He de reconocer que el fenómeno «Roberto Saviano» (el joven periodista que denunció a la camorra napolitana en el aclamado libro «Gomorra») me ha llegado a hartar al cabo de los años. Quizás sea por el reconocimiento masivo que yo no he tenido y el poder llegar a los medios, puede ser. Tanto he desconfiado, que he llegado a dudar, dada la cobertura que la prensa oficial le ha ofrecido, que todo no fuera un montaje para desviar la atención sobre la mafia que gobierna a la mafia, y ya sabéis todos de qué estoy hablando.
Obviamente, a pesar de esa envidia no he dejado de admirar y empatizar con el valor de este napolitano al plantar cara a los mafiosos y por eso, me puse a ver el documental de Netflix titulado «Roberto Saviano: un escritor con guardaespaldas», que me ha cautivado desde el minuto 1.
Creo que como todo español (y seguramente todo hispanoamericano), conecto con todo lo que venga de Italia. A lo largo de los años y esos viajes por estos mundos de Dios he hecho grandes (y a veces fugaces) amigos italianos; en ausencia (o incluso en presencia) de españoles, encontrar a un italiano es como reencontrarte con un primo carnal y sentirte en casa. Y en este memorable vídeo creo que he revivido el porqué conecto tan rápido con los italianos: el sentido del humor, la manera de comunicarnos, la cultura.
El documental «Roberto Saviano: un escritor protegido por guardaespaldas» tiene varias características que hacen que sus tres cuartos de hora se te pasen volando.
La primera es su cercanía: el documentalista Pierfrancesco Filiberto (Pif) es uno de esos italianos simpáticos, cercanos y entrañables al que podías haber conocido en… donde sea.
La segunda, ligada con la anterior, es el estilo de la narración, rodado con pocos medios y una realización que parece hecha con un estilo «youtuber», que hace que parezca que estás tú allí. [Luego me he enterado que el tal Pif es un presentador de televisión, así que tan «amateur» no es].
Esa cercanía hace que entremos en la vida vigilada de Saviano, que podría ser la de un amigo que se ha metido en un tremendo lío. Las referencias personales a la vida del escritor antes de escribir esa obra y la manera en la que Pif las recrea generan una empatía que hace que entres en su vida y sus anécdotas te lleguen como si fueran propias, sin caer en el sentimentalismo, como podría suceder.
Así van pasando los minutos entre la sonrisa (por la empatía y las anécdotas) y la rabia por la situación en la que vive este hombre, hasta que llega el final…
Un final, en el que a un servidor se le cayeron las lágrimas durante minutos…
En fin, esta vez no os desvelo el final. Creo que en esta jornada previa a las elecciones más importantes de la democracia española, un empacho de dignidad como éste nos puede dar fuerzas a todos para generar un cambio.