Las posibilidades de que prospere el impeachment contra Trump se van reduciendo, en primer lugar, porque los senadores republicanos se han mantenido unidos en una votación para determinar el procedimiento de la vista oral, lo que hace prever que continuarán así.
Además, las continuas mentiras de los demócratas no hacen más que quitarles la razón. Por ejemplo, el diputado Schiff ha afirmado que dio igual tiempo a los republicanos que a los demócratas en la vista en el Congreso, lo cual es falso porque impidió a los republicanos llevar testigos y las preguntas a los testigos del partido demócrata. El propio Schiff ha filtrado documentos a la prensa y, todavía peor, ha tergiversado la conversación de Trump con el presidente de Ucrania que da origen a este embrollo.
En ese orden de cosas, el asunto se está convirtiendo en una discusión de tipo constitucionalista, sobre el poder de cada uno de los tres poderes (legislativo, judicial y ejecutivo), y la legitimidad del legislativo para destituir al presidente democráticamente elegido.
La popularidad de Trump sigue por todo lo alto, después de su paso por Davos, en el que ha firmado la derrota del globalismo y la victoria del nacionalismo: para su próximo mítin hay 100.000 peticiones de entradas, cuando el aforo es sólo de 10.000
En el partido demócrata, mientras tanto, el anunciado fracaso de la destitución de Trump está abriendo paso a la renovación del partido, en el que el ala comunista pretende tomar el poder.