Caminando esta tarde, me dio por pensar que la «no declaración» de independencia del catalán Puigdemont (un sí que es un no, pero que a la vez es un sí) ha encontrado la horma de su zapato en el gallego Rajoy. En España todos sabemos que el estereotipo del gallego es que «nunca sabes si van o vuelven, si suben o bajan», lo cual, en esta maquiavélica jugada de declarar la independencia pero a la vez retirarla, para que así el gobierno español se vea obligado a actuar y ser considerado «el malo», ha tenido una respuesta en toda la regla, gallega… ¿A quién si no a un gallego se le hubiera la idea de repreguntarle, en un momento de tan extrema tensión: ‘perdona, no me enterado si te has independizado o no’? ¡Es genial! Un castellano, como Aznar, expeditivo y visceral, hubiera enviado el ejército rápidamente, pero el gallego no; el gallego, con su flema, tan inglesa, se queda impávido en esta situación tan a vida o muerte y le vuelve a preguntar: ‘oye, ¿eso que has dicho era una independencia?’ Con lo cual, la pelota vuelve a estar en el tejado catalán. Independientemente (valga la redundancia) de cómo te caiga Rajoy, hay que reconocer que es una salida genial. Algo me dice que, en toda esta movida de la independencia ibérica, vamos a aprender mucho sobre la idiosincrasia de estos pueblos.
