En cinco minutos, lo ha dicho todo, no le ha faltado ni uno sólo de los argumentos, expuestos como «zascas» para terminar exigiendo un referéndum en el que los franceses puedan decidir si quieren que se destruya su cultura con esta inmigración provocada artificialmente.
El asunto es que, tras 40 años, el asunto por fin se trata en el parlamento francés.