España, Opinión y Noticias Externas — 2 marzo, 2018 at 9:25 am

Crónica de la presentación del libro «La superioridad moral de la izquierda», con la presencia de Iñigo Errejón, en Universidad Carlos III

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Ayer me acerqué a la Universidad Carlos III para ver a Iñigo Errejón en la presentación del libro del profesor Ignacio Sánchez Cuenca «La superioridad moral de la izquierda» que pretende hacer autocrítica sobre el estado actual de esta tendencia política.
Lo primero que tengo que decir es que el coloquio que establecieron estos dos pensadores fue sumamente ameno e intelectualmente estimulante, abordando de frente cuestiones como el auge de la ultraderecha en toda Europa, que tiene a «las izquierdas» profundamente preocupadas. En concreto, Errejón fue crítico incluso con las revoluciones comunistas y sus derivas sanguinarias, afirmando que «la izquierda debe respetar la pluralidad política cuando consigue llegar al Poder».
Durante sus muy locuaces y hasta divertidas intervenciones, Errejón criticó la endogamia y el narcisismo de la izquierda, aunque al mismo tiempo (y admitiendo que otras formaciones puedan pensar lo mismo de las suyas) «nuestros valores son más bonitos y superiores moralmente a los de los otros». Utilizando siempre la terminología y el pensamiento dialéctico-hegeliano, dijo que «esto es una competición entre las ideas de unos y otros para captar la aprobación (los votos) de la gente y yo lo que quiero es ganar esa batalla porque pienso que nuestros valores son superiores». [No son palabras textuales sino aproximadas]. También abordó el eterno debate de las izquierdas entre reformistas y revolucionarios como distintas formas de llegar al poder (pero sin diferencias de fondo: más bien una cuestión táctica).
Pero el mayor tiempo de sus alocuciones lo empleó, curiosamente, en describir el camino de la socialdemocracia desde comienzos del siglo pasado, sus momentos de gloria y su tendencia a la desaparición actual, de manera que se desprendía una cierta proximidad hacia esta tendencia. Su único diagnóstico consiste en que se han alejado de los obreros y que deberían encauzar su mensaje a esos públicos, pero en todo su discurso no se escuchó ningún planteamiento de fondo hacia cuestiones como el mayoritario rechazo a la Política de Género o la Homosexualización de la sociedad -que él daba como «conquistas sin vuelta atrás y que han tenido que aceptar hasta los gobiernos de derechas»-: su planteamiento fue más cosmético y de comunicación que de escuchar realmente las ideas de la gente. Por ejemplo, dio en todo momento por sentado que la gente apoya el matrimonio homosexual y el adoctrinamiento en estas aberrantes ideas. Es decir que, en el fondo, y aunque se presente como una opción diferente a Pablo Iglesias, su única diferencia real es en las formas que, eso sí, son bastante más amigables.
También es curioso que reclamara el concepto de «patriótico» pero sin admitir que las tradiciones y la cultura ancestral son fundamentales para entenderlo y lo que hizo fue decir que «la patria es un relato que nos inventamos y en el que llegamos a un consenso». O sea, más ingeniería social. Por supuesto, ni hablar sobre el debate actual sobre la obligatoriedad de hablar las lenguas vernáculas para acceder a puestos laborales en regiones como Cataluña, Valencia o Baleares o la imposibilidad de que los niños sean educados en la lengua de todos. O sea, que patria sí, pero sin atreverse a meterse en terrenos espinosos. Patria es aquello que ellos digan (porque te van a convencer de que sus ideas son mejores), y aquí se resume el aspecto central de esta Nueva Izquierda: vamos a escuchar al pueblo, siempre que se deje seducir por nuestras ideas. Si el pueblo tiene otras ideas ¡entonces es que son malos! (Un buen ejemplo son los «presupuestos participativos» del ayuntamiento podemita de Madrid. Resulta que en el barrio de Chamberí los vecinos se han mostrado contrarios al carril-bici que está planteando serios problemas al tráfico rodado. ¿Qué ha hecho el ayuntamiento? Ha contestado que las preguntas a los vecinos son vinculantes ¡siempre que digan lo que el ayuntamiento proponía! ¡Jajaja! ¡Así es su noción de pueblo! El pueblo está bien… ¡siempre que digan lo que nosotros proponemos!)
Metido en el psicoanálisis de «las izquierdas», resultó curioso cuando el «niño prodigio de la izquierda» comentó cómo los izquierdistas siempre se están cuestionando a sí mismos y, hasta cuando las cosas les van bien, «nos preguntamos si no estaremos haciendo algo mal cuando hemos llegado a tener tanto poder». O sea, que en el fondo, la semilla de la Conspirología («cómo es posible que el Sistema nos haya dejado llegar tan lejos») fluye en sus cabezas, aunque, evidentemente, Errejón no se atreva a mirar más lejos porque entonces debería cuestionarse el origen de sus ideas y si realmente no están controlados por el Poder al que dicen combatir.
En definitiva, Errejón (y el autor del libro) viven en un Oxímoron de tales proporciones que no son capaces de verlo. Hablan de la superioridad moral cuando no creen en el Bien Común sino en las luchas de «supuestas minorías» porque no creen en la realidad básica del Hombre y la Mujer, de nuestra naturaleza. Todo su discurso sobre la Hegemonía se levanta desde el andamiaje teórico hegeliano de la lucha tésis-antítesis, y por eso es incapaz de contemplar un Bien en el que nos encontremos todos, izquierdas y derechas («¿no era que tú no te considerabas de izquierdas, Íñigo? ¿Sólo lo decías porque te venía bien para conquistar la hegemonía? ¡Entonces eres un manipulador de las masas!) Por no hablar de su definitorio lenguaje: hablaba de «construcción de verdades» (a la medida de cada uno de los públicos; nueva admisión tácita de que es un manipulador).
Sánchez Cuenca defendió con pasión que la izquierda no es relativista (moral) cuando lo cierto es que la izquierda es postmoderna y no cree en el Bien y el Mal, ni en la moral, porque, entre otras cosas, esos conceptos emanan de Dios. Hasta los pensadores más lúcidos de la izquierda han tenido que reconocer esto a lo largo de las décadas, pero como ahora su barco se hunde tienen que aludir a estas categorías ancestrales que ya habían dado por muertas, y sustituidas por «las minorías»; es decir, lo que está bien para «las mujeres», «los negros», «los LGTB», etc. Están reculando pero lo tienen francamente difícil porque han generado una guerra social, interna, del propio pueblo al que dicen defender y ahora, con sus pervertidos valores, es imposible recomponer el tejido de la sociedad, comenzando por la familia y las relaciones hombre-mujer.
Después de la «hostia» que se va a llevar Pablo Iglesias en las elecciones del año que viene, está claro que llegará el turno para Iñigo Errejón, y por eso se está empezando a preparar con estas presentaciones públicas gracias a sus allegados. Pero no os engañéis, sólo cambiarán las formas, Errejón está cortado por el mismo patrón hegeliano que su compañanero. Simplemente, son incapaces de pensar de otra forma: sus cerebros están PROGRAMADOS con el software de la tésis-antítesis, y eso no tiene remedio. Se morirán así.