Como no me canso de repetir, por más que uno sepa, hay que estar conectado con la Realidad del día a día, aunque a uno le parezca «superficial». En este caso, con el Mundial de fútbol.
Sin seguir este campeonato, no se podría entender la genial jugada del Tribunal Constitucional español, enfrentado al Jaque del Parlamento catalán, que aprobó un nuevo estatuto que habla de Cataluña como una nación y, por tanto, con la capacidad para decidir si quiere o no pertenecer a España. Dos años de largas para dar su veredicto, sabiendo que negar una decisión de un órgano legal como es el Parlamento catalán podría desembocar en un «casus belli», llevó al Alto Tribunal a dar su veredicto ¡durante el Mundial de Fútbol!
Cuando me di cuenta de la jugada, no pude evitar una carcajada. A quien quiera que se le ocurrió es un genio, sin duda, porque en medio de celebraciones futbolísticas con la bandera española ¿a quién le va a importar el estatuto?
Pues ahí lo tenemos, el pasado miércoles miles de catalanes se lanzaron a la calle gritando «España, España!» y el sábado los independentistas se lanzarán a la calle para protestar contra la decisión del tribunal español, en medio de un calor del carajo ¡y con la final el domingo! La situación, que podría ser prebélica, cambia una barbaridad.
Pero es que, si queréis más paradojas a una situación absolutamente delirante, la mitad de la selección española es catalana (Pujol, Busquets, Capdevila, Xavi y Piqué) y el presidente actual del gobierno catalán (José Montilla) ¡ANDALUZ! ¡Tócate los huevos!
En este aparente galimatías, vemos claramente una parte de la conspiración: la típica treta Iluminati de «divide y vencerás». En este caso, al pueblo ibero, que debe comandar la sublevación planetaria, como ya estamos haciendo con estos congresos… Precisamente, ¡en Barcelona!.
A todo esto, las reivindicaciones independentistas tienen una parte de razón, como siempre, pues el pueblo catalán (frente a lo que creen el resto muchos españoles) soporta unos impuestos como ningún otro en España, y ha de pagar auténticas salvajadas por las autopistas que, en otros lugares, como Andalucía, son gratuitas. La mentira es pensar que con la independencia su situación cambiaría; como si, al dividir una realidad en otra más pequeña, la Ley Sionista que gobierna el Planeta Tierra fuera a desaparecer. ¡Ingenuos!
Porque, queridos independentistas: ¿se independizarían ustedes de los bancos sionistas, de la industria farmacéutica, de la telebasura obligatoria o de la censura de la energía libre? ¿Acaso un pequeño estado dejaría de estar gobernado por la misma mafia? ¿no es cierto que Juan María Nin, presidente de la Caixa, estuvo en la reunión del Club Bilderberg? Punto final. Si el financiero catalán por antonomasia acude al Club Bilderberg, no hay independencia posible: seguirían siendo dependientes del dinero-deuda, que es la única realidad (a menos que uno haya aprendido a vivir del prana, claro).
Mis queridos amigos catalanes: para derrotar a los Iluminati no basta que nos unamos los seres humanos de la Península ibérica, no ¡NOS TENEMOS QUE UNIR TODO EL PLANETA!
Si nos empezamos a separar, ahora que los tenemos bien «enfilaos», arreglados vamos.
Así que, desde mi conciencia galáctica, pronunciaré la fatídica frase: ¡Aúpa España!
(Después, ya nos disolveremos en una entidad mayor y planetaria pero, mientras tanto, cuanto más unidos, mejor).
Celebración en Barcelona de la victoria de semifinales.