Mi querida amiga Angélica está a punto de pasar el último examen para ser juez y está hecha un flan. Años de privarse de muchas cosas para afrontar este momento.
Como no puedo estudiar por ella, intento ayudarla como puedo: fortaleciendo su mente. En el anterior le dije que era casi más importante la actitud con la que cantara los temas que lo mucho que se los supiera. Que se creyera jueza cuando estuviera delante del tribunal. Y funcionó.
Ahora, que se acerca el momento y su autoestima se tambalea, se me ocurrió que se escribiera una carta de amor a sí misma, en la que se contara lo mucho que se ha esforzado, lo que se quiere por todo lo que ha hecho en estos años y que, después, se la enviara a sí misma por correo para que así. Que se la leyera el día del examen, antes de ir ante el tribunal para que sintiera que se merece ese triunfo personal.
Por poco se le saltan las lágrimas por teléfono: tanto sufrimiento, tantas privaciones…
Durante estos días de pre-revolución en los que se sabe lo que no se quiere pero todavía la gente no se atreve a decir LO QUE SÍ QUIERE (vivir sin fronteras, sin dinero, viajar por el espacio, teletransportarse…), se me ha ocurrido que hay mucha gente que necesita, como Angeles, escribirse una carta de amor a sí mismo.
Por una sencilla razón: para construir este Mundo Nuevo en el que reine la Alegría y la Creatividad, hace falta que cada una de las personas que lo pretenden, primero se crean que pueden alcanzar su felicidad personal, pues la felicidad social es la suma de las felicidades individuales.
Arrastramos muchísimas penas, frustraciones, rencores, dolores emocionales que han ido minando nuestra autoestima. Estamos más dispuestos a reivindicar por la sociedad que por nuestra felicidad personal, pues nos parece sinónimo de egoísmo. Es hora que nos reconozcamos a nosotros mismos el trabajo por sobrevivir en este auténtico infierno que ha sido la Vida en el Planeta Tierra y que nos digamos:
¡Me merezco la felicidad plena!
Hazlo hoy mismo: escríbete una carta de amor a ti mismo en la que te cuentes toda tu vida. Tus frustraciones, tu rabia, las veces que te levantaste cuando creías que te ibas a volver loco o acabar en un psiquiátrico y recordar aquel anhelo que te impulsó a seguir hasta aquí… Ese que te haría sentirte realizado/a, aquel con el que te sentirías completamente feliz.