Me acabo de levantar en Granada y, durante la conversación con Chus, mi cicerone aquí, nos ponemos a hablar de mil cosas y aterrizamos en el llamado síndrome tóxico que mató a mucha gente a principios de los ochenta, falsamente atribuido al aceite de colza.
Yo me había quedado con el envenenamiento por parte de la Bayer, pero Chus me ha dado un dato que clarifica por completo la situación: cuando empezó la epidemia estalló una bomba biológica en Torrejón, donde los yanquis tenían una base militar.