El otro día un buen amigo que trabaja como broker independiente me contó que el software que utilizan los llamados » bajistas» que están hundiendo a los grandes bancos lo crearon… ¡Los rusos! Básicamente, los pequeños brokers cuentan con una herramienta informática tan potente como la de los grandes inversionistas y gracias a su dinamismo pueden ganarle batallas.
Ayer mismo, me entero de que Urdangarín utilizaba un software llamado HEXAGON para enviar dinero a los paraísos fiscales sin dejar… ni rastro.
Hace unos días, me leí una larguísima crónica del culebrón NESARA y los fondos de prosperidad mundiales en el que el software PROMIS jugaba un papel esencial, pues evitaría el lavado de dinero. Este software sería el principio número uno de las nuevas normas finnacieras y fiscales contenidas en los acuerdos Basilea III que supuestamente ya están operando y son el nuevo marco legal bancario mundial. [Entiendo que, gracias a ello, se han producido las detenciones de banqueros y políticos corruptos].
Hoy, por fin, decido bucear un poco más en la historia de PROMIS y me la encuentro, ni más ni menos, que en Wikipedia. No tiene desperdicio.
Creado por la compañía Inslaw propiedad del ex agente de la NSA y la CIA William Hamilton a mediados de los setenta, PROMIS originalmente fue una base de datos dedicada a manejar datos de las agencias de seguridad y judicial, de manera que se tuviera toda la documentación sobre personas y casos judiciales. [Por lo que leí, actualmente es la base que utiliza la Interpol].
En principio, fue un software creado por el gobierno USA que en 1981 se externalizó a la compañía Inslaw del tal Hamilton.
Aparentemente, en el año 1982 el gobierno norteamericano se enzarzó con Inslaw en una disputa legal sobre si el contrato era válido para la actualización del software, de la versión 16 bit a la de 32. Digo «aparentemente» porque la realidad la vais a conocer en las siguientes líneas.
En el año 1983, la compañía Inslaw recibió la visita de un supuesto abogado israelí que quería conocer las bondades del programa. El «abogado» era en realidad Rafi Eitan, jefe de una unidad de espionaje israelí llamada LAKAM, especializada en el robo de información privilegiada. La persona del ministerio que le concertó la cita era un tal Videnieks (judío, claro está).
Al poco de esa visita, el ministerio de justicia USA ya tenía la versión 32 bit pero «empezó a encontrar fallos de seguridad en los servicios, como las tarifas de facturación». Las personas que se hicieron gestores del programa eran -cómo no- el tal Videnieks y un tal Madison Brewer, con la aprobación del fiscal general, pues el software afectaba especialmente al «Capítulo 7», es decir, LOS PROCESOS DE FACTURACIÓN SOBRE EMPRESAS EN BANCARROTA. [Los que sigáis estos asuntos conoceréis -y si no, os lo cuento yo-, que los testaferros (personas de paja al frente de las compañías-puente por donde fluye el dinero hacia los paraísos fiscales) utilizan empresas ficticias o que han quebrado para evadir dinero. Así fue cómo pillaron al ex jefe de la CEOE, Díaz Ferrán, y un valenciano llamado Angel Cabo, especializado en dar de baja empresas en bancarrota y evadir capitales. Leed aquí]. También es muy interesante el caso del economista madrileño Iván López Díaz, ver más abajo]
Acto seguido, con estos tremendos fallos de seguridad, el software PROMISE se vendió a Israel (cómo no), Canadá, Singapur, Irak, Egipto y Jordania, además de 44 oficinas de fiscales norteamericanos.
El asunto ha originado decenas de juicios al máximo nivel desde los años ochenta DE LOS CUALES NADIE NOS HA INFORMADO, en los que los creadores de PROMIS reclaman los royalties por el uso de su software.
Todavía más importante es conocer que en el año 1999 el escritor británico Gordon Thomas escribió un libro titulado «La historia secreta del Mossad» en el que el citado Rafi Eitan reconocía que el Mossad, juntamente con la CIA, habían vendido versiones del PROMIS con el «troyano» por valor de 500 millones de dólares para espiar a una gran cantidad de países. [Por si no entendéis la terminología informática, el software tenía un fallo de seguridad por donde podía entrar el software israelita: no en vano ellos son los creadores de los mejores antivirus, como Solomon o Avast… (y los mejores virus informáticos, obviamente)].
Se cree que la evasión de divisas en todo el mundo utiliza los fallos de seguridad de este programa, como por ejemplo, el citado HEXAGON del Señor Urdangarín.
Una nueva versión del famoso PROMIS, unificada para todo el mundo y con los fallos de seguridad arreglados, evitaría por tanto la evasión de capitales y el lavado de dinero. Los acuerdos de Basilea III se fundarían en el uso de todos los países del mundo del mismo software conectando bases de datos. Los Iluminati tendrían las manos atadas.
PD: Esta historia es tan importante, que volveré a ella para comentar todas sus implicaciones.
PD 2: Contable de la empresa de su padre, Iván López Díaz se dio cuenta de que utilizaban su firma para alzamientos de bienes, con involucración de testaferros falsos y notarios. Con todas las pruebas a su favor, dado que estaban utilizando su nombre, el caso se paró tras recusar a varios jueces del Tribunal Superior de Justicia de Madrid por prevaricación. Los siguientes jueces bloquearon el caso para que no se descubriera toda la Red de evasión de capitales: Javier Marias Casas Estévez, Jose Manuel Suarez Robledano y Antonio Eduardo Pedreira Andrade. El también juez Carlos Valle Muñoz envió el caso al Supremo por ver indicios de delito en la actuación de sus compañeros. Miembro de la alta burguesía madrileña, Iván era amigo de los hijos de Florentino Pérez y, tras denunciar la corrupción de su familia, sufrió un acoso para volverle loco. El tema tiene tanta importancia porque es la prueba de que la bancarrota de España se produjo en connivencia con una parte de la judicatura pues estas prácticas ilegales estaban institucionalizadas entre la alta burguesía española: el caso López Díaz lo hubiera sacado a la luz. Urdangarín sólo hizo lo que hacía todo el mundo en su ambiente. LOS JUECES LO CONSINTIERON (y los partidos políticos, obviamente).