Decíamos que esta iba a ser la legislatura de la vergüenza ajena y no nos equivocamos. En sólo unos meses, Irene Montero está batiendo todos los récords en el doble lenguaje orweliano y, mientras apoya que a los niños se les veje en las aulas con la llamada «educación sexual» y se impida investigar porqué se prostituyen las niñas acogidas por el estado, se llena la boca, en comisión de investigación, alardeando de «defensora de los niños».
O es una loca o una psicópata, o las dos cosas al mismo tiempo.