16 años. 16 años han tenido que pasar para que la existencia de una conspiración contra la mujer que hacía, por ejemplo, que cobrara menos que el hombre por hacer el mismo trabajo, cayera en televisión.
16 años sin que un sólo periodista o analista con dos dedos de frente (o un par de cojones) se atreviera a hacer un razonamiento tan simple, tan infantil, como «¿no será que las mujeres ocupan trabajos con jornadas menores y en puestos de menos responsabilidad para compatibilizarlo con su vida familiar?». En otras palabras, que la estadística hablaba de cifras brutas, es decir, sin tener en cuenta el número de horas y el grado de responsabilidad que ocupan.
Cosa que sí hizo un servidor en el año 2012 al publicar «Ingeniería social para destruir el amor» donde, por cierto, incluía una fotografía de las declaraciones en El País del ministro de trabajo con Zapatero, Jesús Caldera, en las que aclaraba (avergonzado) esta paranoia.
Ha tenido que ser en el año 2016 y por dos mujeres, cuando el hechizo, el engaño, que habrá hecho que en su interior muchas mujeres hayan pensado que había una conspiración del hombre contra la mujer era cierto (y de resultas de ello, su inconsciente habrá generado discordias con su pareja por ello: ¡cuántos matrimonios y parejas se habrán roto por esta paranoia!).
Tan absurda como para pensar que un sistema tan vampírico como el capitalista va a pagar más a uno (el hombre), pudiendo pagar menos a la otra por hacer el mismo trabajo.
Esta paranoia prefabricada se recordará por mucho tiempo.
Por fin, se terminó. ¿Qué dirán las feministas ahora?
La Paranoia de la guerra de sexos ha comenzado a desvanecerse, y terminará por completo con la proclamación del retorno al patrón-oro. Ahí me gustará ver a todos los que han contribuido a extenderla.