Tras un viaje a Cuba en el que acudí a algunas ceremonias de santería, en el año 1998 publiqué mi primer artículo en el campo esotérico para la revista Más Allá: el tema era la relación entre los tambores y la magia africana.En ese camino, me encontré con la obra del insigne antropolólogo cubano, Fernando Ortiz, cuya investigación me llevó… a Africa (donde ocurrió mi despertar). Es por ello que este artículo, en particular, me toca la fibra sensible pues confirma lo que en su día investigué. Ahí va (si os interesa el tema, compraos el libraco que Fernando Ortiz escribió sobre el tema: OBRA MAESTRA!).
Muchos antropólogos se habrán sentido satisfechos. Los pueblos llamados primitivos han demostrado nuevamente poseer un grado de intuición difícilmente concebible desde una perspectiva etnocentrista. En esta ocasión la noticia llega del mundo de la medicina y hace referencia a los rituales de muchas de estas culturas, en cuyas ceremonias colectivas de sanación han estado casi universalmente presentes los círculos de tambores.
En los últimos años estas prácticas han experimentado un resurgir en el campo de las terapias alternativas y las medicinas tradicionales. Pues bien, ahora ha venido a sumarse a ellas una perspectiva más científica emanada de una investigación desarrollada por el Instituto del BienestarMente-Cuerpo, adscrito al Centro Médico californiano de Meadville (EE.UU.), cuyas conclusiones serán publicadas a principios de este año por la revista Terapias alternativas.
El equipo médico de ese organismo ha descubierto que un tipo particular de tamboreo de grupo, conocido como tamboreo compuesto, está relacionado con un incremento en la actividad de las células defensivas capacitadas para combatir el cáncer y las enfermedades virales así como con una alteración, beneficiosa para el organismo, de las hormonas relacionadas con el estrés.
El neurólogo Barry Bittman, director de la investigación, ha hecho público que este estilo determinado de tamboreo grupalaparece correlacionado con un fortalecimiento del sistema de inmunidad natural del organismo. Dicho descubrimiento publicado bajo el título Efectos de la terapia de la música de tamboreo de grupo en la modulación de los parámetros de inmunidad neuroendocrina en individuos normales, sostiene que esta terapia musical propicia la actividad defensora de la linfocina y promueve cambios químicos beneficiosos. El tamboreo compuesto, según sus conclusiones, resulta ser un»impulsor del estrés» útil para el organismo, análogo a la risa.
Sin embargo, el propio Bittman ha advertido que el descubrimiento no debe ser magnificado por el momento: «Si alguien me preguntara si el tratamiento es valioso para los
enfermos de cáncer yo respondería que hay una promesa pero que necesitamos mayor investigación. Necesitamos conocer cuánto duran los beneficios y la frecuencia de sesiones que se requieren para mantenerlos así como la aplicabilidad de laterapia fuera del ambiente clínico».