Hay una pareja de lectores de mi página, de ascendencia comunista, que me escriben de cuando en cuando para ponerme a parir. Ello ocurre invariablemente cuando toco sus dogmas de fe, como la ideología y práctica del comunismo a lo largo de la historia.
Siendo como son personas con una gran conciencia social, están sin embargo bloqueados con el tema espiritual y, por ello, incapacitados para comprender la política más allá de la dualidad izquierda-derecha, debido a la Religión que profesan; el Mesías Marx y los profetas Lenin y Stalin. Como os podréis imaginar, todo viene a cuento del excelente vídeo «La historia soviética», que ha hecho que saltaran como resortes con el aparato argumentario archiconocido de los seguidores de la mencionada religión con el que pretenden coaccionarte y que en poco o nada se diferencia del de los testigos de Jehová o los mormones.
Como ayer le comentaba a uno de ellos, la mejor manera de explicar su comportamiento es recordando cómo el COMUNISTA George Orwell describía los mecanismos de control en su obra 1984. Al sistema no le hace falta vigilar a cada uno de los ciudadanos porque los programas que coloca en las cabezas de algunos de ellos bastan para que se conviertan ellos mismos en policías del pensamiento y, mediante la coacción y el acoso, intenten impedir que las otras personas, las mentes libres, piensen por sí mismas. Contrariamente a lo que se puede pensar, el peor policía, el peor represor, no es el que va de uniforme, sino esas personas bienintencionadas que se ocupan de reprimir a su igual para que ceje en su empeño de buscar la Verdad. Todo ello, para que no le destruyan su religión, sus creencias, su Vida.
Si estas palabras no son suficientes, miraos este vídeo en el que una niña hiperemocionada y bienintencionadísima intenta censurar al investigador judío Norman Finkelstein, autor de «La industria del holocausto» e hijo de supervivientes de la Segunda Guerra Mundial, en una conferencia de una universidad americana. Reparad en cómo se pueden manipular los sentimientos y la «víctima» (el llorón, el pesao, el meapilas) se convierte en el perfecto agente represor del Sistema.