mayo del 2008

 

Fue solamente en medio de un vuelo, el día 14 de abril, entre São Paulo y el DF, que me cayó el veinte de que estaba iniciando, sin antes darme cuenta, un peregrinaje sin igual, que me llevaría en menos de una luna de duración, a las cuatro direcciones de la Pachamama, con el propósito de contribuir a crear puentes-arcoiris entre cuatro grandes centros de poder, cada uno un santuario de una de las cuatro culturas madre en el planeta.

Asumido desde hace varias décadas como un chaski, un chakaruna, mensajero o ser puente entre pueblos y naciones, me di cuenta que la vida me estaba poniendo en frente, sin haberlo antes previsto o realizado, el reto, el honor y la responsabilidad de realizar cuatro ceremonias en cuatro sitios de poder, lugares magikos, en las que el énfasis principal era la co-creación de una cultura cada vez más planetaria y ecuménica de paz, visión y misión que viene guiando mis pasos desde ya hace una veintena de anos.

Después de pasar tres años en Brasil, dos de ellos colaborando con el Ministerio de la Cultura en el fortalecimiento de una red biorregional y nacional de “puntos de cultura viva” tradicional y emergente, viajar por diez estados y de una frontera a otra de este sub-continente brasileiro, y habiendo visitado más de setenta comunidades rurales y urbanas, afro descendentes, indígenas, permaculturales, favelas, barrios y capitales, la Caravana Arcoiris por la Paz se encontraba a mediados de abril, a punto de cerrar nuestro ciclo de trabajo, precisa y sincrónicamente en Olinda, capital cultural del estado de Pernambuco, a su vez corazón espiritual del nordeste brasileño.

El cierre de ciclo fue planeado como una celebración de una semana de actividades con los distintos puntos carnavalescos de Pernambuco, y con una gran fiesta de dos días en nuestra “Aldea temporal de Paz”, a ser montada en la céntrica e histórica Praça do Carmo. Esta es una linda, pequeña y magika ciudad colonial de Olinda, a la que convidamos a la mayor parte de los grupos afro-brasileños que son el bastión que sostiene la tradición y la identidad étnico-cultural y religiosa de los descendientes de los esclavos y príncipes africanos que desembarcaron en las costas americanas entre los siglos XVI y XIX.

La ceremonia de cierre fue planeada como la culminación de una serie de encuentros, rituales, fiestas, talleres y presentaciones que estuvimos realizando los últimos dos meses con las comunidades de las naciones Xambá, del Coco de Umbigada, Alafim oyó, preservadoras de manifestaciones como el maracatu, la ciranda, el afoché, las danzas de caboclino y serpiente marina, focos de resistencia de los terreiros o templos de candomblé y umbanda, dos expresiones religiosas mas o menos sincréticas, que sirven como “pega” para mantener la identidad y unidad de los quilombos urbanos que mantienen su resistencia cultural desde los tiempos de la esclavitud en Brasil, hasta nuestros días.

Y junto con ellos, juntar también en la roda de toreh, la danza circular sagrada de despedida, a los representantes de los locales pueblos indígenas Funé, del grupo Fetxha, que con sus maracás, atabaques y flautas marcaban el paso y el ritmo de nuestra unión sin fronteras. La ceremonia tendría lugar en la tarde-noche del 27 de abril del 2008.

El fuego del corazón de la Aldea y del circulo, encendido y mantenido por mi compañera Verónica, y en torno a ese fuego latiendo fuerte, guerreros y mães e pais de santo, sacerdotisas de las naciones afro-brasileras, de la nación arcoiris y piajes de la cultura Funé, indígena, se unieron en un solo batir, un solo ritmo y un solo corazón, en el sitio de poder donde el corazón negro de Olinda, simbolizando con ello la siembra de las semillas del arcoiris, con la bendición de Oxumaré, orixá del Arcoiris y de los demás orixás del panteón afro, fortaleciendo con gran AXE, la unión en diversidad de los pueblos hijos e hijas del maíz preto-negro, uno de los cuatro colores con los que los primeros y primeras diosas, crearon a la humanidad.

Me encontraba pues volando el día 14 de abril rumbo al DF, para una breve pero significativa parada en las tierras del Anahuac, adonde fui convocado para participar en una marcha silenciosa para pedir permiso a los guardianes y guardianas de las tradiciones mexica-azteca-tolteca-chichimeca. En una discreta ceremonia que se llevaría a cabo en el corazón sagrado de la Gran Tenochtitlan, hoy Distrito Federal de México, en el bosque de Chapultepec, a las orillas de los estanques del tlatoani-guerrero-poeta Netzahualcóyotl, y a los pies del viejo y los nuevos Sargentos-ahuehuetes, mudos vigilantes del acontecer histórico de los pueblos del altiplano mexica.

Conducía la marcha, cuando llegué al Bosque, mi compadre el taita Antonio Velasco Piña, depositario a su vez del legado de Regina, abriendo y limpiando el camino con la ayuda de varias sahumadoras y caracoleras, y quien había sido conminado para realizar esa ceremonia, para solicitar permiso y bendiciones para iniciar un peregrinaje. Este histórico evento, que fui honrado a acompañarlo, tuvo como motivo principal el de juntos, mi compadre y yo, contribuir a consolidar un puente arcoirico entre Tenochtitlán y el Monte Fuji-san, en el legendario, enigmático pais de los samuráis, los shogun y las geishas: Nipón, Japón, el archipiélago japonés en medio de los mares de oriente, cuna de los hijos e hijas del Sol naciente.

Con mi hijo Odin y re-encontrándome con nuestras dos compañeras de viaje, Chieko y Mónika entre otras personas, caminamos junto al grupo, ofreciendo copal, velas y flores a los altares naturales, honrando a los cadetes que cayeron en la defensa de la nación mexicana, conectando en silencio con el espíritu invisible de los grandes jefes que crearon la nación azteca-tlaltelolca entre los siglos XII y XIII, e invocando la figura de Regina y de los mártires de la masacre de la Plaza de Tlaltelolco, el inolvidable y trágico día del 2 de octubre de 1968.

Terminada la marcha, nos dirigimos a la casa de Alumnos 30, hogar de la familia Velasco-Piña, donde viven hasta la fecha la madre y hermana del taita Antonio, y adonde por pequeños grupos, los participantes fueron entrando al cuartito donde Regina vivió los meses previos a su sacrificio. Este sitio, sencillo y humilde, se ha convertido en un santuario donde se celebra la unión espiritual entre el pueblo meshica y el pueblo tibetano. Odin y yo acompañamos esos momentos de recogimiento con el batir de un tambor tarahumara, y al terminar, dimos por concluida esa pequeña gesta, que nos permitía iniciar el peregrinaje hacia la Tierra del Sol naciente. El segundo fuego sagrado había sido prendido, y un invisible puente arcoírico circunpolar comenzaba con ello a manifestarse. Los pueblos hijos del maíz colorado, rojo, estábamos tendiendo nuestras redes invisibles hacia los demás pueblos de la tierra.

Conocer el Japón había sido un sueño que llevaba guardado en lo mas escondido de mi ser desde mi más lejana infancia, y que solo ahora, con 62 años de edad, podía finalmente cumplir.

En esa etapa de mi vida, a los cuentos de los dragones y guerreros de un pais con nombres de personajes y lugares pronunciados con sonidos casi guturales, y escritos en caracteres incomprensibles, se fueron sumando conforme fui creciendo, los guiones y las imágenes de las películas de quien consideré como uno de mis grandes maestros, un verdadero genio y el legendario y más reconocido director japonés en la cinematografía mundial, el incomparable Akira Kurosawa.

Después de Kurosawa, fueron las novelas de ficción-histórica, que siguieron inspirándome con las gestas de los grandes samuráis y shogunes de las varias dinastías de gobernantes japoneses, y de quienes copiaba las maneras de caminar, de combatir, de llevarme por el mundo, sintiéndome un desplazado guerrero oriental, nacido en un lugar y en un tiempo equivocado.

Más adelante fueron las películas clásicas del erotismo japonés que hicieron bullir mi sangre, La Mujer de Arena, El Imperio de los Espíritus, Pillowbook, y que crearon mi fijación en esas mujeres orientales que dominan como ciencia, las artes del amor en esa cultura milenaria. E incluso la gran producción hollywodense Del Ultimo Samurai, mantuvo viva esa llama de atracción hacia al pueblo japonés en mi, esperando el momento de poderla vivenciar algún día.

Hubo un momento durante mi vida, cuando habitaba en California, que pasé casi un año vistiendo como ese samurai vagabundo que encarnaba Toshiro Mifune en los filmes de Kurosawa, con el pelo atado en una coleta, con una yukata rosa, mis botas de piel de ante y con un sable en mi cinto, mientras mi compañera de ese tiempo, Mercedes, convertida en la geisha de mis fantasías, con su kimono usado, conseguido en una tienda de segunda de San Francisco, me preparaba ceremonialmente el té, sentados en un tatame, en el piso del tipi en el que vivíamos en una comunidad hippie en el norte de ese estado norteamericano donde la locura, la fantasía, la realidad y la ecotopía se funden en una misma realidad.

El día 18, acompañados de nuestras dos guías japonés-mexicanas, Cheiko y Monika, Toño y yo volábamos del DF a Vancouver, BC, y de ahí seguíamos la ruta del sol poniente, para dirigirnos al primer sitio de nuestro peregrinaje: el aeropuerto de Narita, y para ahí ser recibidos por una comitiva para acompañarnos en esa primera noche al Kurimoto Earth Village, una comunidad y centro de producción agroecológica, fundado por el Sr. Sato-san, para primero darnos un baño ceremonial en onzen, las aguas termales tradicionales del Japón, y de ahí ser conducidos a una mesa donde docenas de platos que nunca antes había visto, nos esperaban para nuestro banquete de bienvenida.

Los siguientes siete días y noches, fueron una de las semanas más intensas, mágicas y maravillosas de mi vida, una existencia en que nunca han faltado precisamente ninguna de esas cualidades.

Toño y yo, con nuestra comitiva siempre presente y atenta, fuimos conducidos literalmente de la mano, para ir pasando las cuentas de un verdadero rosario de ceremonias, desde el primer amanecer en el domo de Kurimoto, ante un lindo altar de flores dedicados a la memoria de Regina, donde hicimos nuestro primer contacto con las formas tradicionales y religiosas del Japón milenario, y a las que fuimos convidados también a compartir nuestras propias manifestaciones, para hermanarlas con las de nuestros encantadores y amables anfitriones.

Hacer un recuento detallado de cada día que pasamos en Japón, daría para escribir un pequeño libro, que en el contexto de este comunicado, seria seguramente intolerable para la mayor parte de ustedes, mis amig@s, compadres, comadres y caminantes que nos seguimos las pistas desde hace muchos giros del sol y de la luna.

Baste entonces un breve recorrido y algunos comentarios, para esta primera historia, y que quede lo demás para quienes quieran saber más, para próximos comunicados tan solo de esta parte del peregrinaje.

Recorrimos en esa semana, a bordo de una moderna van y dos camionetas, acompañados de una comitiva de trece personas, más de 1200 Km. a lo largo y ancho de las islas de Honshu, la mayor del archipiélago y de Shikoku. Atravesamos varias provincias y nos detuvimos en las ciudades de Tokyo, Nara, Osaka, Kyoto y Kagawa.

Hicimos ceremonias en las faldas nevadas del Monte Fuji-san, principal y milenario guardián del Japón, para celebrar la unión de nuestros volcanes sagrados de las Américas con los de las islas del lejano Oriente. Visitamos las maravillosas cascadas de Shiraito, (sitio de los hilos blancos) con sus aguas pintadas de arcoiris, con el Fuji-san en el horizonte y pasamos una noche en el santuario de Shiznoka Kawane, (Casa de los Padres) en un sitio llamado las raíces del río, hospedados por su guardiana, Mayumi-san y sus dos encantadoras hijas Yurika y Sarika.

Nos detuvimos para un picnic en las orillas de los lagos Motozú (casa original) y Hamana, y visitamos ceremonialmente los templos de sintoístas Kurama mountain y el santuario centenario de Kifune (barco de los placeres). Pidiendo permiso en cada estación, tocando las campanas, bendiciéndonos con las aguas de sus fuentes sagradas, saludando y agradeciendo con genuflexiones y Arigatos cada una de esas pausas en el peregrinaje que realizábamos con gran devoción de parte de todos nuestros acompañantes.

Cada noche, antes o después de las copiosas cenas, pasábamos una hora o hora y media en los onzens, aprendiendo de la sutil etiqueta que acompaña la ceremonia del baño tradicional entre el pueblo japonés. La primera ducha, los estanques de aguas termales, la sauna de vapor, el estanque de aguas frías, y las duchas personales, con sus banquitos, sus shampus, sus gels para restregar con cuidado y delicadeza cada una de las partes del cuerpo. Hombres y mujeres en salas separadas.

Pasamos largas horas en el palacio Nijohjoh, sede de los grandes shogunes y los samuráis en Kyoto, y en el espectacular, impresionante templo Tohdaiji de Nara, Gran templo del Este, para contemplar con las bocas abiertas los gigantescos Budas, sus feroces guardianes y sus acompañantes, entre ellos la diosa de la misericordia Kan-Non, fuerza divina femenina, hija de Tara.

Recorrimos alucinados las calzadas bordeadas de nichos de piedra con veladoras y figuras de ciervos, que nos llevaron al santuario de Kasuga (Sol de primavera), y a las ruinas de la antigua capital Heijo y el templo budista Kouyuji (amplio arrozal de la prosperidad) donde se encuentran docenas de imágenes de Buda y de las deidades del Botisatva, el Buda de la misericordia, Avalokiteswara, donde los dos invitados mexicanos recibimos nuestras yukatas tradicionales, de manos de nuestra gran anfitriona, Suga-san, gran arquitecta y principal productora de todo nuestro peregrinaje, y directora de las reconocidas escuelas de danza Izanai.

En el templo donde las fuerzas duales femenina y masculina coinciden, Izanami e Izanaji, el bajo mundo y el cielo, mi compadre Toño realizo una ceremonia para entregar a Suga-san la palabra de Regina, y concederle el derecho a producir una nueva versión del musical de Regina, que la talentosa directora, con sus espectaculares hijos y danzantes, Yuichiro y Shinnonsuke, intentará montar en los próximos meses.

En Kyoto, fuimos alojados por una familia del antiguo clan de los Kumiko Matsukawa, en una típica casita de madera, donde dormimos por tres noches, en nuestros impecables futones, sobre los tatames de nuestro cuarto. Cada mañana, antes de emprender nuestros paseos, nuestra grácil y encantadora anfitriona Kumiko-san nos esperaba con un desayuno de productos crecidos por su esposo en los campos familiares, como se acostumbra en casi todas los jardines, huertos del campo y de las orillas de las ciudades del Japón.

En la isla de Shikoku, pasamos un día viajando por sus colinas, laderas, bosques espectaculares, para llegar hasta el Monte Tsurugi, (monte de la espada), para ascenderlo en un funicular, y después caminar por un monte de nieblas, bajo una llovizna helada, hasta el sitio donde nacen las aguas, para hacer una pequeña ceremonia de agradecimiento a la fuente principal de la vida. El espectáculo, con laderas nevadas, árboles secos, musgo, niebla, parecía salido de un cuadro de alguno de los grandes maestros del arte japonés, y fue sin duda uno de los momentos más emotivos de nuestro peregrinaje, a pesar del frío y de la humedad.

Como nuestra contrapartida a todas estas innumerables atenciones, y como muestra de agradecimiento a su generosidad y regalos, que nos abrumaban cada día, mi compadre y yo teníamos programadas tres charlas y audiovisuales en el Japón, organizados por las distintas agrupaciones que nos invitaron a este peregrinaje: 000Plenum Activation Federation, la Global Univer-City, coordenadas por Mayumi-san; el Global Human Bridge Center y la Global School, coordenadas por Kazo-san, y las escuelas de danza Izanai, de la señora Suga-san.

La primera serie de nuestras charlas, antecedidas por excelentes presentaciones de danza de la escuela Izanai, con Suga-san y sus dos hijos, tuvo lugar en el corazón de Tokyo, en el Ginda center (Asiento de plata), la segunda en Osaka, en el teatro ERU-Osaka-Temambashi (Puente de realización celestial), y la tercera en el domo del grandioso hotel Reoma de Mori, donde fuimos hospedados las tres ultimas noches de nuestra estancia en el Japón.

Los temas de nuestras presentaciones, en el caso del taita Toño, fueron los antecedentes históricos del 68 en el mundo entero, del significado de ese año de cambios planetarios, y los pasos que dieron lugar al 68 mexicano, el papel de Regina, las grandes ceremonias y marchas del silencio que anunciaron el despertar de la conciencia de Meshico, y el sacrificio y masacre del 2 de octubre. También nos habló de las repercusiones que esos eventos tuvieron y tienen hasta nuestros días.

En mi caso, realicé tres charlas diferentes. Una con el tema de la historia del Pueblo Maya, de ayer, hoy y mañana, incluyendo al movimiento zapatista y las grandes ceremonias de reapertura de sus centros ceremoniales, como dos manifestaciones contemporáneas de de fuerza de resistencia social y espiritual que está surgiendo en México, específicamente en la zona Maya, y que se ha ido extendiendo como fuego de pradera por muchas regiones de las Américas y del planeta.

La segunda presentación audiovisual también, tuvo como foco el despertar de la conciencia femenina, de las sacerdotisas-guerreras, de las energías de sanación de la Tierra, y del papel de las mujeres en ese proceso, tomando a Regina como el arquetipo de la nueva mujer de estos tiempos, y con ejemplos de diversos movimientos que atestiguan ese despertar en el mundo. Incluyendo las eco-comunidades y las luchas ecológicas por doquier.

En la tercera, conté historias y las ilustré con testimonios fotográficos, de los diferentes movimientos sociales y espirituales que están surgiendo desde los años 90´s en las Américas, especialmente vinculados a los pueblos indígenas, y a la conciencia y profecía de los guerreros del arcoiris, y del papel profético-real que la Caravana Arcoiris por la Paz está llevando a cabo en su peregrinaje de ya 13 años, a través de 17 países de las Américas, y actualmente en el Brasil desde el 2005.

Para esta tercera ocasión, Suga-san nos tenía preparada una hermosa sorpresa. En el gran domo del hotel Reoma, desde temprano se habían dado cita más de trescientos danzantes provenientes de las cinco ciudades donde se encuentran las sedes de su escuela de danza Izanai, para presentarnos durante toda la mañana, cerca de 20 espectaculares coreografías de danza, integrando los más diferentes géneros, tradicionales japoneses y modernos. Para agazajarnos y mostrarnos esa síntesis artística tan original, que es ya la reconocida y respetada “marca registrada” de la escuela de nuestra talentosa anfitriona.

Chicos y chicas de todas las edades, vestidos impecablemente con trajes tradicionales del Japón, cada grupo con colores diferentes, nos mostraron lo que han aprendido en esa escuela, donde no solo integran estilos de danza diferentes, sino que mantienen una alta calidad espiritual, que acabamos aplaudiendo y ovacionando, especialmente entre los grupos más avanzados, y que acabaron emocionándonos hasta las lágrimas, con una coreografía de unos 40 o 50 chiquitines, en un numero de hip-hop súper contemporáneo, pero con una temática totalmente ecologista y espiritual, y que tienen como nombre “Los niños del Arcoiris.”

Finalmente, para cerrar este ciclo de peregrinajes, convoqué para un círculo final, la noche del 27 de abril, en sincronía con la roda de cierre de la Aldea de Paz en Olinda, para compartir con nuestros trece acompañantes, una ceremonia de mi pipa sagrada, ese instrumento de poder que me fue entregado en el año 1988 por un Consejo de Abuelas de las Américas en Chichén Itzá, y que solo prendo en ocasiones muy especiales. Esta, sin duda lo era.

Sellamos pues con esta hermandad a través del rezo, la oración y del tabaco, a la manera de los antepasados, agradeciendo a todos los elementales, a los guías de todos los tiempos, a los guardianes de todas las tradiciones, por bendecirnos con tantos regalos a lo largo de este peregrinaje sagrado. Por la hermandad espiritual y afectiva que se creo entre todos nosotros, y que cerré con una rueda de abrazos que acabo por diluir hasta los más leves restos de “formalidad” y protocolo, para encontrarnos como hermanos y hermanas, más allá de las diferencias culturales y de las mismas tradiciones. Gente de una nueva humanidad, la humanidad arcoiris. El tercer fuego, puente con los hijos e hijas del maíz amarillo, se había sin duda prendido en esa noche tan especial y emotiva.

Un día después, estábamos volando desde el aeropuerto de Takamatsu al de Narita, despedidos con más regalos por todos nuestros increíbles anfitriones, hermanos y hermanas de este maravilloso pueblo, ejemplo del respeto, el orden y la conciencia espiritual, para de ahí reemprender el vuelo al DF, vía Vancouver, como a nuestra ida. Dandonos a Tono y a mi una última oportunidad para recapitular, evaluar, comentar, analizar cada uno de los pasos de nuestro inolvidable aventura y de este singular peregrinaje.

Sin tiempo de respirar, pocas horas después del arribo al DF, emprendía de nuevo otro vuelo, esta vez para São Paulo, y de ahí para Recife, para dejar algunas cosas, reencontrarme con Verónica, y a la mañana siguiente, emprender la cuarta parte d esta odisea, esta vez con dirección a Europa, a Londres, adonde ya nos estaba esperando un acompañante, Mark Elmy, para llevarnos del aeropuerto a la ciudad mítica de Glastonbury.

Glastonbury es el corazón de Avalon, el reino de Morgana y Merlín, el último enclave de resistencia de la Antigua Religión, esa que fue llamada y perseguida como pagana, religión de la Madre, de las Diosas, de las sacerdotisas y las brujas de ayer y de siempre. Llegamos justo el día dos de mayo, víspera de las celebraciones del encendido de los Fuegos de Beltane, esa fiesta pagana en la que de nuevo los seres de los bosques, los hobbits, los entes, los orcos, los elfos, las hadas, los duendes, los gnomos y los magos vuelven a salir de las nieblas, para hacerse presentes y recordar al mundo que la antigua cultura celta, y sus guardianes los druidas, no han todavía desaparecido de la faz de la tierra.

Verónica y yo llegábamos como invitados especiales a un evento que por tercera vez se reunía en estas mismas tierras. “El Festival Dreamtime 2012”, que este año intentaba salirse del esquema “maya” de los anteriores, para hacerse más continental, y abarcar a otras voces de los pueblos de las Américas. Voces de Abya Yala, de los ancianos y de los nuevos chaskis y chakarunas de esas tierras.

Ya en el año 1998 o 1999, yo había participado de uno de esos festivales. Pero se habían interrumpido, pues sus organizadores habían dejado las tierras de Albión, para crear su sede en el sur de Hispania. Ahora, casi 10 años más tarde, lo intentaban de nuevo, y me convidaban, y conmigo a Verónica, para llevarles noticias de los acontecimientos más importantes que están marcando los nuevos capítulos del acontecer histórico de las Américas.

En las anteriores ocasiones, el evento habia atraído a figuras como José y Lloydine Arguelles, Aluna Joy, Mary Jenkings, y en esta ocasión, los principales ceremoniantes y conferencistas éramos el Chief Sonne de la nación yaqui; Lionfire, gran conocedor de toda la literatura relacionada con el año profético 2012; los coordinadores ingleses Mikhail y Patrícia Mercier, un grupo de músicos andinos; Verónica, llevando la voz de los Andes; y yo como ser puente, intentando unir las profecías y los eventos sociales que mayor impacto han tenido en las últimas décadas en el Nuevo Continente. Y el papel que la Caravana Arcoiris ha tenido por un ciclo de 13 años, en la elaboración de este gran tejido multicolor que simboliza el despertar de los pueblos de Abya Yala.

Por tres días, en el Assembly Room, una sala de un antiguo edificio y monumento histórico en el corazón de Glastonbury, en las mañanas y en las tardes, unas cincuentena de personas nos reunimos para seis sesiones intensas de conferencias, audiovisuales y ceremonias. Una de las noches, fue programada para poder también disfrutar de la música andina y latinoamericana y sus danzas.

Compartimos cada uno lo mejor de si mismo, de sus experiencias y sus conocimientos. Nos nutrimos, uno y outro, del saber de los demás. Levantamos un maravilloso y poderoso altar en el centro de la sala, que mantuvo encendido nuestro fuego interno, y fue el receptáculo de todos nuestros objetos mágicos. Calaveras de jade china, de cristal mayas, pipas ceremoniales indo-americanas, caracolas tibetanas e indús, plumas y cristales, la efigie de Kuan Yin, para simbolizar la fuerza femenina, sonajas, velas de los siete colores, agua sagrada de la fuente del Cáliz, en fin, toda esa parafernalia que se ha vuelto parte de nuestros respectivas “bolsas de medicina” y que nos acompañan a todas las ceremonias.

Banderas de los clanes y escuelas místicas presentes, fotos de mestres del saber de los mayas y de eventos pasados y la wipala de los Andes, cubrían todas las paredes, y fue así que, en la semi-penumbra de la sala, logramos crear una burbuja mágica, fuera del tiempo, donde conseguimos bajar de la mente a nuestros corazones, parar los diálogos internos, abrirnos a nuevas experiencias y a dinámicas de unificación, propias de los rituales que acomunan a la humanidad en todos los tiempos y en todas sus culturas. Danzas circulares y cantos de poder. Invocaciones y rezos. Charlas amenas, conferencias eruditas y enseñanzas de vida. Un poco de todo. Alimento para la mente, el cuerpo, para el corazón y para el espíritu.

Encuentro de los herederos de las culturas rojas de Abya Yala, hijos del águila, el quetzal y el cóndor, y los de los pueblos celtas del Norte, hijos e hijas del cuervo y del maíz blanco. Fiestas de Beltane en los montes, bosques y sitios de poder de Avalon, y construcción de las bases de un puente espiritual entre las tierras del antiguo imperio británico y las tierras de los antiguos imperios americanos. Caminando viejas y nuevas profecías, y aprendiendo del pasado, para sabernos hijos todos del mismo padre y de la misma madre, el Sol y la Tierra, y para no tener que volver a sufrir las consecuencias de ser dominados por ningún tipo de imperio, especialmente del imperio global que intenta hoy en día, acabar con la diversidad natural y cultural del planeta.

Uma vez más, como en muchas otras celebraciones y encuentros, tanto la ceremonia de apertura como la el cierre, nos correspondió convocarlas a nosotros, los embajadores de la Nación del Arcoiris. Para la primera, pedí a seis personas que cada una asumiera un elemento y una dirección, para realizar la invocación a los cuatro vientos, el corazón de la tierra y del sol, y el sitio donde todas las direcciones convergen en un mismo corazón arcoírico, con palabras, expresiones y voces todas diferentes. Para de entrada crear un sentido de unión, sincretismo e inclusión entre todos los presentes, y para romper con cualquier indicio de esas actitudes fundamentalistas y protagonismos, que aun entre nosotros aparecen en cuanto nos descuidamos.

Para el cierre, tres días después, tuvimos un cruce de nuestras dos pipas, la del Chief Sonne y la mía, para simbolizar la unión de los pueblos del norte y del sur, y para bendecir a todos los presentes con el copal prendido en el sahumerio de Verónica, y con el tabaco y knikekike de nuestras dos chanupas. Y para agradecer de nuevo, por todos los momentos mágicos. Por todo lo compartido. Por la oportunidad brindada por nuestros anfitriones para juntarnos de nuevo. Por la posibilidad de unirnos en nuestras diferencias. Por lograr trascender siglos de separatividad y volver a re-encontrarnos, con gran respeto, reconocimiento y agradecimiento, precisamente porque siguen existiendo todas esas diferencias.

El humo se llevó nuestras peticiones. No se si para contribuir a la contaminación global, o si para elevarlas al gran Misterio. Quisiera creer que para lo segundo. Quisiera creer que nada de lo hecho es superfluo, innecesario, y que algunas semillas fueron sembradas, que espero un día, se conviertan en flores, en campos de vegetales orgánicos, en bosques y florestas.

Nos faltaba tan solo salir de la sala cerrada y llevar la ceremonia a los sítios sagrados de las antiguas tierras de Avalon. Antes que las nieblas volvieran a cerrarse por otro año, hasta el encendido de los próximos fuegos de Beltane.

Fueron escogidos dos sitios celtas de poder. La primera noche, encendimos una hoguera en las faldas del cerro que se encuentra coronado por el Thor, ese edificio que se eleva como un faro espiritual entre las llanuras y colinas que curcundan los alrededores de Glastonbury. Había un viento y un frío glacial. Las ofrendas que se habían preparado para el abuelo fuego y la madre tierra, estaban listas para ser entregadas a los elementales. Levantamos con cierta dificultad de nuevo cantos y danzas para calmar el frío, y poco a poco, el espíritu se hizo presente y la magia se apoderó del círculo para acallar la mente, los lamentos, las incomodidades. En un agujero preparado especialmente para ello, fuimos depositando nuestras ofrendas, y en la cabidad, vientre de la Madre, quedaron enterrardos sus regalos: alimentos, tabaco, chocolate, bebida, dulces y frutas. Una vez esa parte de la ceremonia concluida, pasamos a ofrendarle al abuelo fuego, a quien se le entregaron la otra parte de nuestras deliciosas ofrendas.

Fue un momento especial y memorable. Las nieblas cubrían la ciudad, y nos encontrábamos de improvisto, como en la isla legendaria de Avalon. Al terminar los ritos, subimos ya casi al anochecer al Thor, para hacer sonar las caracolas, un toque en cada uno de sus ángulos, y el quinto, en el interior de la torre, bajo la cupula milenaria, tanto del edificio como del firmamento. Los espíritus antiguos se hicieron presentes, para darnos sus señales a los nuevos druidas que estamos aprendiendo a levantar y despertar los antiguos centros de poder. Es una buena tarea. Seguiremos en ella.

Y así, en menos de un mes, estábamos ya prendiendo una cuarta hoguera, completando con ello el círculo de las cuatro direcciones, los cuatro vientos, las cuatro humanidades, hijas de los cuatro maíces originales. Los primeros y las primeras diosas podían estar satisfechas, habíamos cumplido con las tareas encomendadas. Sin habernoslo propuesto, guiados por la mano de la intuición, las señales y las sincronías, estábamos contribuyendo a crear un puente arcoiris entre nuestras cuatro culturas madres.

Nuestra última ceremonia en las tierras de Albión, tuvo lugar en el círculo de grandes piedras de Avebury. Viajamos por un par de horas desde Glastonbury, y nos encontramos ahí, no solo con la gente que participó del encuentro, sino con representantes de otros movimientos: del Rainbow inglés, de los círculos paganos de sacerdotisas célticas, y varios otros que se enteraron que estaríamos ahí, y que se acercaron a traer sus ofrendas y sus visiones.

A pesar de las dificultades de que este antiguo círculo de poder se encuentra dividido por dos carreteras rurales, por el paso de cientos de vehículos, tractores y turistas, por la presencia de rebaños de ovejas que pastan entre las piedras y dólmenes, y de que el principal polo de atracción local es una “pub” inglesa con su inigualable cerveza ale, que atrae a la gente con más fuerza que las ceremonias y los cantos, conseguimos levantar una bandera tibetana, y bajo ella un altarcito. Con ello, la gente comenzó a aproximarse.

Tímidamente, poco a poco, el círculo se había establecido. Se prendió el copal, sonaron las caracolas, y entonces pedí a la gente que nos ayudaran a parar la tremenda distracción con la fuerza de nuestro intento colectivo. Y lo conseguimos. Se creó un círculo mágico de poder, se paró por un instante la maya de la ilusión y dispersión material, y surgió una voz unificada, un canto unificado, una danza del mundo unificada, que permitió que nuestro cierre fuera de verdad ceremonial y no tan solo social. No fue fácil, pero lo logramos.

Solo quedaba despedirnos, una vez más, agradecer por todo lo vivido, darnos citas posibles e imposibles para el mañana, y separarnos, para cada quien seguir con su propia caminada. Intentamos todavía llegar a tiempo a Stonhenge, donde años atrás había logrado dirigir una ceremonia bajo las imponentes piezas monolíticas de ese templo mítico y milenario, pero no lo logramos. Ya habían cerrado el acceso a los turistas. Solo pudimos mirarlas desde la carretera, tras las rejas, y sentir su energía y mandarles la nuestra, antes de dejar el mundo de los espíritus antiguos, para entrar a la babilónica Londres, para pasar unos días de visitas a museos, sitios históricos, a las orillas de Thamesis, y disfrutar el inicio del verano y de la flores en sus parques. Misión cumplida. Era tiempo de iniciar el retorno a “casa.”

Hoy, a apenas dos semanas de nuestro regreso a Recife y a la Caravana, tengo el grato placer de contarles que el Ministerio de Cultura, una vez más nos ha solicitado de aceptar un nuevo término de convenio, para pasar un año más en estas tierras, y para continuar con la labor que hemos estado realizando por estos dos últimos años en Brasil. Así que estamos ya cerrando todos los ciclos pendientes, para prepararnos para este nuevo capítulo, que incluye entre nuestros planes, levantar la mayor Aldea de Paz que hasta la fecha hemos levantado, en el mes de diciembre-enero, en el marco del Foro Social Mundial amazónico, que tendrá lugar en la ciudad de Belén de Pará, norte del Brasil, durante la segunda mitad de enero del 2009.

Y así, me despido una vez más de tod@s ustedes, enviándoles todo tipo de bendiciones en sus propias caminadas; mucha luz en los tiempos de oscuridad; mucha fuerza en los tiempos de apatía; mucho centro, en los momentos de dispersión; mucha armonía, en momentos de gran confusión; mucha paz, en momentos de duda y temor; mucha paciencia, en tiempos de ansiedad y acelere; y mucha alegría, en momentos de tristeza y de dolor. Y no se olviden, que en Belén de Para, los estaremos esperando!!!

OBRIGADO,
ARIGATO GOZAIMASU
GRACIAS
THANK YOU
para tod@s

CON TODO MI AMOR, y POR TODAS NUESTRAS R