Ayer asistí a la presentación en Madrid del libro del exmasón francés Serge Abad, «Serví a Lucifer sin saberlo», que se convirtitó en un acto de denuncia de la perniciosa influencia de esta secta sobre la humanidad.
Presentado por el insigne historiador Alberto Bárcena, el acto tuvo un altísimo nivel, no sólo por la propia presentación de los dos ponentes, en la que hablaron expresamente de rituales satánicos dentro de la masonería (en concreto, el del grado 29 del rito escocés aceptado), sino por la calidad de las preguntas de los presentes, lo que da idea de que una de las patas centrales de la conspiración se está convirtiendo, por fin, en asunto de dominio público.
Bárcena realizó un bosquejo de la historia de la masonería y la crucial influencia que hoy día tiene en la elaboración de las leyes, mientras que Abad explicó la manera en la que se oculta al 90% de los masones (los grados «azules») lo que de verdad se esconde tras las logias. Por cierto, hizo mención del signo de «cortar el cuello» (que aparecía en el vídeo del masón chaleco amarillo) y confirmaba que es una amenaza de muerte.
Sin duda, lo más importante sucedió cuando desveló el origen de la secta, con la veneración hacia el maestro Hiram (al que comparan con Jesucristo) y, sobre todo, el hecho de que su conocimiento desciende de la serpiente, y de Caín, con lo que la filiación satánica-luciferina queda fuera de duda. El ex masón afirma sin ambages que ambas entidades son la misma y representan al demonio.
