Desayunando hace meses una mañana en Barcelona con mi amigo Paco, en su bar favorito, me encontré con una entrevista en «la contra de El Periódico» con un tipo feminista llamado Rubén Sánchez al que le habían dado un premio por obediente. Salir en un gran periódico.
-Ya verás como dentro de nada, este tío se convierte en un líder de la izquierda.
¿Te acuerdas, Pacorro? ¡Aquí lo tienes, colega!!
Charla sobre la «nueva masculinidad» en Hospitalet, el pasado 23 de marzo. Vale la pena hacer un esfuerzo por leer o escuchar en catalán porque el contenido es un libro abierto sobre los complejos de culpa del hombre feminista.
1-Asocian la «violencia machista» al «amor romántico», «la división sexual del trabajo», «la familia», «la cultura de la violencia y la obediencia».
Traducción. Se trata de un pensamiento maniqueo, típico de una persona traumatizada que, visto que no puede acceder al Amor (por culpa, precisamente, del feminismo), atribuye el mal a la «familia» y al «amor romántico». En su cabeza, como he explicado, todas las muertes englobadas en el genérico «violencia de género» están relacionadas. Pero, dado que no ha habido ninguna investigación sobre la motivación de los asesinos, simple y llanamente, es imposible conocerlo.
En resumen, y sin que medie explicación alguna: «Todo lo malo que pasa es culpa del varón».
2-Los cuatro pilares del «heteropatriarcado» son «la jerarquía, ¡la potencia sexual!, ¡la belicosidad heroica! y la autosuficiencia».
(Comprobad, por favor, que no me lo estoy inventando).
Interpretando este clarificador texto nos encontramos, claramente, que el mal del varón reside en su erección («potencia sexual»), en su heroicismo, su autosuficiencia y su singularidad, vaya (jerarquía). Ligar todos estos calificativos con la falta de consideración con la mujer es realmente difícil y más bien, parecen los ATRIBUTOS DE UN HOMBRE QUE GUSTA A LAS MUJERES. Es decir, «héroe, autónomo, con carácter y, encima, potente sexualmente».
De aquí deducimos fácilmente que los hombres que dieron esta conferencia no solo carecen de todos estos atributos sino que los aborrecen. Evidentemente, han asumido como antivalores, aquello que una mujer con problemas de relación con el varón no ha conseguido tener.
Insisto, no me lo invento, lo dice aquí Rubén Sánchez.
Y la única manera de explicar cómo un hombre puede abjurar de su heroísmo, su carácter, su autonomía y hasta de su potencia sexual es, evidentemente, porque ha sido castrado. Se convierte en aquello que la mujer que ama «dice» que es lo bueno. El hombre feminista, como Rubén Sánchez, aborrece su naturaleza pensando que así la mujer le va a querer más pero, precisamente, como comentaba hace días, si hay algo que una mujer aborrece es un hombre sin dignidad, por lo que, inconscientemente, acabará castrando a ese hombre que no se quiere a sí mismo, hasta conducirlo (subrepticiamente) al movimiento gay.
Seguidamente, se mete con el tema de los gén-eros, en la creencia (que ya desmonté en mis dos últimos libros) de que son construcciones culturales y no, como la propia palabra indica, gen-éticos. Después de meterse en un lío de siglas que, sin duda, forma parte de la Ingeniería Social castrante recibida, anima a «deconstruirlos» que es, ni más ni menos, que el paso hacia la transexualización en la que, preveo, caerá este Rubén Sánchez, por pura lógica, a no mucho tardar.
Seguidamente, dicen que la «ira» es la única emoción que puede expresar el hombre actualmente y no el afecto, la empatía, etc. Viven en su mundo, obviamente, y sólo ven lo que quieren ver.
Tremendo. Estas personas que mantienen esta creencia son las mismas que niegan al hombre defender su inocencia ante una denuncia de maltrato, es decir, llorar por su libertad.
Están locos. Sólo se me ocurre decir eso. No puede caber tanta contradicción en unas cabezas sin un alto grado de neurosis.
Acaba apelando a la construcción de «nuevas masculinidades y feminidades» que no es más que lo que ya sabes: el Movimiento Gay.