Ha pasado a la historia cómo «el psiquiatra pirado del LSD» pero Timothy Leary llegó realmente lejos en la investigación de los poderes de nuestro cerebro, llegando incluso a proponer una teoría sobre los circuitos implicados en las experiencias de contacto ET o de la telepatía. Un excelente artículo que me envía Isabelle.
Para comprender el espacio neurólgico, el doctor Leary supone que el sistema nervioso consiste en ocho circuitos potenciales, o «mecanismos», o minicerebros. Cuatro de esos cerebros se hallan en el norrnalmente activo lóbulo izquierdo y están dedicados a nuestra supervivencia terrestre; cuatro son extraterrestres, residen en el «silencioso» o inactivo lóbulo derecho y están previstos para ser usados en nuestra evolución futura. Eso explica por qué el lóbulo derecho está normalmente inactivo en este estadio de nuestro desarrollo y por qué entra en actividad cuando la persona ingiere drogas psicodélicas. Explicaremos brevemente cada uno de los ocho minicerebros.
1) Circuito de Biosupervivencia Este cerebro invertebrado fue el primero en evolucionar (hace dos o tres mil millones de años), y es el primero en activarse cuando nace un ser humano. Programa la percepción en una especie de encasillamiento dividido en cosas buenas-nutritivas (hacia las que se siente atraído) y cosas peligrosas-tóxicas (de las que huye o a las que ataca). La impresión que deja este circuito señala una actitud básica de confianza o sospecha que permanece durante toda la vida. Identifica también los estímulos externos que provocarán posteriormente un acercamiento o una evitación.
2) Circuito Emocional Este segundo y más avanzado biocomputador se formó cuando aparecieron los vertebrados y empezaron a competir por el territorio (quizás unos quinientos millones de años antes de Cristo). En el individuo este enorme túnel de realidad es activado cuando las cintas maestras del ADN disparan la metamorfosis del arrastrarse hacia el andar. Como saben todos los padres, el niño que empieza a caminar ya no es un bebé pasivo (orientado a la biosupervivencia) sino un mamífero político, lleno de exigencias territoriales físicas (y psíquicas), rápido en entrometerse en los asuntos de la familia y en la toma de decisiones. También la impresión de este circuito permanece constante durante toda la vida (excepto tras un lavado de cerebro), e identifica los estímulos, que automáticamente desencadenarán un comportamiento dominante y agresivo o sumiso y cooperador. Cuando decimos que una persona se comporta a nivel emocional de un modo egoísta o «como un niño de dos años», queremos decir que está siguiendo ciegamente uno de los túneles de realidad impresos en este circuito.
3) Circuito de Agilidad – Simbolismo.. Este tercer cerebro se formó cuando los homínidos empezaron a diferenciarse de los demás primates (unos cuatro o cinco millones de años antes de Cristo), y es activado cuando el chico ya un poco crecido empieza a manejar utensilios y a emitir/recibir señales laríngeas (unidades humanas de habla). Si el entorno es estimulante para este tercer circuito, el niño recibe una impresión «fuerte» y se vuelve hábil y articulado; si el entorno está formado por gente estúpida, el niño recibe una impresión «torpe», por lo que a los cinco años permanece aún en un estadio de torpeza en el manejo de los utensilios y de ceguera a los símbolos. Según el habla popular, el túnel de realidad del primer circuito es llamado generalmente «conciencia» per ser: la sensación de estar aquí y ahora, en este cuerpo, orientado a la supervivencia corporal. (Cuando se está «inconsciente», el primer circuito se halla anestesiado, y los médicos pueden practicar cirugía sobre uno o los enemigos pueden atacarle, y uno no podrá evadirles ni huir.) El segundo circuito, en el mismo lenguaje vulgar, es llamado «ego». El llamado «ego» es el segundo circuito sensorial mamífero del status (importancia no importancia) en el grupo o tribu. El tercer circuito es lo que generalmente llamamos «mente», la capacidad de recibir, integrar y transmitir señales producidas por la mano homínida (instrumentos) o por los nueve músculos laríngeos homínidos (habla). La impresión de esos tres circuitos determina, aproximadamente a la edad de tres años y medio, el grado y el estilo básicos de confianza/desconfianza que teñirán la «conciencia», el grado y estilo de agresividad/sometimiento que determinarán el status del «ego», y el grado y estilo de habilidad/torpeza con que su «mente» manejará instrumentos o ideas. En términos evolutivos, la «conciencia» del primer cerebro e básicamente invertebrada, flotando de modo pasivo hacia la alimentación y la protección del ego. El «ego» del segundo cerebro es mamífero, siempre forcejeando por el status dentro del orden de grupo o la tribu. La «mente» o tercer cerebro es paleolítico, aferrado a la cultura humana y enfrentándose a la vida por medio de una matriz de utensilios hechos por el hombre y de simbolismos creados por el hombre. El cuarto cerebro es post-homínido, específicamente característico del Homo sapiens.
4) El Circuito Socio-Sexual. Este cuarto cerebro se formó cuando los grupos de homínidos evolucionaron a sociedades y programaron roles sexuales específicos para sus miembros, unos 30.000 años antes de Cristo. Es activado en la pubertad, cuando las señales de ADN desencadenan la liberación glandular de productos neuroquímicos sexuales y se inicia la metamorfosis al estado adulto. Los primeros orgasmos o experiencias de acoplamiento imprimen un rol sexual característico que, nuevamente, queda fijado de forma bioquímica y permanece constante durante toda la vida, a menos que alguna forma de lavado de cerebro o reimpresión bioquímica lo altere. En lenguaje vulgar, las impresiones dejadas por el cuarto circuito y su túnel de realidad se conocen como la «personalidad adulta». Masters y Johnson han demostrado que las disfunciones sexuales específicas llamadas «perversiones», «fetichismos», condiciones de lenta consecución o de no consecución tales como la eyaculación precoz, la impotencia, la frigidez, etc., o impresiones definidas como «pecaminosas» por la tribu son determinadas por experiencias específicas en el acoplamiento adolescente. Lo mismo puede decirse del igualmente robótico comportamiento de la persona «normal», «bien equilibrada». El rol sexual en el ser humano es tan rutinario y repetitivo como el de cualquier otro mamífero. (O pájaro o pez o insecto.) Esos cuatro circuitos constituyen normalmente todo el sistema del cerebro que se consigue activar. Con ello debería quedar claro por qué Leary los llama terrestres. Han evolucionado y han sido moldeados por las condiciones gravitatorias, climáticas y energéticas determinantes de la supervivencia y la reproducción en este tipo de planeta que órbita en torno a esta variedad de estrella tipo G. Los organismos inteligentes nacidos en el espacio exterior, y que por consiguiente no vivan en el fondo de un pozo de gravedad de 6.500 kilómetros, no compitan por el territorio en la finita superficie de un planeta y no estén limitados por los parámetros adelante-atrás, arriba-abajo, derecha-izquierda de la vida terrestre, desarrollarán de modo inevitable distintos circuitos, se verán impresos de forma diferente, y no serán tan inflexiblemente euclidianos. Adelante-atrás es la elección básica digital programada por el biocomputador que opera en el circuito 1: o vas hacia delante, olisqueas, tocas, pruebas, muerdes… o vas hacia atrás, retrocedes, huyes, escapas. Arriba-abajo, el sentido gravitatorio básico, aparece en todos los informes etnológicos de combate animal. Alzate, lleva el cuerpo al máximo de su tamaño, gruñe, aúlla, chilla… o encógete, mete la cola entre las piernas, murmura con suavidad, retírate furtivamente, arrástrate y disminuye el tamaño de tu cuerpo. Son señales de dominación y sumisión comunes a la iguana, al perro, al pájaro y al presidente del consejo de administración del banco local. Esos reflejos componen el circuito 2, el «ego». Derecha-izquierda es un elemento básico para la polaridad del diseño corporal en la superficie del planeta. La dominancia hacia la derecha, y la preferencia asociada hacia las funciones lineales del lóbulo izquierdo del cerebro, determinan nuestra disposición normal en la manufactura de utensilios y pensamiento conceptual, es decir el circuito 3, la «mente». No es un accidente, pues, que nuestra lógica (y el diseño de nuestro computador) siga la estructura binaria (uno u otro) de esos circuitos. No es un accidente que nuestra geometría, hasta el siglo pasado, fuera euclidiana. La geometría euclidiana, la lógica aristotélica y la física newtoniana son metaprogramas que sintetizan y generalizan los programas adelante-atrás del primer cerebro, arriba-abajo del segundo cerebro y derecha-izquierda del tercer cerebro. El cuarto cerebro, enfrentándose con la transmisión de la cultura tribal o étnica a lo largo de generaciones, introduce la cuarta dimensión, el tiempo. Puesto que cada uno de esos túneles de realidad consiste en impresiones bioquímicas o matrices en el sistema nervioso, cada uno de ellos es activado específicamente por neurotransmisores y otras drogas. Para activar el primer cerebro tomen un opiáceo. La Madre Opio y la Hermana Morfina los conducirán hasta la inteligencia celular, la pasividad de la biosupervivencia, la conciencia flotante del recién nacido. (Por eso los freudianos identifican la adición a los opiáceos con el deseo de regreso a la infancia. ) Para activar el segundo túnel de realidad tomen una abundante cantidad de alcohol. Los esquemas territoriales de los vertebrados y la política emocional de los mamíferos aparecen inmediatamente cuando fluye el alcohol, como se dio cuenta de modo intuitivo Thomas Nashe cuando caracterizó los diversos estados alcohólicos con etiquetas animales: «borrachera de asno», «borrachera de chivo», «borrachera de cerdo», «borrachera de oso», etcétera. Para activar el tercer circuito, prueben con el café o el té, una dieta rica en proteínas, estimulantes o cocaína. El neurotransmisor especifico para el cuarto circuito aún no ha sido sintetizado, pero es generado por las glándulas tras la pubertad y fluye volcánicamente por el flujo sanguíneo de los adolescentes. Ninguna de esas drogas terrestres cambia las impresiones bioquímicas básicas. Los comportamientos que se desencadenan son los que quedaron grabados en el sistema nervioso durante los primeros estadios de vulnerabilidad a la impresión. El circuito 2 borracho exhibe los juegos o condicionamientos aprendidos de los padres en la infancia. El circuito 3, la «mente», nunca va más allá de las permutaciones y combinaciones de los túneles de realidad impresos originalmente, o de abstracciones asociadas con las impresiones de condicionamientos posteriores. Pero todo este robotismo pavloviano-skinneriano cambia drástica y dramáticamente cuando nos volvemos hacia el lóbulo derecho, los circuitos futuros y las sustancias químicas extraterrestres.
5) El Circuito Neurosomático. Cuando este quinto cerebro corporal es activado, las planas configuraciones euclidianas a ras del suelo estallan multidimensionalmente. Se produce una conexión hedonista, una diversión extática, un despego de todos los anteriores mecanismos compulsivos de los primeros cuatro circuitos. Yo conecté este circuito con el tantra-yoga. Este quinto cerebro empezó a aparecer hace unos cuatro mil años en las primeras civilizaciones del ocio, y ha ido incrementándose estadísticamente en los últimos siglos, un hecho demostrado por el arte hedonista de la India, China, Roma, y otra sociedades opulentas. Más recientemente, Einstein y su escuela demostraron con electroencefalogramas que este circuito representa el primer salto del lóbulo izquierdo lineal del cerebro al lóbulo derecho analógico. La apertura e impresión de este circuito ha sido la preocupación de los «técnicos de lo oculto», chamanes tántricos y Hatha yoguis. Puesto que el quinto túnel de realidad puede ser conseguido mediante privaciones sensoriales, aislamiento social, estrés fisiológico o tremendo shock (tácticas ceremoniales de terror, como practicaban gurús inferiores tales como don Juan Matos o Aleister Crowley), tradicionalmente se ha visto reservado a la educada aristocracia de las sociedades ociosas, que han resuelto los cuatro problemas terrestres de la supervivencia. Hace unos veinte mil años, el neurotransmisor específico para el quinto cerebro fue descubierto por los chamanes de la zona asiática del mar Caspio, y se esparció rápidamente a otros brujos a través de Eurasia y África. Se trata, naturalmente, del cannabis. No es accidental que el adicto a la marihuana se refiera a su estado neural como «arriba» o «lanzado». La trascendencia de las orientaciones gravitacionales, digitales, lineales, binarias, aristotélicas, newtonianas, euclidianas, planetarias (circuitos 1-4) forma parte, desde una perspectiva evolutiva, de nuestra preparación neurológica para la inevitable migración fuera de nuestro planeta natal, ahora en sus inicios. Por eso precisamente muchos adictos a la marihuana son fans de la ciencia ficción. (Berkeley, California, con toda seguridad la capital del cannabis en los Estados Unidos, posee una tienda de intercambios en la avenida Telegraph donde cualquiera con el bolsillo bien repleto puede gastarse fácilmente 500 dólares o más en un solo día, comprando novelas de Star Trek, revistas, magazines, pegatinas, fotografías, posters, cintas, etc., incluidos los planos completos de la astronave Enterprise.) El significado extraterrestre de estar «arriba» es confirmado por los propios astronautas;.el 85 % de aquellos que han experimentado la caída libre de la gravedad cero describen «experiencias místicas» o estados de éxtasis típicos del circuito neurosomático. «Ninguna foto puede mostrar lo hermosa que se ve la Tierra», se apasiona el capitán Ed Mitchell, describiendo su Iluminación en caída libre. Suena como cualquier yogui o adicto a la marihuana que haya tenido éxito en sus experiencias. Ninguna cámara puede registrar esta experiencia porque se produce dentro del sistema nervioso. Leary opina que la caída libre, en su momento evolutivo adecuado, desencadena la mutación neurosomática. Previamente, esta mutación ha sido conseguida «de modo artificial» mediante entrenamiento yóguico o chamánico o mediante el estimulante del quinto circuito, el cannabis. La práctica del surf, el esquí, el buceo sin escafandra y la nueva cultura sexual (masaje sensual, vibradores, artes tántricas importadas, etc.) han evolucionado al mismo tiempo como parte de la conquista hedonista de la gravedad. El estar «conectado» es siempre descrito como «flotar» o, en la metáfora zen, tener «un pie por encima del suelo».
6) El Circuito Neuroeléctrico. El sexto cerebro consiste en el sistema nervioso siendo consciente de si mismo, independientemente de los mapas de realidad impresos de modo gravitacional (circuitos 1-4), e incluso independientemente del éxtasis corporal (circuito 5). El conde Korzybski, el semántico, llamaba a este estado «la conciencia de lo abstracto». El doctor John Lilly lo llama metaprogramación, es decir conciencia de programar la propia programación. Esta «conteligencia» (conciencia-inteligencia) einsteiniana, relativista, reconoce por ejemplo que los mapas de realidad euclidiano, newtoniano y aristoteliano son simplemente tres entre miles de millones de programas posibles o modelos que experimentar. Yo conecté este circuito con el peyote, el LSD y los metaprogramas amágickos de Crowley. Este nivel de funcionamiento cerebral parece haber sido constatado por primera vez aproximadamente unos quinientos años antes de Cristo entre varios grupos «ocultistas» conectados con 1a Ruta de la Seda (Roma-Norte de la India). Está tan más allá de los túneles de realidad terrestres que aquellos que lo han alcanzado difícilmente pueden comunicarlo a la humanidad normal (circuitos 1-4), y difícilmente también pueden ser comprendidos ni siquiera por los Ingenieros del Éxtasis del circuito quinto. Las características del circuito neuroeléctrico son una gran velocidad, una elección múltiple, relatividad y la fisión-fusión de todas las percepciones en universos paralelos de ciencia ficción de posibilidades alternativas. Los políticos mamíferos que manejan la lucha por el poder en el ámbito de la humanidad terrestre quedan aquí trascendidos, es decir son considerados como estáticos, artificiales, una elaborada charrada. Uno no se siente ni coercitivamente manipulado dentro de la realidad territorial de otro ni obligado a debatirse contra ella con un juego recíproco emocional (el habitual melodrama). Uno se limita a elegir, conscientemente, si desea compartir o no el modelo de realidad del otro. Las tácticas para abrir e imprimir el sexto circuito son descritas y raramente experimentadas en el Rajah Yoga más avanzado, y en los manuales herméticos (codificados) de los alquimistas e Iluminados medievales y renacentistas. Ningún producto químico especifico para el sexto circuito se halla aún disponible, pero las drogas psicodélicas fuertes tales como la mescalina (extraída de mi «cacto sagrado» de 1962-1963, el peyote) y la psilocibina (del «hongo mágico» mexicano, el teonacte) abren el sistema nervioso a una serie entremezclada de canales de los circuitos 5 y 6. Esto es lo que se denomina apropiadamente «viajar», distinguiéndolo del directo «conectarse» o «ir arriba» del circuito quinto. Desgraciadamente, la supresión de la investigación científica en esta área ha dado como resultado el conducir la ilegal cultura de la droga, en un dado retroceso, hacia el hedonismo y el precientífico túnel de realidad (el renacimiento oculto, el solipsismo, el orientalismo propio) del circuito quinto. Sin disciplina científica y metodología, pocos pueden descodificar con éxito las a menudo aterradoras (pero filosóficamente cruciales) señales metaprogramadoras del sexto circuito. Los científicos que siguen estudiando este tema no se atreven a publicar sus resultados (que son ilegales), y comunican sus cada vez más amplios túneles de realidad tan sólo en conversaciones privadas, como los eruditos de la época inquisitorial. (Voltaire anunció la Era de la Razón dos siglos demasiado pronto. Seguimos estando aún en los Siglos Oscuros.) La mayoría de los alquimistas underground han renunciado a tales desafíos y trabajos peligrosos, y han dirigido sus viajes a los túneles eróticos del quinto circuito. La función evolutiva del sexto circuito nos permitirá comunicarnos a relatividades einsteinianas y aceleraciones neuroeléctricas, es decir no utilizando los símbolos laríngeos y manuales del tercer circuito sino directamente, vía realimentación, telepatía y conexión computarizada. Las señales neuroeléctricas reemplazarán cada vez con mayor frecuencia al «habla» (los gruñidos homínidos) tras la migración espacial. Cuando los seres humanos hayan trepado fuera de su pozo atmosférico-gravitatorio de vida planetaria, la acelerada conteligencia del sexto circuito hará posible las comunicaciones de alta energía con las «Inteligencias Superiores», es decir con nosotros-en-el futuro y otras razas. Una vez nos damos cuenta de que las experiencias neurales intensificadas son en realidad extraterrestres, resulta fascinantemente simple y obvio afirmar que el que uno se halle «arriba» y «lanzado» es una exacta metáfora. El éxtasis neurosomático del circuito 5 constituye una preparación para el próximo paso en nuestra evolución, la migración fuera del planeta. El circuito 6 supone la preparación para el paso siguiente, la comunicación interespecies con entidades avanzadas que posean túneles de realidad electrónicos (post-verbales). El circuito 6 es el «traductor universal» imaginado a menudo por los escritores de ciencia ficción, y establecido ya en nuestros cerebros por la cinta grabada del ADN. Igual que los circuitos de la futura mariposa están ya grabados en la oruga.
7) El Circuito Neurogenético. El séptimo cerebro entra en acción cuando el sistema nervioso empieza a recibir señales del interior de la neurona individual, por medio del diálogo ADN-ARN. Los primeros en conseguir esta mutación hablaron de recuerdos de vidas pasadas, reencarnación, inmortalidad, etc.. El hecho de que esos adeptos estaban registrando algo real queda indicado por el detalle de que muchos de ellos (en especial hindúes y sufíes) obtuvieron maravillosamente precisas vistas poéticas de la evolución mil o dos mil años antes de Darwin, y previeron la Superhumanidad antes de Nietzsche. Los «registros akásicos» de la Teosofía, el «inconsciente colectivo» de Jung y el «inconsciente filogenético» de Grof y Ring constituyen tres metáforas modernas de este circuito. Las visiones de la evolución pasada y futura descritas por aquellos que han tenido experiencias «fuera del cuerpo» durante episodios cercanos a la muerte describen también el túnel de realidad del transtemporal circuito 7. Los ejercicios específicos para desencadenar el circuito 7 no pueden encontrarse en el entrenamiento yóguico; normalmente se producen, si se producen, tras varios años del tipo de Rajah Yoga que desarrolla la facilidad para el circuito 6. El neurotransmisor específico para el circuito 7 es, por supuesto, el LSD. (El peyote y la psilocibina producen también algunas experiencias correspondientes a este circuito. ) El circuito 7 está más oportunamente considerado, en términos de la ciencia de 1977, como el archivo genético, activado por proteínas antihistonas. La memoria del ADN girando en espiral hacia atrás hasta el alba de la vida. Una sensación de inevitabilidad e inmortalidad y simbiosis entre las especies acude a todos los mutantes del circuito 7; ahora podemos ver que esto es también una anticipación evolutiva, puesto que nos hallamos en el umbral de una longevidad prolongada que conduce a la inmortalidad . El rol exacto de los circuitos del lóbulo derecho y la razón de su activación en la revolución cultural de los años sesenta resulta ahora claro. Como escribe el sociólogo F. M. Esfandiary en Upwingers: «Hoy, cuando hablamos de inmortalidad y de llegar a otros mundos, ya no lo decimos en un sentido teológico o metafísico. La gente está viajando ya a otros mundos. La gente está esforzándose ya hacia la inmortalidad. La trascendencia ya no es un concepto metafísico. Se ha convertido en una realidad». La función evolutiva del séptimo circuito y de su evolutivo túnel de realidad, que abarca eones, es prepararnos para la inmortalidad consciente y la simbiosis entre especies.
El Circuito Neuroatómico. Agarren sus sombreros e inspiren profundamente; esto es lo más lejos que se ha aventurado hasta ahora la inteligencia humana. La conciencia precede probablemente a la unidad biológica o al registro en espiral del ADN. «Experiencias fuera del cuerpo», «proyección astral», contacto con «entidades» extrañas («extraterrestres”) o con una Supermente galáctica, etc., como las que yo he experimentado, han sido descritas desde hace miles de años, no solamente por los ignorantes, los supersticiosos, los crédulos, sino a menudo por las mejores mentes entre nosotros (Sócrates, Giordano Bruno, Edison, Buckminster Fuller, etc.). Los parapsicólogos son informados diariamente de tales experiencias, y han sido experimentadas por científicos tales como el doctor John Lilly y Carlos Castaneda. El doctor Kenneth Ring ha atribuido tales fenómenos a lo que él llama, muy apropiadamente, «el inconsciente extraterrestre» . El doctor Leary sugiere que el circuito 8 es literalmente neuroatómico—infra. supra y meta fisiológico—, un sistema de comunicación basado en la mecánica cuántica que no requiere un contenedor biológico. El intento de construir un modelo cuántico de conciencia y/o un modelo consciente de mecánica cuántica por parte de los físicos que han experimentado con drogas, de los que ya hemos hablado (el profesor John Archibald Wheeler, Saul-Paul Sirag, el doctor Fritjof Capra, el doctor Jack Sarfatti, etc.) indica claramente que la «conciencia atómica», sugerida en primer lugar por Leary en «Las siete lenguas de Dios» (1962), es la conexión explicativa que unirá la parapsicología y la parafísica en la primera teología científica, empírica y experimental de la historia. Cuando el sistema nervioso es conectado a su circuito de nivel cuántico, el espaciotiempo queda eliminado. La barrera einsteiniana de la velocidad de la luz es trascendida; siguiendo la metáfora del doctor Sarfatti, escapamos del «chauvinismo electromagnético». La conteligencia dentro de la proyección cuántica es todo el «cerebro» cósmico, del mismo modo que la microminiaturizada hélice del ADN es el cerebro local guiando la evolución planetaria . Tal como dijo Lao-tsé desde su propia perspectiva del circuito 8: «Lo más grande está dentro de lo más pequeño». El circuito 8 se desencadena mediante la katamina, un producto neuroquímico investigado por el doctor John Lilly, que es administrado también (según un rumor muy extendido pero no confirmado) a los astronautas a fin de prepararlos para el espacio. Altas dosis de LSD producen también una cierta conciencia cuántica del circuito 8. Esta conteligencia neuroatómica está cuatro mutaciones más allá de la domesticidad terrestre. (El forcejeo ideológico normal se halla actualmente entre los moralistas o colectivistas del circuito 4 y los individualistas hedonistas del circuito 5.) Cuando nuestras necesidades de inteligencia superior, de una mayor implicación en el diseño cósmico, de trascendencia ulterior, ya no sean satisfechas por nuestros cuerpos físicos, ni siquiera por unos cuerpos inmortales que salten a través del espaciotiempo por la malla 9, el octavo circuito abrirá nuevas fronteras. Nuevos universos y realidades. «Más allá de la teología: la ciencia y el arte de convertirse en Dios», como escribió Alan Watts en una ocasión. Es por consiguiente posible que las misteriosas «entidades» (ángeles y extraterrestres) monótonamente referidas por los visionarios del circuito 8 sean miembros de razas evolucionadas ya hasta dicho nivel. Pero es también posible, como sugieren Leary y más recientemente Sarfatti, que sean nosotros-mismos-en-el-futuro. Los circuitos terrestres del lóbulo izquierdo contienen las lecciones aprendidas de nuestro pasado (y presente) evolutivo. Los circuitos extraterrestres del lóbulo derecho son el guión evolutivo de nuestro futuro. Hasta ahora ha habido dos explicaciones alternativas de por qué se produjo la Revolución de la Droga. La primera es presentada de una forma sofisticada por el antropólogo Weston LaBarre, y de una forma moralista e ignorante por la mayoría de los propagandistas antidroga en las escuelas y los mass media. Esta explicación dice, en esencia, que millones de personas se han vuelto de las drogas legales blandas a las drogas ilegales duras debido a que están viviendo tiempos tempestuosos y muchos intentan escapar por el camino de la fantasía. A lo sumo, esta teoría explica sólo parcialmente el peor y más publicado aspecto de la revolución, el imprudente abuso de las drogas característico de los inmaduros. No dice nada de los millones de respetables médicos, abogados, ingenieros, etc., que han cambiado del segundo circuito de intoxicación con alcohol al quinto circuito de éxtasis con hierba. Tampoco cita a todas las meditadas, filosóficas investigaciones del sexto circuito realizadas por personas de gran inteligencia y profunda sensibilidad, como Aldous Huxley, el doctor Stanley Grof, Masters-Houston, Alan W. Watts, Carlos Castaneda, el doctor John Lilly y miles de científicos e investigadores profanos de la conciencia. Una teoría más plausible, trazada por el psiquiatra Norman Zinberg a partir del trabajo de Marshall McLuhan, sostiene que los modernos medios de comunicación electrónicos han hecho derivar los parámetros del sistema nervioso de los jóvenes de tal modo que ya no gozan con las drogas «lineales» tales como el alcohol, y sólo hallan significado en las drogas «no lineales», como la hierba y las psicodélicas. Esta es ciertamente una parte de la verdad, pero supone una visión demasiado estrecha, y da demasiada importancia a la televisión y a los ordenadores, sin conceder la suficiente al cuadro general tecnológico, a la progresiva Revolución de la Ciencia Ficción, en la cual los aspectos más significativos son la Migración Espacial, el Incremento de la Inteligencia y la Prolongación de la Vida, que Leary ha condensado en su fórmula MEI 2PV. La Migración Espacial más el Incremento de Inteligencia más la Prolongación de la Vida significan la expansión de la humanidad por todo el espaciotiempo. Sin respaldar totalmente el misticismo tecnológico de Charles Fort («La máquina de vapor llegará cuando venga el tiempo de la máquina de vapor»), es obvio que el metaprograma ADN para la evolución planetaria es mucho más sagaz que cualquiera de nuestros sistemas nerviosos individuales, que son en cierto sentido grandes robots o sensores del ADN. Los pulps de ciencia ficción; las tosquedades de Buck Rogers; la sofisticada ciencia ficción de brillantes escritores como Stapledon, Clarke, Heinlein; el 2001 de Kubrick…. todo ello son señales cada vez más claras del ADN transmitidas a través del intuitivo lóbulo derecho de sensitivos artistas, preparándonos para la mutación extraterrestre. No es fortuito que los intelectuales de la corriente principal «literaria»—los herederos de la tradición platónico-aristocrática que defiende que un caballero nunca utiliza sus manos; juega con herramientas o aprende una habilidad manual desprecien tanto la ciencia ficción como la cultura de la droga. No es fortuito que los Whole Earth Catalogs—creados por Stewart Brand, un graduado de los Felices Bromistas de Ken Kesey—sean el Nuevo Testamento de la cultura de la deserción rural; cada ejemplar está hinchado con toneladas de información ecotecnológica acerca de todos los conocimientos prácticos de destreza manual y de manejo de artefactos que Platón y sus herederos consideran aptos sólo para esclavos. No resulta sorprendente que la última publicación de Brand, Co-Evolution Quarterly, se haya dedicado ampliamente a difundir el hábitat espacial L5 del profesor Gerard O’Neill. No es casual que los aficionados a las drogas prefieran la ciencia ficción a cualquier otra lectura, incluidas las escrituras hindúes repletas de aromas de extraterrestres y los poetas alucinados ocultistas-chamánicos de los circuitos 6-8, como Crowley y Hesse. Puede que las drogas del sexto circuito hayan contribuido en gran manera a la metaprogramación de la conciencia que ha conducido a una súbita concienciación del «chauvinismo masculino» (los movimientos de liberación femenina), «chauvinismo de las especies» (ecología, estudios de Lilly sobre los delfines), «chauvinismo de la estrella tipo G» (Carl Sagan), incluso «chauvinismo del oxígeno» (la conferencia de Comunicación con Inteligencias Extraterrestres, CIET), etc. Los túneles de realidad impresos que lo identifican a uno como «macho-blanco-americano-terrestre», etc., o «hembra-negra-cubana», etc., ya no son suficientes para albergar nuestra detonante conteligencia. Como dijo la revista Time el 26 de noviembre de 1973: «Dentro de diez años, según los farmacólogos, se habrán perfeccionado píldoras y electrodos craneales capaces de proporcionar éxtasis que duren toda una vida para toda la gente de la Tierra». La histeria de los años sesenta acerca de la hierba y el ácido fue solamente la obertura para la ruptura de ese quinto circuito. El médico Nathan S. Kline predice auténticos afrodisiacos, drogas que aceleren el aprendizaje, drogas para fomentar o redondear cualquier esquema de comportamiento. Aquellos que fueron quemados o encarcelados a principios del siglo XVII (Bruno, Galileo, etc.) fueron los adelantados de la Revolución de la Tecnología Exterior. Aquellos que fueron encarcelados o golpeados por los policías en los años sesenta fueron los adelantados de la Revolución de la Tecnología Interior. En pocas palabras, los distintos niveles de conciencia y circuitos que hemos estado viendo, e ilustrando, constituyen todos ellos impresiones bioquímicas en la evolución del sistema nervioso. Cada impresión crea un mayor túnel de realidad. Siguiendo la metáfora sufi, el borrico en el cual cabalgamos se convierte en un borrico diferente tras cada impresión. El metaprogramador aprende constantemente más, y es cada vez más capaz de ser consciente de sí mismo, de su modo de operar. Así, estamos evolucionando hacia la «inteligencia estudiando a la inteligencia» (el sistema nervioso estudiando al sistema nervioso), y somos más y más capaces de acelerar nuestra propia evolución. Leary simboliza la «inteligencia estudiando a la inteligencia» con el signo I . En los niveles inferiores, uno ve con una sola I, por decirlo así. En los niveles superiores, uno ve con varias I el espaciotiempo se desplaza de las tres dimensiones euclidianas a la mulltidimensionalidad no euclidiana.
Investigación basada en los trabajos de Timothy Leary ©