Opinión y Noticias Externas — 26 julio, 2015 at 2:50 pm

Ingeniería social del conflicto identitario, en El Espía Digital

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Poco a poco, la nueva ciencia de la Ingeniería Social va inundando todos los índoles de la vida, dando explicación a conflictos antes no resueltos. Buenísimo este artículo que explica los nacionalismos y los conflictos étnicos desde el punto de vista de la Ingeniería Social.
Estos párrafos me parecen especialmente brillantes porque explican que los nacionalismos son fenómenos narcisistas.
En la mayoría de los casos, la afirmación voluntarista de sí provoca en otros una respuesta en espejo de su propia superioridad. Un mecanismo automático de reivindicación narcisista creciente se establece entonces, una competencia induciendo un ascenso a los extremos que lógicamente conduce al conflicto y al debilitamiento de las dos partes implicadas en la rivalidad. Sobre este tema, nos trasladaremos también a la teoría de juegos y a los fenómenos de escalada cismogenética [n1] estudiados por el antropólogo Gregory Bateson, de la que la carrera armamentística es una ilustración práctica.
La rivalidad mimética es la estructura general de todo conflicto propiamente humano, cuando se pasa de un conflicto alrededor de un objeto a un conflicto entre sujetos, por lo tanto a un conflicto intersubjetivo y psicológico. Lo que pienso del otro y lo que pienso que él piensa, territorio puramente mental que las ciencias cognitivas llaman “teoría de la mente”, tiene prioridad sobre la observación objetiva de los hechos. Cuando no existen razones objetivas para luchar en el presente, podemos pues dirigir razones subjetivas en el campo de las representaciones, yendo a buscarlas en el pasado para revivir recuerdos polemógenos (tal país atacó a tal otro en el siglo pasado), o en el futuro, evocando los riesgos por venir (ataque preventivo sobre la base de suposiciones), o incluso, la tercera opción, en una metafísica exaltadora que juega un papel de psicotrópico.

Las malas razones para luchar, escenificadas por un “storytelling” [cuentacuentos] polemógeno, nacen pues en un campo puramente representativo, mental, egotista, subjetivo y narcisista, vinculadas a la imagen de sí y del otro, es decir, al sentimiento de su propia identidad y la de los demás. Desafortunadamente, de este crisol original puramente psicológico todavía pueden surgir consecuencias completamente concretas y físicas. En efecto, todas las especies vivas pueden ser heridas físicamente, pero sólo una, la nuestra, puede también ser herida psicológicamente hasta el punto de entrar en un proceso concreto de venganza para restaurar la estima y la integridad de su identidad, haciendo rebosar el conflicto del campo subjetivo para llevarlo a golpear físicamente y en la realidad. Efectivamente, cuando las lesiones psicológicas e identitarias son profundas, se traducen en un sentimiento depresivo de humillación que puede empujar a “pasar al acto” físico: comportamiento de reparación, de revancha, de venganza, de vendetta, induciendo un aumento de violencia que obedece a la “ley del talión” y que hace pasar el conflicto del estado psíquico y subjetivo al estado físico y material. Hacer pasar la violencia de las palabras a los hechos es todo el trabajo de la ingeniería social.