A cualquier mínimo observador de la actualidad cinematográfica no se le puede escapar que el género más en boga actualmente (después del terror) es el conspiranoico, es decir, todas aquellas tramas en las que los protagonistas han de escapar de un Poder oculto que maneja los hilos.
Si os acordáis, hace ya tiempo que vislumbraba que a esas tramas de conspiración se unieran otras amorosas y el resultado de esa fusión es una delicia de película llamada «Destino oculto», cuya trama es, precisamente, la imposibilidad de vivir el Amor soñado por mor de un poder oculto. Todo ello, con una preciosa trama amorosa cargada de sincronías mezclada con una política (que sugiere que el próximo «Obama» puede ser un chico muy joven, tipo Matt Damon).
Hace ya tiempo que mi mente ultraconspiranoica vislumbró la posibilidad de que la tecnología satelital y el mismísimo HAARP pudieran detectar en nuestro aura-vibración-onda que estemos viviendo el amor soñado y, técnicamente, es posible que nos puedan enviar una «contraonda» de miedo para que uno de los dos huya o genere una situación que lleve al traste con la relación. Una mezcla de MK Ultra con HAARP, vaya.
Esta estupenda película va más por el lado sufi y del islam, una tradición espiritual que sostiene que los djinns (es decir, los diablos que se cuelan en nuestra mente) lo que más desean es desunir el amor hombre-mujer. Lo que pasa es que los diablos visten tan elegantes como los señores Smith de Mátrix.
Destino oculto está plagada de información codificada y tiene un final absolutamente mágico.
Esta película sí merece la pena pagar por ir a verla al cine. Os lo aseguro.
Aunque a mí Matt Damon no me haga mucha gracia, la coprotagonista sí merece muchísimo la pena.