Confieso que siempre me había caído simpático: su estilo apasionado, su talante quijotesco y su labia erudita han destacado a mis ojos a Javier Nart de entre la podredumbre intelectual que puebla la televisión española.
Sabía que había tenido su vena viajera y aventurera pero no ha sido hasta que apareció en el debate de Iker Jiménez sobre el 11-S que decidí indagar sobre su persona. Alguien me recomendó el libro que estáis viendo y allí que lo encontré en Iberlibro.
Y me he quedado atónito: tan perplejo que todavía voy por la calle y se me saltan las risas al recordar lo que he leído.
Resulta que sí, que Javier Nart, aunque abogado de profesión, ha sido corresponsal de guerra en los años setenta y ochenta en el Líbano, en Nicaragua, en el Chad, en Mozambique, en Zimbabue…: el arsenal de aventuras que ha vivido este hombre os recordarán a las del mítico Kapuscinski, con la particularidad del gracejo hispano con el que cuenta sus andanzas.
Unas andanzas que -como no se recata en relatar- estaban relacionadas con sus actividades dentro del Partido Socialista Popular (de Tierno Galván) y posteriormente del PSOE: vamos, que bajo el señuelo de periodista, en realidad hacía de enlace con socialistas de diferentes partes del mundo, conseguiendo entre otras cosas: armas de los sandinistas, dinero de Gadaffi, conectar guerrillas y mover armas de un país a otro.
En definitiva: que el hombre que contraatacaba el otro día en el debate de Iker Jiménez sobre el 11-S afirmando que «esta gente que ve conspiraciones por todos lados y siempre ve una mano negra moviendo los hilos no tiene ningún sostén intelectual» … ¡ES UN CONSPIRADOR PROFESIONAL!
Tras 187 divertidísimas páginas poniendo «de vuelta y media» a los revolucionarios de medio mundo que se comportaban como en la película «La vida de Brian» (ya sabes, todos batallando con todos), en esa página 187 escribe: «y yo que siempre me he metido donde nadie me ha llamado, andaba por aquel entonces entre las ‘conspiraciones’ y frentes de liberación que constituían la oposición en el exilio al criminal Macías«.
Silencio en la grada.
Silencio sepulcral antes de que estallen las carcajadas.
¡Este tío es un puto genio! ¡Es un crack! ¡Lo amo! ¡O sea que el otro día se reía de aquellos que ven ‘conspiraciones por todas partes’ y él admite públicamente haber estado conspirando (por lo menos) 20 años de su vida!!
¡Jajajaja!
La verdad es que el estupendo libro de Javier Nart sirve para psicoanalizar a toda una generación; los idealistas izquierdistas de la democracia que (con sinceridad) buscaban el camino para la Libertad y la Dignidad del Ser Humano (porque creo que su deseo era sincero)… al tiempo que eran utilizados por aquellos a los que, precisamente, querían combatir. Es el ya clásico problema de ir ‘a la contra de’ y no a favor de la Verdad y la Justicia: que te pueden manipular.
En varias ocasiones Nart reconoce explícitamente su ingenuidad y en otras muchas el lector avezado encontrará quién le estaba manipulando sin que él (todavía) se dé cuenta. En concreto, en los primeros capítulos explica sus correrías para llevar armas a la contra nicaragüense (él era partidario del posteriormente represaliado Edén Pastora) y comenta con sarcasmo «la inocencia de los sandinistas que dejaba al descubierto el fáx desde el que se lanzaba la información y escribía su nombre abiertamente» con lo que evidentemente la CIA se enteraba de todo.
El asunto es que cita al responsable de comunicaciones y logística QUE POSTERIORMENTE SE CONVERTIRÍA EN ACAUDALADO EMPRESARIO EN LA NICARAGUA SANDINISTA Y CUYO NOMBRE ERA Herty LEVItes. Es decir, un judío.
Y de ésas hay, «así». A poco que sepas leer entre líneas, comprenderás que, en el fondo, Nart sabe que todas esas guerras que apoyó (y de las cuales él contribuyó a desinformar porque no olvides que si él estaba en el frente de batalla era porque estaba «invitado» por uno de los bandos implicados) han sido banderas falsas, tomaduras de pelo, CONSPIRACIONES.
Por eso lo niega, claro, porque reconocerlo sería reconocer el fracaso de gran parte de su vida.
Dos apuntes más que confirman cosas que había apuntado en este blog: a la luz de lo que comenta Nart, los «reporteros de guerra» son en realidad agentes de inteligencia.
Todavía más importante: si Nart, que ha sido un Conspirador como la copa de un pino, niega la Conspiración como motor de la Historia, es muy probable que todos los que niegan la Conspiración, en realidad sean, también… Conspiradores.
Por eso lo niegan.
Dicho todo esto, el libro es divertidísimo y el tipo me sigue cayendo «bien» por su simpatía; eso sí, el señor Javier Nart ha elevado la Hipocresía a la categoría de Arte con su intervención del otro día en el programa de Iker Jiménez.
¡El Conspirador que niega las Conspiraciones! ¡Para enmarcarlo!
PD. ¡Ah! En las primeras páginas Nart dice textualmente que no se fía ni de sí mismo.
PD2. ¿De verdad te crees que un hombre que ha estado en todas esas guerras puede creerse la versión oficial del 11-S?
PD3: El libro es tan interesante que es posible que escriba más sobre la buenísima información que contiene.