¿Cómo sabemos que una persona es la misma que la que vimos ayer?
Porque esa persona es igual físicamente (y también en su comportamiento y habla) que la que vimos ayer. ¿Correcto? Aunque esa persona se haya cortado el pelo o se vista de otra manera, sigue siendo la misma que la que vimos ayer.
Hasta aquí, de acuerdo, ¿verdad?
Bien, pero he aquí que esa persona llamada, por ejemplo, Mariano, un día nos dice que ya no es Mariano sino que es Mariana. ¿Qué ocurre?
Por un lado nos dice que es la misma persona que ayer pero que ahora es de otro sexo («porque se siente así»), con lo que, de hecho, es otra persona, porque una característica inherente al ser humano (y al animal) es su sexo, que implica una serie de condiciones biológicas y físicas, con las que nace y muere.
Así pues, el individuo transexual dice ser el mismo pero al mismo tiempo dice ser otro diferente y, de hecho, esta es la prueba definitiva de la irresoluble contradicción: ¡se cambia de nombre por el otro sexo!
Si se cambia de nombre y de sexo, es que «es otra persona» y si es otra persona, entonces no es el mismo que antes. (Si fuera el mismo, entonces no necesitaría cambiarse de nombre).
La respuesta del transexual será decir que «él siempre fue ella»: o sea, que la Naturaleza se equivocó de «traje» y le «embutió» en uno que no le correspondía. Pero esta afirmación se encuentra con otro problema: si siempre fue otra persona, entonces ¡todos esos años precedentes no existió!
Su respuesta siguiente será decir que sí, que él estaba ahí pero encerrado en un cuerpo que no le correspondía, lo cual, obviamente, nos ha de llevar a la existencia del alma; cosa en la que no creen los precursores de esta teoría: marxistas culturales. Luego la supuesta «existencia» de los transexuales lleva a los ateos a aceptar INDEFECTIBLEMENTE la existencia del alma y una «posesión espiritual». No hay otra forma de resolver este enigma.
El que el alma y el cuerpo puedan ir cada una por su lado obvia, claramente, la existencia de la biología humana: hormonas, humores y características físicas como la voz, los órganos sexuales, los cerebros, etc. En definitiva: que niega la Ciencia, que es la religión para los ateos. Segundo disparo en el pie que se dan.
Pero es que si consideramos que sí, que ese ser ha tenido la mala suerte de nacer en un cuerpo equivocado, desembocamos en otra incoherencia todavía mayor.
Dado que el bebé no es consciente de su sexo hasta… pongamos que los tres años: ¿quién ha estado viviendo durante esos tres años si toda la biología de ese ser -previa a la noción de sexo- era la de un varón? Si su psicología identitaria sexual (por decirlo de alguna forma) nace en ese tercer año, ¿quién era el niño que ha vivido todos esos años? ¿Le han sustituido? (Porque obviamente el bebé se comporta de acuerdo a su sexo, de manera sutil pero que toda madre que ha tenido un niño y una niña sabe diferenciar).
Evidentemente, este caso es falso porque no hay ningún niño que diga que es una niña tan temprano sino que «juega a disfrazarse», con seguridad, por la mala influencia de alguno de sus padres. Pero aún dándolo por válido, el enigma continúa, ese bebé varón era varón todos esos años, luego se niega la mayor: que haya nacido así.
Problema irresoluble, que sólo se puede solventar con algo que he citado más arriba: la noción de ‘transexualidad’ es claramente la forma «moderna» de llamar a una posesión espiritual. Y no precisamente contraria a la biología: el espíritu que ha ocupado el cuerpo incorrecto es ¡el que quiere cambiarse de sexo por la sencilla razón de que la Naturaleza es lo Real!
EN CASO DE CONTRADICCIÓN ENTRE BIOLOGÍA Y CULTURA, SIEMPRE HA DE SER LA BIOLOGÍA LA QUE LLEVE LA RAZÓN, PORQUE ES LA CONDICIÓN PREVIA PARA LA EXISTENCIA DE LA VIDA. LUEGO LA CULTURA ESTÁ POR DEBAJO DE LA NATURALEZA, SIN LUGAR A DUDAS. EL ‘TRANSEXUAL’ SE EQUIVOCA, TIENE UN TRASTORNO DE PERSONALIDAD.
Hombre y Mujer — 19 abril, 2017 at 5:04 pm