En estos días estoy leyendo el libro de psicología social (que forma parte del temario de la Universidad a distancia), «El animal social», de Elliot Aronson, y, como sospechaba, me he encontrado con una gran cantidad de experimentos realizados a lo largo de las últimas décadas para averiguar el grado de influencia que la presión social puede tener sobre el individuo, su autoestima, su capacidad para someterse o no a la autoridad, su poder de persuasión, enfrentamientos entre grupos, etc. Unos experimentos que se realizan por medio de simulaciones, ganchos y actores que hacen creer al sujeto experimental que está viviendo una situación real y mediante las cuales se obtienen estadísticas sobre un montón de facetas del ser humano y su relación con el grupo.
¿A qué os suena esto?
Evidentemente, a los Reality Shows.
Como vengo diciendo desde hace tiempo, los Reality Shows son experimentos de psicología social; es decir, son los mismos experimentos de psicología social realizados desde los años sesenta pero llevados a la pequeña pantalla, bajo un pretexto artístico o sin más, como el Gran Hermano.
Después de las 100 páginas que llevo leídas, no me cabe ninguna duda de que toda esta tendencia que nace con el cambio de siglo, en Holanda, con la empresa Endevol y el primer Gran Hermano, tiene una motivación política bien clara, y es manipular la manera de ser de la gente.
¿Cómo?
A través de la identificación, que es una de las facetas más estudiadas en la psicología social, precisamente. «Tú te identificas con un perdedor, sufres: tú te identificas con un ganador, gozas. Luego aprende a ser como el ganador del Gran Hermano y ganarás».
La estructura de Éxito/Fracaso que los reality shows tienen en común, donde el voto de la gente (la presión social) decide si permaneces en el grupo o no, es una manera de condicionar al espectador que está viviendo, de manera vicaria, la misma angustia que la persona con la que se identifica en esa casa cerrada. Porque, como saben todos los psicólogos sociales, lo que más teme el ser humano es la soledad y el desprecio del grupo al que quiere pertenecer.
En otras palabras: el proceso de selección de los participantes de estos programas en base a una serie de criterios sociales, culturales y emocionales, y la segura manipulación de las propias imágenes y los comentarios en plató para que la gente acabe votando a aquel ser cuya manera de comportarse sea la que el Sistema pretende que se convierta en norma, son las claves ahora mismo para entender a ese 50% de la población que continúa votando a los corruptos. Esa gente vive en un Programa MK Ultra gobernado por los ingenieros sociales que manipulan los reality shows.
A poco que aquellas personas que seguís estos programas reflexionéis sobre los estereotipos que suelen ganar, os daréis cuenta de la idiosincrasia que el Sistema está fomentando.
Seguro.