Opinión y Noticias Externas — 2 diciembre, 2010 at 11:34 am

Enseñanzas sobre la meditación en el vacío: una de las últimas lecciones del presente Dalai Lama

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La causalidad ha querido que aterrizara en el «pequeño Tíbet» indio días antes de que el Dalai Lama pronunciara una de sus últimas enseñanzas, pues pretende retirarse dentro de seis meses y regresar al Tíbet (ya sin la categoría de Dalai) para morir en la tierra que le dio la vida. Quizás por ello, la última parte de su iniciación de hoy versó sobre la muerte, sobre los cuatro estados que uno ha de superar durante el periodo de su desencarnación y que están relacionados con los cuatro elementos. Tierra, agua (la boca se queda seca), fuego (se pierde el calor corporal) y aire (la  respiración cesa). Entonces, se produce la visión de una lámpara a punto de extinguirse y sólo queda una luz, una chispa, la única cosa que podemos ver en ese crucial momento, antes de atravesar el sendero del Bardo, o estado intermedio, armados de nuestro cuerpo ilusorio o cuerpo mental. La preparación para ese momento consiste en saber reconocer nuestro vehículo ilusorio e iluminarlo con la visión del tantra, una de cuyas prácticas consiste en la visualización de un mandala compuesto de 32 budas para unirnos a la clara luz. Lo último que se para es el corazón porque ahí reside la conciencia. Cuatro colores pasan en este último estado, el blanco, el rojo, el negro y el de la Clara Luz.

El Dalai Lama ha insistido mucho en que la iluminación consiste en iluminar (poner luz) en nuestra oscuridad, lo que concuerda con mi propio camino en que es mejor sacar a la luz nuestro «lado oscuro» e iluminarlo mediante la conciencia que fingir de cara al exterior que somos mejores de lo que somos. La imagen que me venía esta noche era una vela que iluminaba un armario donde guardábamos aquellas cosas que nos avergüenzan (y que aparecen en el mundo del inconsciente: los sueños). La iluminación no es permanente porque la conciencia, en sí misma, es impermanente y todo fenómeno tiene una dependencia de otro que hace que, para el budismo, sea ilusorio o irreal, en el sentido de que no puede existir sin la conciencia que la está percibiendo. De ahí la importancia de meditar en el vacío que, como dije ayer, no es la nada sino el espacio donde todo ocurre (interconectado). La buena noticia es que también la ilusión de la irrealidad también es impermanente porque la Mente, en esencia, es pura. De ahí, otra vez, la importancia de la meditación en el vacío porque cuando «borramos» los archivos que no nos sirven, vuelve a surgir la claridad mental.

Describiros el ambiente que he vivido estos días en el Templo es prácticamente imposible pues solo con fotos (no permitidas) podríais siquiera atisbar la variedad de caras y vestidos humanos que allí se reunieron. ¡Si vierais a las ancianitas y ancianitos campesinos de Tíbet, Mongolia, Rusia o Corea escuchar estas profundísimas enseñanzas! La verdad es que yo, alucinaba: me imaginaba un paisano de Burgos escuchando esto y no me entraba en la cabeza, la verdad. Algo tienen estos pueblos e especial, sin duda.

El Dalai nos ha dejado muchos regalos en forma de regalos. Por ejemplo, una respiración consistente en decir OM (sin pronunciarlo) en la inspiración, Ah (en el segundo previo a la expiración) y Hum en la expiración: todo ello meditando en la gota de la conciencia contenida en el Vajra, o método.

Hay mucho más pero, de momento, prefiero guardarlo para mí y disfrutarlo en estos últimos días en el pequeño Tíbet de la India. Me  va a costar irme.

Todo mi agradecimiento para el Dalai Lama por estas excepcionales enseñanzas y el ambiente que se ha vivido en su templo.

PD. Ya que estamos con el tema de la muerte, os dejo un libro que va sobre el tema.Michael Newton – La vida entre vidas
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