Nueva confirmación de cosas que he venido diciendo y nueva refutación de los argumentos marxistas en el sentido de que el matrimonio hombre-mujer es un invento de la Iglesia.
El tercer volumen de la serie «Historia de la vida privada», que estoy estudiando en estos días, nos cuenta cómo la iglesia sacralizó el acto del matrimonio, que era una costumbre humana de entrega de la hija por parte del padre a su pretendiente.
Según documenta el libro Historia de la Vida Privada (volumen 3), dirigido por Philippe Ariés y Georges Duby, hasta el siglo XIII la ceremonia del matrimonio era un acuerdo entre los padres (o parientes más próximos) de ambos contrayentes, que se sellaba con la unión de las manos derechas de ambos. Hasta entonces, el cura sólo intervenía para comprobar la no consanguinidad de los contrayentes y realizaba un pequeño rezo al final.
A partir del siglo XIII, el sacerdote interpretará este acto como un compromiso, adoptando la extendida ceremonia de pasar el anillo por tres dedos, hasta que se posa en uno, como símbolo de alejamiento del demonio. A partir del siglo XIV este acto se convertirá en algo recíproco. El hombre es la parte activa; junto con el anillo entrega los obsequios acostumbrados y ofrece la carta de usufructo de la viudedad. (página 138)
Así pues, el matrimonio es una tradición humana, en el sentido de un logro de la evolución humana con el fin de salvaguardar la especie.