Sin duda, es el gran misterio de nuestro Tiempo, el último que queda por revelarse, el único cuya investigación me motiva.
Haced la prueba: si alguna vez coincidís conmigo cuando alguien me pregunta por los chemtrails, los masones o los Iluminati, notaréis cómo reprimo el bostezo y, cómo, en cambio, mis seis sentidos se focalizan cuando alguien me cuenta sus historias amorosas. Ahí «hay chicha»! (que se dice en España).
[De hecho, tengo muchas ganas de hacer un programa de radio en el que la gente, es decir, vosotros, me contaríais vuestras historias amorosas, sobre todo, el del encuentro, que es el que me parece más interesante. Veremos a ver si este otoño…].
Y no soy el único. Después de la publicación de la encuesta sobre la frase de Osho, me han seguido llegando comentarios personales: curiosamente, aunque muchos se contradicen unos a otros, todos son sumamente interesantes.
El primero que voy a publicar es el de mi amigo argentino Khalil, al que conocí en Buenos Aires hace año y medio y que, para entendernos, es un «joven índigo» (20 y pocos). Tengo que decir que es una de las personas que más me ha impresionado, por su profundidad y sencillez. Sin duda alguna, le da cien mil vueltas a su paisano Matías Di Stéfano, entre otras cosas, porque, a diferencia del gurú gay, Khalil se ha atrevido a vivir el mayor misterio de esta Vida, aquello que más temor nos produce y lo que más nos atrae: el Amor entre Hombre y Mujer.
Mucha atención a lo que dice este chico.
Desde Ibiza, donde estoy pasando unas buenas aventuras junto a dos Machos Alfa, y sintiendo el «sextil astrológico» amplificado por la energía de esta isla, os envío un abrazo. Siento que estamos en un momento poderosísimo y, por ello, por unos días voy a abandonar la temática conspiranoica y voy a atender a este Gran Misterio de Nuestro Tiempo.
El tema «A la mujer hay que amarla, no comprenderla» me ha inspirado a compartir una parte de mi experiencia.
Desde niño me costó comprender las motivaciones de los seres humanos, sobre todo ciertas cosas como la atracción y el enamoramiento. Siempre me gustaron las mujeres (como modelo, o género), pero ya tenia 15 años y nunca me había enamorado de ninguna, ni tampoco conocía a ninguna que me pareciera interesante, mientras que todos mis amigos y compañeras de escuela se enamoraban de alguien nuevo cada día.
Ello me llevó a investigar y observar al máximo a las personas y particularmente a las mujeres, para poder, justamente, comprenderlas y aclarar esas dinámicas humanas que resultaban un misterio.
Desde los 12 años estudiaba la psique humana en general, pero en ese período 15-16-17 años me focalicé en comprender la psicología femenina. Me ayudó el encontrar que habían expertos que antes que yo habían intentado entender a las mujeres para poder seducirlas. Ellos practicaban lo que se conoce como «seducción científica».
En fin, no voy a entrar en detalles sobre sus características. Lo que importa no son las teorías (que compartiré muy pronto) sino la experiencia palpable de ese conocimiento.
Usando ese conocimiento del funcionamiento femenino me convertí en lo que en esos ámbitos llamaban «venusian artist», o visto de otro modo: un experto en enamorar mujeres. De todas formas no era eso lo que me motivaba, sino encontrar «la verdad» a cerca de ese asunto y saber que algún día podría vivir en armonía y amor con la mujer adecuada.
Lo más interesante comenzó inesperadamente una noche de octubre. Yo estaba conviviendo con un grupo de jóvenes que había conocido poco tiempo antes. Esa noche eramos muchos en la casa y tuvimos que compartir las camas. Yo decidí dormir con una de las chicas que era lesbiana (tenia una novia que iba regularmente a la casa), ya que quería saber lo que se sentía dormir con una mujer sabiendo que no habría nada sexual de por medio. En medio de la noche me sentí tan cómodo con ella (como con ninguna otra mujer) que la abracé por la espalda y dormimos abrazados sin que se me cruzara ninguna otra intención por la mente.
Lo curioso es que a partir de esa noche todo comenzó a cambiar. Ella comenzó a actuar de manera extraña. Después de un tiempo me dijo que no podía dejar de pensar en mí. Para no alargarla demasiado, te diré que con el tiempo se enamoró de mí y yo de ella. Ella dejó de salir con esa chica y nunca más estuvo con una mujer. Eso si, sucedió algo típico de muchas mujeres, en el momento en que todo se ponía cada vez mejor, tubo miedo a ser feliz y romper su mandato-modelo de que no debe amar de verdad a un hombre o será lastimada y perderá su «poder». De modo que encontró una excusa para distanciarnos y después de un tiempo se puso en pareja con alguien que no amaba (ella misma me lo confesó).
Tuve muchas experiencias interesantes con mujeres y en todas he comprobado que lo aprendido sobre su funcionamiento estaba en lo cierto. Algo que debo dejar en claro es que el hecho de que entienda sus patrones de comportamiento que a veces resultan frenéticos e incoherentes (he incluso puedo predecirlos) no quiere decir que esté dispuesto a admitirlos en mis relaciones. Sólo me atraen mujeres que tienen un cierto dominio de su capacidad de auto observación y análisis.
He leído por ahí el comentario de alguien que dice que la energía Yin es antagónica del Yang y que son irreconciliables sus aspectos. Esto tiene lógica en un solo nivel, pero como seres poseemos muchos niveles en los que estamos influidos por ambas polaridades. Así como un hombre sin sentimientos no es más respetable que una calculadora, una mujer sin raciocinio, auto-observación y auto-critica no es un ser humano integro, sino mas bien un desequilibrio en el arquetipo humano que está destinado a repetir programas del subconsciente implantados allí por muchos medios y dejarse llevar por una corriente de emociones y condicionamientos inestables. Sostener ese paradigma a mi criterio es extremismo mental.
Así como existen hombres que integran sus emociones e intelecto de manera armónica (sin considerarse homosexuales ni nada por el estilo), también existen mujeres que integran ambas cosas a sus vidas y eso no las vuelve menos femeninas o naturales, al contrario, relacionarnos con ellas se vuelve un placer e inspiran Amor en todos sus niveles (mas profundo y sincero). Se comprenden y se hacen comprender.
Creo que el hombre debe guiar a la mujer a la comprensión de sí misma y la mujer debe guiar al hombre al reconocimiento y aceptación de sus emociones. De ese modo el Yin y el Yang estarán en equilibrio-Amor, habiendo una parte de uno en el otro, sin que cada uno pierda su naturaleza. Tal como hacer el amor con nuestros cuerpos, solo que a todos los niveles ademas del físico.