Excelente el documental que Netflix acaba de estrenar sobre la muerte (y la vida) de Sam Cooke, con el que he aprendido unas cuantas cosas, pero que abundan en la tesis que mantengo en el libro «El Asesinato de la música». Cooke era un ídolo de masas que se había convertido en una incomodidad para el poder, pero que, además, pretendía crear un sello discográfico con el que grabar a otros artistas, e independizarse de la industria musical, cosa que se repite con los también malogrados Jimi Hendrix, Michael Jackson y Otis Redding.
El mánager judío Allen Klein, que había estafado a Cooke, quedándose con los derechos de sus canciones, y que parece que estuvo en el Motel donde falleció es la pista que el documental sigue.
PD: Allen Klein fue también mánager de Los Rolling Stones y Los Beatles. Hay que recordar que el exlíder de Los Rolling Stones, Brian Jones, también batallaba por la marca comercial cuando apareció muerto en su piscina.
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