General, Opinión y Noticias Externas — 17 febrero, 2014 at 5:32 pm

La herida narcisista judía: si decir la Verdad es «antisemita», ¿dónde está el Bien y el Mal?

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Todo agresor se siente víctima o, más bien, se hace la víctima.

Nacionalistas, feministas, gays… La base de cualquiera cuya base ideológica es sentirse una víctima histórica (una suerte de conspiranoia) es la repetición machacona de un agravio histórico.

Los judíos repiten la misma canción sábado tras sábado desde hace 5.000 años. Al leer la Torah, los salmos o cualquiera de sus libros sagrados, repiten la epopéyica historia de cómo Yahvé les salvó del cautiverio, ayudándoles continuamente a masacrar a sus sucesivos enemigos, que siempre les han odiado… hasta proporcionarles la Tierra entera.

Los judíos son víctimas históricas y todas y cada una de las veces que han sido expulsados de decenas de países a lo largo de la historia responden a una Conspiración contra el pueblo elegido por Yahvé, su dios particular.

Lo curioso es que, al mismo tiempo, el libro del Deuteronomio reconoce abiertamente que el judío puede hacer uso de la usura con el no judío, lo cual implica que la banca es un invento suyo, y por ende, el Poder.

Cómo pueden compatibilizar en su cerebro dos ideas antitéticas como que ellos han sido víctimas y al mismo tiempo contar con el monopolio de la banca con la que poder oprimir a todos los países donde se asientan, sólo tiene una respuesta: disonancia cognitiva.

El cerebro de un psicópata es capaz de reunir dos ideas antitéticas por medio de la creación de una burbuja narcisista; un programa autoexculpatorio que justifica el mal generado a los demás «porque yo he sufrido más».

Como digo, este mismo mecanismo mental es válido para el movimiento feminista, los terroristas de toda índole o los nacionalistas exacerbados: una supuesta deuda histórica da carta blanca a hacer el mal porque «se lo tienen merecido».

Cualquiera que se ponga a leer la Biblia intentando meterse en la psique de un judío, entenderá rápidamente cómo se generó su herida narcisista.

La Biblia es una película tan llena de sangre (alentada por Yahvé) que no es exagerado afirmar que el sádico cine de Hollywood no es más que su continuación. Hollywood y el Antiguo Testamento son prácticamente lo mismo.

(De hecho, como demuestro en La Historia Secreta de Hollywood, la industria del cine es una prolongación de los sueños y paranoias del pueblo elegido por Yahvé; reprimido y premiado al mismo tiempo).

El programa narcisista dejaría de operar si los judíos despertaran a que el mal del Planeta desaparecerá cuando el dinero sea un software libre, es decir, si hubiera para todos. Pero en ese caso, el Ser Humano conocería la Libertad, o lo que es lo mismo, conocería a Dios, y eso es lo último que desea el gran usurpador, Yahvé.

Huyendo de ese dios chantajista y malvado, los judíos han tratado de buscar otros culpables y, sucesivamente, encontraron/crearon:

1-«La guerra de clases», generada por los judíos Marx, Lenin, Rosa Luxemburgo y Trotsky entre otros. El culpable es el empresario ¡no el banquero, ojo! ¡Porque los banqueros son judíos y la revolución, por supuesto, la comandan los judíos! (Que se lo digan al pedófilo Dany el Rojo).

Berta Pappenheim fue la primera paciente de Freud (Anna O.) y la primera líder feminista
Berta Pappenheim fue la primera paciente de Freud (Anna O.) y la primera líder feminista

2-Los hombres. Un «Mal» generado por la primera paciente de Freud, la aquejada de histeria Bertha Pappenheim, más conocida por «Anna O», y las también judías Betty Friedan y Gloria Steinem. «El Patriarcado» al que aludían, en realidad, era su patriarca Abraham, controlado por el psicópata Yahvé, pero no se atrevieron a decirlo porque, evidentemente, aunque feministas, ¡primero eran judías! (Con la iglesia católica sí se meten, claro). En otras palabras, que toda la paranoia feminista contra el varón, en realidad ¡es contra Yahvé!

3-El amor entre hombre y mujer: tanto Harry Hay como Allen Ginsberg, ideólogos del movimiento gay, eran judíos, y el ignominioso zoólogo y pedófilo Alfred Kinsey era hijo de un pastor protestante. Eran pues hijos del mismo dios represor y tiránico: Yahvé. Su rebelión al hacerse homosexuales era contra el Demonio. Como toda acción «a la contra» se vuelve un acto contra sí mismo, dando la razón, paradójicamente, a su opresor.

El Amor nace de Dios: es el pegamento que une a los planetas, galaxias y también al hombre y la mujer.

Si tu dios no te ama sino que te chantajea vilmente, no vas a poder amar, porque cuando uno ama, quiere compartirlo con todo el mundo y, como hemos visto, los judíos tienen prohibido amar al resto de la Humanidad. Luego no pueden amar, obviamente (amar de verdad, me refiero), y el resto tampoco, porque como ellos son los que mandan… ¡Nos inoculan sus neurosis! ¿Lo entendéis? ¿Entendéis para qué sirve Hollywood y la TV? ¡Para inocularnos las neurosis provocadas por Yahvé!

Así pues, las perversiones sexuales nacen TODAS de la incapacidad de amar de los seguidores de Yahvé, inventándose una liberación contra un enemigo imaginario, porque no pueden admitir que su verdadero problema es la religión de sus antepasados, la religión de Yahvé, la religión del odio… y la del estafador, porque en Exodo 6, reconoce que mintió cuando se apareció a Abraham, Isaac y Jacob diciendo que era el Todopoderoso.

Curioso que ahora se hable tanto del delito del odio: ¿no habría que prohibir la religión de Yahvé, que odia a todos los seres humanos, incluidos los judíos, claro!