Bueno, pues ahora sí que estoy en la gloria. Me he mudado a otro hotel con una vista preciosa, más bonito, sin más ruido que los pajaritos y los monos… ¡Y encima por la mitad de precio!
Al final, la «causalidad» de aparecer en Daramsala el día antes de las enseñanzas del Dalai Lama ha sido un regalazo como la copa de los pinos himaláyicos que me rodean. No esperaba la profundidad de sus enseñanzas (pensaba que sería un discursito más «general») y sin embargo está resultando una iniciación en el camino del bodishatva y del tantra tibetano. Y digo iniciación porque los miles de personas de todos los colores y todas las razas que estamos reunidos aquí hemos realizado esta iniciación, con unas meditaciones, mantras y visualizaciones incluidas.
Pero, sin embargo, lo que más me está llenando es la doctrina del budismo acerca de la vacuidad que tanto me recuerda a las teorías de Nassim Haramein: en el vacío se crea la Realidad. La forma nace del vacío y el vacío crea la forma. Todo aquello que existe dependientemente (de otro objeto) no puede tener una existencia intrínseca (en esto se basan los budistas para negar la Realidad como una ilusión, para ellos la verdad está en el vacío). El yo depende del cuerpo y la mente: al ser el yo una mera designación (asociados a ellos), quiere decir que no puede existir separado del cuerpo y la mente.
Mi interpretación de estas otras verdades acerca de la importancia del vacío es a la luz del libro «Biología de la conciencia», de Bruce Lipton, en el que, tras revisar la importancia de cada uno de lo aspectos de la célula, llega a la extraordinaria conclusión de que es ¡LA MEMBRANA CELULAR! la más importante. ¿Por qué? Porque comunica con el resto de células y permite el intercambio de información (nutrientes y energía). Si lo traspasamos al ámbito humano, tendríamos la explicación para entender la importancia del vacío (entendido como «no barreras») porque permite la autoregeneración de ese motor de nuestra relación con el mundo que es la mente. Ahí está la clave de la no identificación ni con el que eras el día anterior ni con la felicidad que viviste dos días atrás; en el momento en el que te quedas pegado a esa experiencia, dejas de conectarte con el Ahora, y esa es la clave de la vida y, según el Dalai Lama, de la iluminación. La clave del camino del tantra está en cultivar el vacío sobre el séptimo chakra y conectarse con la pura luz.
Pero el Dalai Lama ha dado mucha importancia al camino del bodishatva, al iniciado cuyo propósito no sólo es iluminarse él mismo, sino iluminar al resto de la Humanidad.
He disfrutado mucho con estas y otras enseñanzas del Dalai pero, como os podéis imaginar, tengo mis puntualizaciones. Coincidiendo prácticamente en todo con el camino budista, creo que, como el resto de las religiones, se han olvidado de la materia, del problema del dinero. Todo este camino espiritual que con tanto esfuerzo llevan a cabo tantos corazones generosos se ven impedidos por el sistema monetario y el problema del dinero, que ofusca y envenena las relaciones humanas. Como ya sabéis todos (Dinero es deuda), peleamos por conseguir los intereses del dinero-deuda que no existe y, de esa manera, vivimos en un juego de sillas del que países, empresas, familias e individuos van siendo expulsados. Mientras siga ese nefasto juego, la iluminación será sólo una ilusión impermanente, una islita dentro de un océano de injusticia, mientras que con la abolición del dinero deuda, se cambiaría radicalmente las condiciones de juego. El chico aquel de Galilea se dio cuenta de esto hace 2000 años y por eso lo están queriendo borrar de la historia, porque una enseñanza espiritual sin hablar de la materia por excelencia, se queda coja. Mahoma, por supuesto, también lo supo y por eso prohibió la usura.
Hay un aspecto más en el que siento que este camino se queda cojo. Y os lo podéis imaginar.
Ayer me fui con mis colegas los vendedores ambulantes (varios chicos tibetanos y un cachemir) a (suponía) cenar algo. Resultó que me llevaron a los billares de Daramsala y os los podéis imaginar: lúgubres y donde se juntan los chicos «malos». (Dios los cría y ellos se juntan). En estos viajes no siento necesidad de beber ni fumar, así que contemplé cómo mis amigos le pegaban al whisky y al hachís y observé a ¡un monje jugando al billar! ¡Qué raro!
Le pregunté a uno de mis colegas y me confirmó, como esperaba, que si le pillaban, le pegarían una buena. Ya puestos, le pregunté más sobre los lamas y me contestó que «algunos fuman hachís, beben alcohol y follan con las monjas». Acabáramos.
Es imposible acabar con el deseo de la unión hombre/mujer. La enseñanza tántrica tibetana, que no contempla el sexo ni la unión hombre-mujer (al menos, de momento) se deja fuera el tema de los temas en la actualidad: el asunto de las almas gemelas y cómo vivir el nuevo amor desde la unión espiritual. Creo que cualquier enseñanza que no contemple este tema, se queda cojo (y parece que el Dalai no tiene experiencia sobre ello).
Me quedo con el tema del vacío aplicado a este tema en la creación del Tao, yin-yang y os dejo con una de las metáforas que explicó el Dalai Lama acerca del arco y la flecha.
El arco es el vacío y la flecha la visión directa de la realidad. (Me vino a la cabeza el tema del flechazo de Cupido en nuestra tradición: ¿no es una visión directa el amor a primera vista?).
Otra más. El Método es la Sabiduría y el gran gozo, el vacío.
La campana es el vacío y el sonido, el gran gozo.
Meditad en el Vacío. Con una campanita es más fácil. Te recuerda el gran gozo…