Después de conocer los nombramientos de Trump para los vitales cargos de jefes de la CIA, el Ministerio de Justicia y Seguridad Nacional, uno ya puede empezar a vislumbrar el verdadero escollo que deberá afrontar este equipo, que no es otro que desmontar el Estado Profundo (el Estado paralelo) que se formó en los Estados Unidos en 1879, con la creación de Estado de Columbia.
Muchos desconoceréis que las conocidas como «agencias» (el FBI, la CIA, la NASA, la NSA, el DARPA, la NRO) pero también la Reserva Federal en realidad son instituciones de ese estado paralelo, superpuestas a la Constitución Original de 1776 con un arsenal de disposiciones, órdenes ejecutivas y legislaciones que no se puede calificar más que de una manera: un laberinto.
Conocer cómo llegar a «meter mano» a bases como el Area 51 o Dulce, gestionadas por el Majestic Jehová 12, o las innumerables bases subterráneas ligadas a ese gobierno secreto es la verdadera tarea del equipo Trump, pero también los fondos de inversión Fidelity, Vanguard o Black Rock, ligados a la CIA y, casi con seguridad, al oro de Yamashita incautado a los japoneses durante la II Guerra Mundial, y que a su ver robaron a los chinos, tailandeses, coreanos y demás. El sistema de las multinacionales se sostiene sobre un entramado societario opaco pero que está conectado con este Estado Profundo y, como digo, van a ser necesarios muchos expertos en Derecho Constitucional para desmontarlo.
Ese, y no otro, es el verdadero reto de Donald Tump.
Ahora bien, si elige a Mitt Romney como Secretario de Estado, vamos mal. Muy mal.