Antes de comenzar este artículo, tengo que entonar un «mea culpa» porque esta frase me pareció durante mucho tiempo una de esas tomaduras de pelo de McLuhan, el tipo que dio al Planeta otro gran meme: «la aldea global» (y al que ahora, viendo sus charlas, he redescubierto como un visionario, probablemente el pensador más actual porque su discurso incidía en nuestro gran problema: los medios de comunicación).
Como digo, cuando estudiaba la carrera de Periodismo entendía que el medio de comunicación condicionaba el mensaje pero de ahí a afirmar que «¡es el mensaje» mismo!
Hasta que, en los tiempos de Twitter, Tuenti, Badoo, Facebook, Whastapp y, sobre todo, Instagram, lo he entendido; he entendido lo que quería decir el padre de los comunicólogos.
La existencia de una nueva manera de comunicarse, genera unos comportamientos, y acaba generando unos mensajes.
Hoy día hay mucha gente que saca una fotografía y la sube al Instagram antes incluso de haber disfrutado del momento. Ya no vive la vida, Instagram la vive por ellos, son presos de Instagram.
Aunque ha remitido un poco en el último año, ha habido gente que contaba en Facebook hasta cómo había dormido y si hacía buen tiempo por su ventana. Hacían algo y lo contaban en facebook e, incluso, la contaban en Facebook mientras la vivían. Hay gente que vive para Facebook, no para sí mismos: Facebook los domina.
Sí: la soledad en la que vivimos produce estos monstruos pero… ¿qué hay del Badoo?
¿Tendré que contar la realidad del vacío espiritual más absoluto que gira en torno a la famosa red de citas sexuales?
Un ejemplo: una veinteañera compañera de piso de una amiga mía, de aspecto modoso de típica hija de papá ¡cambia de compañero de cama todos los días «gracias» al Badoo! Obviamente, la chiquilla es incapaz de tener novio y vive en la mayor alienación posible [Es sólo una de las confidencias que me han hecho recientemente sobre este submundo].
Así que tenía razón el «loco» McLuhan: «el medio es el mensaje», aunque no sé si llegaría a pensar que el «mensaje» se iba a reducir al mero coito; es decir, a la comunicación humana más animal.
Woody Allen ofreció un cameo a McLuhan en Annie Hall, mientras esperaban en la cola del cine. Recordad la escena.