Arte, Opinión y Noticias Externas — 16 febrero, 2013 at 2:40 pm

Descodificación de «La maldición del escorpión de Jade», de Woody Allen: el misterio judío, ¡resuelto!

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Llevo años preguntándome acerca de la mejor forma de entender la psique del pueblo judío; lo que les impulsará a hacer el Mal al resto de la Humanidad, si carecerán de sentimientos y cómo será capaz su conciencia de encajar esa maldad. Recurrí al estudio de la Torah y encontré respuestas pero seguía sin comprenderlos del todo.
Curiosa (y sincrónicamente) la respuesta estaba en el que fuera mi ídolo, Woody Allen. Hoy día, me parece claro que fue utilizado por el sionismo internacional para ganarse la simpatía de la gente de izquierdas; ellos ofrecían el cine «derechas» de Hollywood (controlado por judíos, por supuesto), y a los intelectuales, nos ofrecían a Woody Allen. En el país de los ciegos, el tuerto es el rey, así que a casi todos nos ha gustado Woody Allen.
La enorme ventaja de Woody Allen es que muestra abiertamente todas sus neuras judías y, por si quedara alguna duda, al final de muchas de sus películas reconoce (en una metáfora) que ha contado algún pasaje de su vida.
Hacer un psicoanálisis a los inventores del psicoanálisis, por otra parte, creo que es el final perfecto para esta introspección judía en su propia neurosis.
La película que hoy os propongo ver es otra de las más surrealistas de Allen; que son sin duda son las más interesante para lo que nos ocupa, pues ahí podemos acceder al inconsciente judío.
Se llama «La maldición del escorpión de jade» y va sobre robos e hipnosis. Más abajo, la descodificación.
Ya mayorcito, Allen hace de su adorado Humprey Bogart en esta película que recrea las pelis de detectives de los años 40 y los típicos amoríos chico-chica que se pelean y se aman. Obviamente, Allen no da el tipo físicamente para ligarse a tres bellezones como Helen Hunt, Elizabeth Berkeley y Charlize Theron, pero la cabezonería de Allen al interpretar el papel del imitador de Bogart es una prueba irrefutable de que está haciendo realidad sus sueños. Es decir, en esta película se permite el lujo de ligarse a una mujer fatal (Theron), una feminista poderosa (su compañera de oficina, Hunt) y la jovencita virginal (Berkeley).
Nada más comenzar, aparece el nudo de la película, que es un show de un hipnotizador (a manos de un tal Boltan Polgar, apellido judío húngaro), en la que Hunt y Allen, que se llevan fatal, caen dulcemente enamorados el uno del otro, al escuchar sendas palabras «Madagascar»* y «Constantinopla»* y un símbolo: el escorpión de jade.
A partir de ahí, se desarrolla la trama de robos, en clara referencia al programa de control mental MK Ultra, porque el hipnotizador (judío) hace de Allen y de Hunt sus muñecos.
Así las cosas, se produce la valiosísima situación de que el pueblo judío (Allen) se dedica a buscar al ladrón de joyas que es… ¡Él mismo!
Es decir, ¡tiene una doble personalidad y uno no sabe lo que hace él otro!
Me parece claro que Allen está buscando una expiación por los abusos sexuales cometidos sobre sus hijastros y, de alguna manera, está diciendo que él era inconsciente (posiblemente, hubiera sufrido, también esos abusos de pequeño).
Tanto es así, que cuando encuentran las joyas en su propia casa, Allen grita desesperado: «¡es una conspiración!» ¡Alguien ha colocado las pruebas!».
Amén de sus sempiternas referencias Hitler y Mussolini (que sirven al pueblo judío para defender que ellos son los «buenos»), así como contra los curas (llama a uno «pederasta», la película destaca por su jazz de banjo, que sirve para realzar los momentos álgidos de la película.
La Conspiración hipnótica se empieza a resolver porque, en estado de hipnosis, tanto Allen como Hunt se dicen que se aman, y el otro nota el cambio de conducta. Es decir, ¡el mismo estado en el que se convierten en muñecos MK Ultra es cuando son capaces de amar!. En otras palabras, «cuando hacen caso a Jehová (el hipnotizador) y roban, se aman».
Esta frase daría para toda una tesis sobre el pueblo judío, pero me quedo con la del hombre que deshipnotiza a Allen: «nadie hace nada cuando está hipnotizado, que no fuera capaz de hacer en el mundo real».
Quiere decir que el mundo del inconsciente también forma parte de la responsabilidad de un individuo.
La película se resuelve cuando Allen decide que el mundo del inconsciente (donde era capaz de decir a Hunt que la amaba) se impone al inconsciente. Aparentemente, utiliza la palabra mágica (el hechizo judío) para enamorar a Hunt, aunque luego ella da un giro reconociendo que «se hacía la hipnotizada».
Parece claro que es el Amor el que puede redimir al pueblo judío del hechizo hipnótico de Jehová. Y, como curiosidad, en este día del Amor Hombre-Mujer, al final de la película hay unas frases muy bonitas que se dicen Allen y Hunt sobre la incapacidad para expresar sus sentimientos.
PD: Como curiosidad, ¿sabéis en qué año salió esta película del realizador judío neoyorquino? 2001. Recordáis unos aviones que se estrellaron contra unas torres y que decenas de agentes judíos fueron detenidos espiando en delegaciones yanquis…
¿Sabían o no sabían lo que estaban haciendo? ¿Estaban hipnotizados por Jehová?
PD 2: ¡Se me olvidaba casi lo más importante! ¡El título de la película!
Obviamente, está la sabiduría taoísta de por medio. La referencia al jade tiene que ver con el sexo y la larga vida; el dragón de jade se supone que es un afrodisíaco (evidentemente, Allen estaba preocupado en aquel año por ese tema; bueno, siempre).
El por qué haya cambiado el dragón por el escorpión es complejo. Primeramente, Hunt le llama «reptil» en una escena (al igual que en la película Zelig: el camaleón, también muy interesante). El signo de Escorpio tiene que ver con la magia, lo oculto y también con la muerte, así que bien podría ser ésta la explicación.