Asesinato. La Justicia humana determinó hace mucho tiempo que matar a un ser humano era un acto condenable. Y se castiga(ba) con una dura pena. Eso sí, para que a una persona se le pudiera castigar por el asesinato de otra persona se debía probar que había matado a esa otra persona. Obviamente, todavía antes debía probarse que esa otra persona había muerto y debían encontrarse suficientes pruebas INEQUÍVOCAS sobre el acusado.
Resulta que, en España, en la resaca de la paranoia de género que culpabiliza al varón de todo lo que pasa, un señor llamado José Bretón (condecorado por la ONU en su misión en la antigua Yugoslavia) ha sido condenado por la muerte de sus propios hijos… ¡sin que se sepa, hasta la fecha, que estén muertos! El únicos indicio que le ha llevado a la condena son: que hizo una hoguera en su finca, donde aparecieron, por cierto, restos de animales y no de humanos. (Posteriormente, se desdijeron porque, obviamente, se les terminaban las pruebas y dijeron que los restos sí eran de humanos… ¡pero nunca demostraron que fueran de los niños!). Punto final. Que si su mirada, que si no mostraba dolor, que si había discutido con su ex mujer… Una persona sobre la que no se puede probar que ha matado a nadie es condenada gracias… a la Prensa. «Una consigna de bien arriba» hizo que todos los medios se enfocaran en su culpabilidad con tan tirrias pruebas. Y ahí lo tenéis: ¡al trullo!
Por estas mismas fechas un vigilante de seguridad JUDÍO, apellidado ZIMMERMAN, va a juicio por la muerte de un negro americano… y se salva porque no hay pruebas de que lo hizo «con mala intención». Destaco lo de JUDÍO porque, en uno de las más surrealistas connivencias con el mal que se recuerda de la Prensa, se ha dicho que el asesino era ¡HISPANO! Obviamente, el incuestionable dato sobre su apellido es imprescindible para entender el veredicto porque, de no ser judío, la condena hubiera sido segura. Bueno, ya está liada la guerra interracial en Estados Unidos, dispersando la atención de los cien mil casos de corrupción del Premio Nobel Obama, entre ellos, el espionaje masivo.
Todavía más surrealista fue el asesinato EL DÍA DE SAN VALENTÍN perpetrado por el atleta cyborg surafricano Oscar Pistorius (el de las piernas como zancos) sobre su mujer, al cual la prensa contribuyó a exonerar de culpa aludiendo a que la había confundido con un ladrón que había entrado a robar. Curioso: es el único caso en el mundo en el que un hombre no es condenado por el asesinato de su mujer ¡y eso que en este caso estaba perfectamente claro! ¡Cómo será la protección de Pistorius que el feminismo no puede tocarle!
¿Cómo entendemos estas diferentes varas de medir?
Resulta que a un señor se le condena en España no sólo sin una prueba que le conecte con el asesinato ¡de sus hijos! sino que ni siquiera se sabe a ciencia cierta que estén muertos, mientras que dos señores matan a sangre fría -comprobadamente- en Estados Unidos a sendas personas y los declaran inocentes… porque uno es judío y el otro es el emblema del Superhombre mitad humano/mitad máquina.
Pero si queréis llegar más lejos en la villanía de la prensa y cómo esconde la realidad para proteger su ideología, reparad en el asesinato de un padre por parte de su hijo mariquita y su «novio» en Mallorca. Sólo al final de la noticia, y «con la boca pequeña», os podréis enterar que ha sido un crimen pasional homosexual (querían quedarse con el dinero del padre de uno de ellos). Leed, leed.
Dado lo flagrante del caso, deciden esconder la realidad del asesinato para que no se cuestione la supuesta bondad intrínseca de las personas homosexualizadas.