No, los sacrificios humanos no acabaron con la modernidad implantada por la Revolución Francesa: se siguen produciendo hoy día. Este joven ecuatoguineano denuncia que en su país desaparecen niños a manos de una secta que llama, en francés, «rose-croix»; es decir, rosacruz.
Misioneros afincados en Uganda también denuncian, ahora mismo, la existencia de similares raptos de niños a los señalados en Guinea Ecuatorial, apuntando a los satánicos como sus perpetradores.
Alguien debería preguntar al señor Enric Corbera si son estos diablillos a los que sacrifican niños los «simpáticos seres que limpian nuestra oscuridad» a los que se refería en su reciente charla, tan necesarios, según él, «para compensar la luz» y no caer en la malvada polaridad. Al fin y al cabo, si no existe el bien ni el mal, ¿qué importa todo, verdad señor Corbera?