Forman parte del paisaje habitual de las urbes españolas; en una sociedad paralizada por el colapso del dinero-deuda, la generación del 15-M, los jóvenes educados en la corrección política, hoy día se dedican a buscar socios para las ONGs en las calles más concurridas.
Son chicos y chicas de buen corazón que, ante la desesperada situación en la que nos encontramos, deciden ayudar a cambiar el mundo -al tiempo que ganan algo de dinero- buscando socios para estas moribundas organizaciones, como UNICEF, Greenpeace, Médicos del Mundo, ACNUR o Cruz Roja que… han perdido toda su credibilidad. Ya sabéis para quien trabajan, aunque estos chicos no lo sepan, obviamente.
El caso es que hace tiempo que os dije que hablar con ellos era una buena forma de salvar la censura que este colectivo sufre y, por supuesto, un servidor, de vez en cuando, se para a hablar con ellos, sabiendo el tremendo daño que a su fe le puede ocasionar…
Generalmente les suelo contestar que soy la persona menos indicada para que me cuenten ese tipo de cosas, y que se vean el vídeo de «El dinero es deuda»; con eso es suficiente.
Os cuento mis últimas conversaciones pero repito que hay muchos días que no me apetece darles un chasco porque de verdad que me dan pena pero otros…
Me entra una guapísima jovencita trabajando para UNICEF o ACNUR, no recuerdo cuál de las dos, pero seguro que era una agencia de la ONU:
-Tú tienes cara de buena persona, tengo una cosa que contarte.
-Yo tengo otra cosa que contarte a ti: ¿sabías que las tropas de la ONU violan a niños en África?- y continué andando. La chica ya no me siguió, obviamente.
De verdad que la cara que se le quedó a la pobre me dolió en el alma pero… ya dice el refrán que «quien bien te quiere te hará llorar».
La semana pasada, que pasaba por Santa María de la Cabeza, a un paso de la estación de Atocha, me entra otra jovencita adorable, con la táctica de seducción esperable. Era de otra agencia de la ONU.
-Eres la persona que estaba esperando.
-Te aseguro que soy la persona menos indicada para que la puedas convencer. ¿Tú sabes lo que es un conspiranoico?
-Sí, me contestó (y me sorprendió mucho).
-Bueno, pues yo soy uno de los conspiranoicos más famosos. Que sepas que estás trabajando para la élite que esclaviza a la Humanidad.
-Ay, no me digas esas cosas…
-Te dije que era la persona menos indicada para ser convencida.
-Pero es que aquí estamos consiguiendo que le llegue el agua a esta aldea de Africa…
-Por cada aldea a la que ayudas, esa organización pone bombas y extiende enfermedades mediante las vacunas a mil más. Es su dinero el que ha generado esta crisis, que lo sepas.
De verdad que a uno le duele en el alma desilusionar a una criatura tan adorable pero… ya no es tiempo de más mentiras.
El pasado martes (creo), me acerco a la FNAC a ver las últimas tendencias literarias y me aborda otra chica, esta más madura (33 años, me cuenta, pero con coletitas como de colegial), de UNICEF, y con un discurso más formado.
-Mira, me dejes que te cuente…
Con la experiencia que había tenido los días anteriores, consideré ético por mi parte avisarle a lo que se exponía al intentar convencerme.
-Mira, es mejor que no intentes hablar conmigo porque si lo haces, lo más probable es que mañana mismo dejes el trabajo.
Su respuesta me dejó sorprendido, por lo que significa sociológicamente hablando.
-¿Qué te crees, que yo no sé lo de Alcásser y los niños que desaparecen? ¡Yo sé lo que es la conspiración! ¡Me meto todos los días en los foros conspiranoicos de forocoches? ¡Yo no soy ninguna imbécil a la que la manipulan!
-Ah, entonces sabrás quien es Rafapal.
-No, no sé quien es ese señor.
-Bueno, da igual: tienes que saber que las élites a las que sirves violan a niños y los sacrifican en ceremonias satánicas.
-¡Eso lo dices porque te crees que UNICEF forma parte de la ONU!
-Pues claro!
-¡No, UNICEF es un organismo autónomo!
-Mira, Laura (se llamaba así, lo ponía en su acreditación) si ni siquiera sabes que UNICEF forma parte de la ONU, entonces no sé qué sentido tiene esta conversación…
-Mira, yo sé que hay una conspiración pero hay que hacer algo y gracias a este programa, los niños de tal país africano tendrán una educación.
-Yo no quiero parches para que esta situación se eternice otros 50 años: yo quiero que se solucione ¡ya! ¡El problema es el dinero!
-No son parches, son soluciones para que haya gente que no se muera…
-Mira, Laura, yo sé que tienes buena intención y no te quiero herir ni hacer que dejes tu trabajo, pero los que están arriba de la organización para la cual trabajas, son los malos.
-Me estás tomando por tonta! ¡Tengo 33 años y estoy bien informada! ¡A mí no me manipulan! ¡Yo me informo por mí misma, no por los medios de comunicación oficiales!
-Lo siento, no quise herirte; te dije que no tenías que hablar conmigo. Lo mejor es que me vaya.
-No, no, podemos seguir discutiendo.
-No, es mejor para ti.
No os creáis que sólo hablo con jovencitas «oenegeras», los hombres que reparten panfletos de organizaciones políticas también son una excelente oportunidad para pulsar el termómetro de la calle.
El pasado domingo, en el rastro madrileño, me encuentro con un tipo que reparte publicidad del partido de Rosa Díez UPYD, vanagloriándose de la poca corrupción que tiene su partido (0 imputados).
-Hombre, macho… Si todavía no tenéis poder, que no tengáis imputados es algo «de cajón»…
-Sí gobernamos: en diez ayuntamientos.
En fin… Me leo el panfleto sobre la «dación en pago» y demás lugares comunes que forman el corpus de sus propuestas y le digo:
-Hasta que no habléis de que el dinero se crea a través de la deuda, no se llegará a la solución de ningún problema.
Viendo la cara con la que se me queda, veo que tengo que continuar por ahí.
-Me parece que no sabes que el 90% del dinero no existe y son deudas desde el momento de su creación: y que no es el gobierno, sino la banca privada, quienes tienen el privilegio de hacerlo.
Su cara atónita me indica que tengo que zanjar la conversación, con educación y respeto.
-Mira, te voy a recomendar un vídeo; «El dinero es deuda», necesitas verlo. Entenderás muchas cosas.
-Gracias.
Por último (de momento) hace un par de domingos me encuentro a un comunista de la vieja hornada repartiendo un panfleto con la sempiterna retahíla izquierdista de toda la vida. Ese día iba un poco enfadado con el mundo, así que le abordé directo al corazón.
-¿Tú sabes para quien trabajaba Carlos Marx cuando vivía en Londres?
-Se puede vivir del capitalismo pero trabajar en contra del capitalismo.
-¿Tú crees que se puede estar al servicio de un tipo como William Randolph Hearst y ser un ideólogo de una revolución cuando tu casta (su padre era rabino) son los que crean el dinero?
-Lo que importa son sus ideas no de la familia que era.
Por lo pronto que respondió a mis preguntas, deduje que, al igual que en el caso de las «oenegeras», los datos de la conspiración están en la calle sois muchos los que abordáis a estos activistas y les informáis de la Verdad.
¡Es curioso, porque antes estos activistas te daban la «tabarra» y ahora les toca ser informados y exponerse a que los transeúntes anónimos les desmonten su credo!
Seguid hablando con ellos: ¡esas conversaciones tienen un impacto! ¡Recuperemos la comunicación en la calle!