Me llegó ayer mismo.
Sevilla, 13 de junio de 2011-06-13
Estimado Rafael.
Hace días que vengo observando tu énfasis en, digamos desenmascarar las incongruencias del movimiento feminista. A veces incluso encuentro en tu reflexión demasiado sarcasmo y puede que esté justificado.
He traspasado ya los cincuenta y estos años me dan una perspectiva muy esclarecedora para reflexionar sobre mi propio camino, que también pasó por el feminismo.
Aunque nunca he sido miembro de iglesias ni partidos, por mi implicación en el mundo estudiantil y sindical llegué a estar en el movimiento feminista en aquellos años ochenta, primeros de los ochenta. Fueron unos pocos años los que sirvieron para ver que aquello tomaba unos derroteros con muy poco sentido. Sobretodo algunas se lo achacamos a que el movimiento fue tomado por “el lesbianismo” y por “los partidos políticos”.
En principio muchas mujeres, que habíamos visto la enorme discriminación que tenían nuestras madres y abuelas para poderse mover con cierta libertad, entendíamos que había que reivindicar una igualdad de derechos, porque siempre partíamos que hombre y mujer somos diferentes, y eso es lo hermoso, esa diferencia. Incluso se le llamó a esta corriente feminista , corriente de clase, que no de sexo.
El tiempo pasó, y en muy poco tiempo como te cuento, esta corriente fue dominada por esa simbiosis que se estableció entre las duras del movimiento y los partidos políticos. Y de ahí salió esta amalgama que hoy tenemos y que parece más una pose que esconde otras intenciones que cada vez veo más oscuras.
Dentro del corazón de muchas mujeres en aquellos años deseábamos un reconocimiento de derechos para así, poder compartir con los hombres nuestro planeta y nuestro universo. De hecho en nuestras propias vidas la mayoría encontramos a magníficos hombres, compañeros de viaje y cómplices de nuestro caminar sin más problema. Porque…Ya desde entonces se entendía que lo que establecía desigualdades era el sistema, un sistema que reproducía el rol amo/esclavo siempre que podía: entre cónyuges, en las relaciones laborales, entre padres e hijos, entre hermanos y hermanas etc.
Por supuesto todo dependía del estrato social al que pertenecieras, porque una señora burguesa, por mucho que tuviera un marido que no la considerara, se echaba un amante sin problemas y, a otra cosa mariposa.
Como te digo, comencé pronto a ver las incongruencias del propio movimiento que degeneró por las dos vertientes: por la política y por la sexual cuando se comenzó a poner en moda el lesbianismo, porque era una moda.
Ahora, el análisis que venís haciendo algunos resuena mucho dentro de mi alma. Resuena porque ahora me explico cómo ha sido manejado incluso el inocente sentir de querer no ser esclavos de nadie, ni de padre ni de marido. Ha sido manejado y como es algo que se ha quedado sin alma, sin sentir hoy lo único que tenemos son señoras ministras, alcaldesas, directivas y políticas que están donde están porque han accedido a los valores del sistema y no entendieron que había que eliminar la ESCLAVITUD, o mejor no han querido eliminarla.
Hoy tengo hijas veinteañeras con un sentido común fuera de serie. Para nada se sienten feministas y por otra advierten lo manipuladores que pueden llegar a ser estos mensajes “igualitarios” cuando no profundizan en el maravilloso regalo de la naturaleza que es el encuentro entre un hombre y una mujer. Quizás esta ha sido mi mejor contribución al feminismo porque nunca perdí de vista que, por encima de todo somos seres humanos, magníficos seres humanos hombres y mujeres.
Un saludo Rafael.