Seguro que os estaréis preguntando ¿quién coño son las «Pussy Riots? ¿Qué han hecho estas «artistas punks» para que Putin las tenga tanto enconamiento? ¿A qué se dedican? ¿Cantan, pintan, tocan algún instrumento?
Bueno, pues os voy a contar una cosa. No hacen nada. Nada útil. No tienen ninguna obra.
El fenómeno «Pussy Riots», según relata el analista israelita cristiano Israel Shamir, es una creación del politólogo judeo ruso Plucer-Sarno de Mevasseret Zion, es decir, el ideólogo de esta operación de Ingeniería Social.
Hasta ahora, las «obras» de los «Coños en pie de guerra» o «Coños alborotados» (traducción aproximada del inglés) son las siguientes:
-Robar un pollo congelado de un supermercado y convertirlo en un consolador, grabando el acto y subiéndolo a internet.
-Escribir y soltar papeles con fuertes insultos a Putin en el metro de Moscú.
-Montar una orgía en un Museo y erigir un enorme pene.
-Entrar en iglesias y catedrales profiriendo blasfemias y quemando iconos religiosos.
¿Y por qué los medios de comunicación han prestado tanta atención a unas gilipolleces tan grandes?, os preguntaréis algunos.
Muy sencillo, PORQUE LO IMPORTANTE DE LA «OBRA» DE LAS PUSSY RIOTS ERA LO QUE VENÍA DESPUÉS. Es decir, ahora.
Después de todos estos actos «artísticos», que fueron aguantados por las autoridades con paciencia (conocedores de lo que había detrás), las Pussy Riots fueron acusadas de «crímenes de odio», similares a los que en otros países suceden con quien hace alarde de símbolos nazis. Pensad en lo que ocurriría si alguien entrara en una sinagoga negando que 6 millones de judíos hubieran muerto en las cámaras de gas con cuatro locas PAGADAS que entran en una iglesia profiriendo proclamas de odio contra la creencia que allí se profesa.
Esta es la verdadera historia detrás de estas «rebeldes» ensalzadas por la prensa occidental para pintar a Wladimir Putin como un dictador que no respeta a los artistas.
La realidad, por si todavía no os habéis dado cuenta es que LAS PUSSY RIOTS SON UNA OPERACIÓN DE GUERRA PSICOLÓGICA CONTRA RUSIA. Como en el caso de Assange, el feminismo y el anticlericalismo son la vía para manchar la imagen de Putin.
De una manera muy burda, claro está.