Hola Rafael,
Antes de nada, me presento brevemente: soy un joven sevillano a punto
de acabar la «carrera de psicología» y asiduo lector de tu página web desde hace un
par de años aproximadamente.
Me he decidido a escribirte porque hace un par de días que me he graduado (sí, esa
ceremonia que se realiza antes de que se haya podido acabar verdaderamente los
estudios) y en este evento he asistido, una vez más, a lo que ya estoy más que
acostumbrado a ver en la facultad. El vosotros-vosotras, alumnos-alumnas, el os-as
el dichoso os-as para todos y todas.
Hasta aquí nada nuevo. Lo que me encendió esta vez fue que, de las personas que
hablaron, tanto el representante del colegio de psicólogos invitado al acto, como la
madrina de la promoción dieron un discurso con el masculino genérico, soporífero,
pero digamos que “correcto”. La vicedecana (o no sé qué cargo de la facultad), era
obvio que iba a hablar con la dichosa programación lingüística que nos están
queriendo implementar, por lo que ni me inmuté. Sin embargo, lo que no me esperaba
fue ver como los compañeros que salieron a dar el discurso, empezaron dirigiéndose a
nosotros diciendo «Hola a todas” con una amplia sonrisa.
Como seguramente sabrás, en la universidad hay muchos que reivindican que, como la
mayoría son mujeres en proporciones muy altas (unas 60 chicas y 10 chicos por
clase), pues que se tiene que hablar siempre en femenino, por que si no […] (inserta
cualquier típica excusa de machismo, discriminación, etc.). Ya sabes de qué va la
cosa.
Y es que yo entiendo que los profesores, decanos y demás urracas universitarias nos
quieran meter eso en la cabeza, ya que para algo les están pagando, pero…
sinceramente, ver como esta parejita “elegida por todos los estudiantes para dar el
discurso” salía y hacía gala de su programación mental, en frente de un auditorio
con 200 estudiantes y 800 familiares fue… vamos, morrocotudo. (Yo no los conocía
mucho, y la verdad es que no me lo esperaba, ya que no parecían de ese tipo de
estudiantes. Pobre inocente de mí. Está claro que la programación llega a todos los
que no la ven, algo así como la radiación… solo si eres consciente de ella puedes
intentar no contaminarte).
Bueno, pues añado que, para rematar la faena, de las fotos que se mostraron en
pantalla de los estudiantes de la promoción (mientras daban el discurso), la gran
mayoría tenía un punto en común: el vaso de tubo cargado de hielos, alcohol y
refresco. Genial. O sea, la imagen que esta promoción de psicología dio en su “gran
día” fue de que no saben hacer otra cosa cuando se juntan que beber alcohol. Y
encima acabaron el discurso diciendo algo así del estilo del “no nos preocupemos,
bebamos”. PUFFF.
Total, que hoy, andando por la facultad he vuelto a toparme con un cartelito que
lleva colgado ¡curiosamente! justo desde que lo del autobús de Hazte Oír se hizo
noticia (y a día de hoy, ahí sigue). El caso es que en psicología, por supuesto,
tenían que dejarle claro a sus ratitas de laboratorio, como funciona esto del
“sexo”, no fueran a preguntarse cosas a sí mismos (te adjunto una foto del cartel en
cuestión). Como puedes observar, eso no es un cartel institucional, sino que ha
sido, obviamente, hecho por estudiantes, seguramente el grupo “delegación”, que son
los tontos más útiles de toda la facultad —y también los más metidos en politiqueo
(el tipo de estudiantes que fueron a echar a Alicia Rubio hace poco de la facultad de
derecho, que está a dos pasos de la de psicología, al grito de “libertad de
expresión”).
Pues esto no es más que una pequeña muestra de lo que la facultad de Psicología de
Sevilla está enseñando de bueno a sus alumnos y de los resultados que ya está
teniendo. En fin. No sé si te será útil, porque nada de esto es nuevo para ti, pero
desgraciadamente es lo que está pasando día a día entre las paredes de la cárcel de
futuros psicolocos de Sevilla y da rabia. Así que simplemente quería compartirlo
contigo.
Saludos,