Creo sinceramente que la mayor parte de la población minusvalora la Propaganda, confundiéndola, en muchos casos, con la publicidad. Pero no, la Propaganda es mucho más. La Propaganda es capaz de conseguir lo que uno puede considerar inimaginable: odiarse a uno mismo. Es decir, su ser, su naturaleza, su historia, sus lazos fraternos, su familia.
Lo estamos viendo con la propaganda de género, que consigue que un ser humano odie haber nacido hombre o varón, y a nivel nacional, cuando seres humanos nacidos en Cataluña, con amigos, familia, una lengua en común con el resto de los españoles, acaban odiando esa parte de sí mismos, para hacerse «independentistas». Cosas de la Leyenda Negra (de creación inglesa), que llega hasta nuestros días.
Uno creía que lo había visto todo, pero en los últimos días he visto cómo el poder de la Propaganda hacía que personas que saben quién dirige ese proceso; que conocen perfectamente que es la venganza de la sinagoga de Satanás por la expulsión de sus adeptos hace 500 años, vuelven a caer en la trampa y realizan malabarismos intelectuales para justificar su apoyo a aquello que les destruye.
¿Cómo es posible? ¿Cómo es posible que una persona «despierta», que conoce los mecanismos de la Ingeniería Social, caiga una vez más en esa trampa?
La primera respuesta es que en un momento como éste se desencadenan respuestas emocionales, por tanto, irracionales, que hacen que la masa «tire» de los seres individuales -por medio de una brutal presión- hasta hacerles claudicar. En eso consiste el papel de los propagandistas, y el de los agitadores culturales, aquí representados por los terroristas culturales de la CUP, que vienen a representar al niño que consigue lo que quiere a base de montar pataletas cada vez que su egoísmo malcriado no atrae la atención de sus padres. El agitador cultural se ocupa de meter presión en la sociedad para que, al igual que con el niño llorón y manipulador, el hartazgo de su entorno acabe por claudicar y que se haga lo que él quiere.
Estos son las víctimas de la propaganda. Los que, hartos de la presión, prefieren autodestruirse (y apoyar las condiciones para una guerra) que permanecer incólumes a la presión.
¡Ojo! No estoy hablando de cuestiones alejadas ni de exageraciones.
Exactamente como os lo estoy describiendo comenzaron las guerras en Siria, Libia y Ucrania: unos agitadores esgrimen un argumento exagerado (o descontextualizado) contra un gobierno (Gadafi, Libia, Poroshenko), que genera un caos por medio de la propaganda en el que una parte de la población «pica» y ya tenemos organizada la guerra y la destrucción… de todo un país.
Avisado está todo el mundo.
Sabéis que quien esto escribe anticipó:
-La guerra de Siria con 5 años de antelación.
-El golpe de estado de Brasil con 1 año de antelación.
-La invasión de Libia con 1 año de antelación.
-La guerra en Ucrania con 6 meses de antelación.
-La guerra de Irak con 1 año de antelación.
¿Podrá esta vez más el influjo de la propaganda o el del sentido común?
Pese a todo el trabajo realizado estos años con el despertar de tantos cientos miles, ¿me montarán los propagandistas una guerra en mi propia casa?