General — 14 abril, 2013 at 11:23 am

«Éxodo», con Paul Newman haciendo de «Moisés»: el sionismo cuenta cómo crearon el estado de Israel

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En 1960 se estrena la superproducción Exodo, del judío alemán Otto Preminger a partir de la novela del mismo nombre del judío Leon Uris, sobre un hecho relativamente cercano, como la creación del estado de Israel. Sin embargo, y como el propio título indica, a pesar de que los hechos son cercanos cronológicamente en realidad es una recreación de la misma historia de Moisés relatada en Los Diez Mandamientos pero con el actor norteamericano de origen judío Paul Newman, en el papel de Charlton Heston.
El guapo entre los guapos de la historia del cine (junto a Marlon Brando) interpreta aquí al terrorista judío Ben Canaán del grupo Haganah, trasunto de Ben Gurión, quien dirige en Chipre una rebelión entre los refugiados judíos contra sus protectores británicos encaminada a transportar el buque Olimpia (de los dioses) a la Tierra Prometida, Israel. Encontrándonos ahora mismo con la crisis monetaria en la isla mediterránea me ha sorprendido mucho que el terrorista judío Paul Newman dé órdenes al gobernador chipriota como si fuera suya y que se permita sugerir robarle el jeep del arzobispo ortodoxo con el mayor descaro.
Con ser esta el cine un engaño en sí mismo (tratar de hacerte creer que lo que ves en la pantalla es -o fue- real) pocos habrá de tal envergadura como el de este gigantesco acto propagandístico en el que los ocupantes judíos de Palestina son llamados “palestinos” y a sus verdaderos habitantes se les llama “árabes”.
La trama gira en torno al Moisés/Paul Newman que, por si alguien tiene alguna duda, no se recata en nombrar a Moisés en varias ocasiones, entre ellas, citando Exodo 7,26: “Lo que Dios dijo a Moisés, dile al Faraón deja marchar a mi pueblo”, dejando en claro que esta película, aún ambientada en otra época, es la continuación -ideológicamente hablando- de Los Diez Mandamientos. El elemento femenino imprescindible en toda película lo encarna aquí la rubia Eva Marie Saint, a quien vimos con Marlon Brando en La Ley del Silencio, interpretando a una norteamericana ex esposa de un reportero, que gracias a su amistad con el jefe de la misión militar inglesa campa por sus anchas en toda la trama. De religión episcopaliana y profesión enfermera, la norteamericana se convierte en la protectora de una virgen judía (tan rubia como Paul Newman) cuyo padre desapareció en los campos de trabajo alemanes, y a la que pretende llevar consigo a Estados Unidos. La segunda trama amorosa gira en torno a su propia protegida (Karen Jansen) y el adolescente Sal Mineo, al que vimos en Rebelde sin causa junto a James Dean, haciendo del terrorista Doc Landau. Evidentemente, son una copia de Romeo y Julieta.
Paul Newman/Ben Canaán utiliza los trucos habituales de los servicios secretos, aunque aquí más cercanos a los Hermanos Marx, para engañar a los tontos ingleses aludiendo a que son “la Brigada judía de Su Majestad” y poder zarpar con el barco rumbo a la Tierra Prometida. Unos minutos a lo Groucho Marx en los que se permite decir él mismo “judíos: la mitad de ellos comunistas, y la otra mitad, usureros”. (!!) En el minuto 45′ amenaza con volar el propio barco en pedazos si no le dejan salir, recordando que su grupo, Haganah, ya hizo algo parecido en otra ocasión, lo que nos ayuda a comprender quién inventó los atentados suicidas.
Pero, sabiendo que Exodo es sin duda un publirreportaje judío sobre la creación del Estado de Israel, un visionado consciente de esta película nos depara muchas más informaciones reveladoras. En el minuto 53, Paul Newman-Ben Gurión comenta que durante la Primera Guerra Mundial hubo un acuerdo entre los ingleses y la judería mundial, bajo el cual estos últimos les ayudarían a cambio de permitir los asentamientos en el protectorado inglés de Palestina: algo que se consiguió con la Declaración de Balfour. Este -la traición al pueblo alemán- recordémoslo, fue el principal argumento del odio de Hitler hacia los judíos y que daría pie a la persecución de los años treinta y principios de los cuarenta. Más tarde, el propio Newman reconoce que la huelga de hambre y la amenaza de volar el barco Olimpia eran una ardid para llamar la atención de la recién creada ONU sobre la creación del estado de Israel, en esos momentos en discusión. Propaganda al estilo Bernays.
Nada más llegar a Israel, Sal Mineo/Doc Landau es detenido por unirse al grupo terrorista Irgún, cuyo jefe es el tío de Paul Newman, peleado con su hermano, padre de Newman, porque no es partidario de los atentados con bombas, aunque ya en la primera escena el propio líder del Irgún reconoce que ambos grupos trabajan juntos, pese a sus diferencias. Tenemos aquí la fábula de Caín y Abel una vez más, que en su versión “poli bueno/poli malo” daría pie a toda una serie de sagas de películas policíacas y, en su versión “real”, a las típicas escisiones de los grupos terroristas entre moderados y radicales (ETA político militar/ ETA militar; Al Fatah, Hamás). En el kibbutz donde reinan el padre y la hermana de Paul Newman, plagado de niños boy-scouts, se generan las relaciones públicas de Israel de cara al mundo, lanzando mensajes contradictorios, sobre que esa es su tierra pero que quieren vivir en paz con los “árabes” (nunca se les llama “palestinos”). Todo ello, a pesar de que esta familia dirigente, por su tez y sus ojos, es claramente de raíz aria/askhenazí, al igual que la niña, lo que echa por tierra sus históricas pretensiones sobre esta tierra. Al tiempo, se escuchan discursos tan clarividentes (por parte de los propios judíos) como éste: “hablar de Justicia y judíos al mismo tiempo es absurdo”. “Después de lo que hemos sufrido, ya es hora de que les toque sufrir a otros”, imbuidos del victimismo histórico con el que el pueblo que ha comandado Hollywood desde sus inicios ha fundamentado la esclavitud a la que ha sometido al resto de la Humanidad. La virgen Karen Hansen, sin duda para el consumo interno, también hace una apología de su lengua: “ahora tenemos un idioma propio” que tanto habrá influido en el desarrollo de los nacionalismos basados en la lengua y que aspiran a un estado propio. Todo ello apoyado por una música épica compuesta por el judío, Ernest Gold.
La película se ajusta bastante a la realidad histórica cuando describen el salvaje atentado sobre el Hotel Rey David de Jerusalén, que provocó la salida del país que había propiciado su llegada a Israel, Reino Unido. Lo que habla bien a las claras de que la traición es la seña dominante de este país desde su origen, que se consuma con la toma de la prisión de Acre, casi calcada al que aparecerá en Lawrence de Arabia en 1962, pero con la fortaleza de Al Aqaba. Tras describir la votación de la ONU, en directo, que dio a Israel la entidad de estado de la ONU, el padre de Newman miente de manera bellaca al poner en boca de el Gran Mufí de Jerusalén una amenaza de muerte para todo árabe que no luchara contra los judíos. El colmo de la perfidida a la vista de todos es cuando el tal Barack (“padre” de Newman) promete a los árabes vivir en paz con ellos, mientras por detrás, junto con su hijo, ya vislumbran las siguientes batallas, que se librarán cuando los árabes intentan atacar el kibbutz donde están los niños, y donde morirá la virgen Hansen y el amigo árabe de Newman.
La identificación emocional, sobre todo del público norteamericano, con el pueblo judío, se habrá conseguido a través del amor -que salva religiones- entre Eva Marie Saint y Paul Newman y el amor imposible de los jóvenes Romeo y Julieta: Sal Mineo y Karen Hansen, muerta como una virgen. Sacrificio ritual a los dioses.

Aquí la podéis ver, en español: ¡Cuántos muertos palestinos ha generado la inteligente manipulación que contiene esta GRAN PELÍCULA!