Opinión y Noticias Externas — 9 febrero, 2015 at 8:26 pm

…. Y continúan las sincronías: la palabra «curiosidad» y el guía que me señala el camino

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En mi conferencia mallorquina comenté el descubrimiento de Antonio Escohotado (tenemos una amiga en común con un colaborador que me lo contó) en torno a la palabra «curiosidad», a la que los magos negros le han cambiado el significado en el diccionario, haciendo pasar esa cualidad por una cosa mala.
Hoy llego a mi casa desde Mallorca, abro el buzón y me encuentro un sobre con un libro, que comienzo a leer desde la contraportada, donde dice textualmente: «El vicio de la curiosidad es por fortuna un bendito motor del progreso humano«. Es el nuevo libro del erudito metafísico sevillano Ignacio Darnaude, titulado «Preguntas metafísicas: los qué, quién, cómo y por qué de la vida en el Universo». Si recordáis, con su penúltimo libro sobre la muerte, también me había ocurrido otra sincronía.
La cantidad de ellas que he vivido en estos días mallorquines son tan innumerables, sobre todo con un amigo mallorquín, que me resultaría casi imposible reseñar todas. Os dejo una: un día que iba en el coche escuchando Radio 3 pusieron la canción del inolvidable gaditano «La murga de los currelantes» y la estuve cantando mentalmente durante ese día y el siguiente, y la acababa mezclando con la melodía de «Bienvenido Mr Marshall», que es muy parecida. Todo ello, como digo mentalmente. Bueno, pues este amigo mallorquín apareció un día canturreando esta última canción.
Pero la mejor, sin duda, fue el día que tomé el tren para ir a Palma, para lo cual debía hacer transbordo en una estación, que yo creía era la última del primer trayecto, por lo que iba completamente relajado en el tren, hasta que llegamos a una estación, en la que entra un chico argentino, que me reconoce porque era seguidor de mi página, me saluda y, antes de sentarse (yo pensaba que íbamos a ir juntos el resto del trayecto) me pregunta si voy a Palma y como le respondo que sí, me dice:
-¡Tienes que hacer transbordo aquí!
Pegué un salto y las puertas se cerraron unas décimas de segundo después.
Si no me llego a bajar, hubiera llegado una hora tarde a mi cita porque hay muy poquitos trenes en la isla.
Pensad a ver la cantidad de posibilidades que hay de que:
1-Me encuentre a alguien que sigue mi página web en la campiña mallorquina.
2-Que el encuentro se produzca justo en el tren del que debería haber descendido.
3-Que él se dé cuenta (en lugar de ponerse a hablar conmigo) de que debo ir a Palma y que tengo que bajarme ahí.
Todo justo a tiempo.
La multiplicación exponencial de este tipo de experiencias diarias es lo que ha impulsado mi optimismo a lo largo de estos años y lo que me da la absoluta certeza, ahora mismo, de que ya hemos llegado a la meta.