Uno de los mejores piropos que me han dicho fue calificarme de «hacker», entendiendo que mi labor periodística («liberando información») era, a fin de cuentas, la misma que la de un hacker con los códigos informáticos.
En definitiva, todo lo que estamos haciendo es liberar «códigos». Liberamos los códigos de los atentados del 11-S para que la gente entendiera que las guerras se crean artificialmente; liberamos los códigos sobre cómo nos han ocultado la existencia de vida en otros planetas para darnos cuenta de que hay otras formas posibles de vivir; liberamos la información sobre los genios censurados para darnos cuenta de que podemos obtener -y disfrutar-energía infinita. Y así, con todo…
Se puede decir que, tras la confirmación de que las corporaciones disfrazadas como «gobiernos» vigilan todos nuestros actos y que la crisis económica fue prefabricada, hemos ganado todas las batallas de la deslegitimación del sistema. Ahora se trata de ILEGALIZAR EL SISTEMA.
Ya nadie puede creerse que los gobiernos «trabajen por nuestro Bien». Es decir, son «otra cosa», no gobiernos legítimos: trabajan en función de otros objetivos diferentes al bien de los ciudadanos.
Es en este estado de cosas que el OPPT «Fideicomiso único de la gente» (One’s People Public Trust) ha liberado el código final, el «core» del sistema que diría un informático.
Y quien lo ha hecho es una abogada o, mejor dicho, una «hackbogada», en el sentido antes mencionado. Heather Anne Tucci Garraf.
Hace ya bastantes años que aprendimos que los gobiernos, en realidad, son corporaciones. Que en 1879 se creó la corporación UNITED STATES OF AMERICA, que sustituyó al legítimo United States for America (con minúsculas) y colocó sus departamentos como ministerios, acabando por sustituir su Reserva Federal por el Tesoro público en la impresión/emisión del dinero.
Supimos también que toda la jugada tuvo que ver con que la Ley Marítima, es decir, el Derecho comercial, sustituyera a la Ley de la tierra, el Derecho Natural. La ley marítima es un derecho privado que rige las transacciones entre entidades privadas, no seres humanos. Fue así cómo empezaron a registrarnos desde que nacemos, etiquetándonos como objetos comerciales al servicio de la Corporación, no como seres humanos y después de la Segunda Guerra Mundial nos obligaron a identificarnos con un «Documento de Identidad»: ¡cómo si no bastara con nuestra cara!. Desde ese momento, la Corporación nos «concede» unos derechos y, como nos los conceden (no son nuestros como Seres Humanos porque no nos reconocen como tales), con las mismas, no los cumplen.
Esa es la razón última por la que ninguno de los contratos firmados entre los ciudadanos y el Estado, conocidos como CONSTITUCIONES, se cumplen: en realidad no es un contrato a cumplir por ambas partes («yo me porto bien, no hago el mal a nadie y a cambio tendré un trabajo, vivienda y el Estado no me tratará como un delincuente») sino una declaración de intenciones por parte de la Corporación que es en realidad el Estado. «Si puedo y me conviene, permitiré que haya trabajo y vivienda, pero ninguno tenéis capacidad jurídica para derrocarme porque sois mis esclavos».
Esa es la razón por la que ningunas elecciones ni manifestaciones sirven absolutamente para nada, porque los gobiernos son sólo fachadas de una corporación y, si algún gobierno trata de quebrar ese orden, será sustituido. No tiene capacidad para hacerlo porque la Ley que opera es el Derecho Comercial, no el Derecho Natural, como he mencionado. Los manifestantes suplican, como esclavos, que sus gobiernos les traten bien, pero en realidad un amo no tiene la obligación de tratar bien a un esclavo. Sólo un Ser Humano puede EXIGIR que le traten como tal.
Bien, todo esto lo sabemos desde hace algunos años, muchos lo aprendieron en el vídeo kymatica y yo mismo expliqué toda la jugada en el libro «Cómo nos robaron la salud, el dinero, el amor… y el tiempo».
El asunto es que faltaba una prueba.
Aquí es donde aparece la reputadísima abogada, experta en derecho internacional y financiero, Heather Anne Tucci, y decide realizar un «test» para llegar al final del sistema; para ello, deja de pagar su hipoteca y se niega a seguir devolviendo un dinero que nunca jamás existió salvo como una deuda.
Como es una experta abogada y conoce los códigos (hackbogada) va ascendiendo por la pirámide judicial a través de los diferentes juzgados e instancias gubernamentales, desmontando su legitimidad por todo el tema del dinero deuda que ya todos conocéis. «Llega» a la fraudulenta Reserva Federal, y en el litigio siguiente, al Banco de Pagos Internacionales (BIS) de Ginebra, comprobando que es el organismo que dirige y controla todo el sistema financiero.
Pero todavía no es el tope de la pirámide: necesita conocer de dónde procede la legitimidad jurídica del sistema corporativo que trata a los humanos como mercancía. Y llega.
Los códigos por los que se rige el comercio internacional (y, dado que no existe el derecho civil, puesto que nos tratan como mercancías) los maneja un ocultísimo organismo llamado Universal Comercial Code (UCC), del cual no hay referencias en Internet, e incluso está suplantado por otro UCC que es, sin duda, una cortina de humo.
Entre otras cosas, a resultas de todo ello, nos enteramos de que los llamados paraísos fiscales, conocidos en inglés como «off-shores» (literalmente «fuera de la orilla»), lo son porque no se rigen por el derecho internacional ni la ONU sino por el Derecho Marítimo (mercantil) y de esa manera se saltan las reglamentaciones de los países, de las tierras, vaya. El origen de la palabra «banco» (y el concepto mismo, obviamente) se refiere a un «banco de arena» en mitad del mar (u «orilla», en el sentido de que son limítrofes entre el mar y la tierra) por lo que también se rige por el derecho mercantil, y no por la ley de la tierra, la humana.
Bien, creo que en octubre pasado, Heather llegó al corazón del sistema, al «algoritmo» que rige la Bestia (si me permitís el símil informático) y, siempre con arreglo a la máxima escrupulosidad jurídica, les envió un burofax con un «legal default» que, por lo que entiendo es que, si no contestaban lo contrario, quedaba claro que a ella la estaban tratando en base a un código mercantil y no como un Ser Humano, por lo que con arreglo al Derecho Natural, y como Ser Humano divino que es, clausuraba esas entidades.
La siguiente jugada fue la creación de un fideicomiso; una figura legal representativa de la Humanidad como su conjunto, mediante el cual, e invocando a la Esencia Divina de cada Ser Humano, cancelaba todas las instituciones que forman parte de esta Corporación que esclaviza a la Humanidad: el Banco de Pagos internacionales, el FMI, el Banco Mundial, el Tribunal de la Haya, la ONU, la Reserva Federal, etc. Esto fue el pasado 25 de diciembre.
Puede que esta operación os parezca metafórica o etérea, pero todos los actos legales realizados por Heather se ajustan al Derecho, de manera que, actualmente, su jugada está en vigor y, por lo tanto, se puede seguir el mismo camino para desmontar cada uno de los mecanismos del Sistema.
Es decir, y para hacéroslo más gráfico, Heather nos ha enseñado cómo desmontar la alambrada de la cárcel en la que vivimos; ahora sólo hace falta utilizar ese «código» para desencriptar el resto de la Mátrix. Se entiende, ¿verdad’
Eso es lo que han comenzado a hacer los pioneros de la Libertad Humana en países anglosajones como Australia, Estados Unidos o Gran Bretaña, con asuntos como las hipotecas, y eso es lo que vamos a empezar a hacer aquí.
De momento, es preciso traducir al castellano algunos vídeos que nos permitan comprender la jugada en profundidad y, de acuerdo, a esos fundamentos, que los abogados comiencen a trabajar en los fundamentos legales para cancelar hipotecas y, por ejemplo, los registros en los aviones.
La última batalla ha comenzado…
(Continuará)