Para no sólo leer sino estudiar la traducción de la intervención del especialista en patentes biomédicas, Doctor David Martin, en la investigación del abogado alemán, Fuelmrich.
Para que os hagáis una idea, este tipo dirige una organización que audita la calidad de las patentes en el área de la biomedicina y llevaba advirtiendo desde el año 2000 que se quería convertir un coronavirus en arma biológica.
Revela que hay 120 patentes referidas al virus del SARS, con la proteína de espiga que ataca el sistema respiratorio, pero que ninguna de ellas es original porque ese supuesto nuevo virus era igual en un 99’99% a otro que ya estaba circulando por el planeta, con lo que no se puede patentar algo que está en la naturaleza; es decir, la «liberación» de un laboratorio no cuadra. O sea: el llamado virus del SARS Cov-2 no es virus original ni novedoso, luego no hubo tal brote.
Afirma que fueron los CDC y Fauci quienes presionaron para que se aprobaran tales patentes no originales porque, en el mismo «paquete» de la patente ¡venía su detección mediante pruebas PCR! (Lo cual es clave, obviamente, para simular la existencia del virus).
La prueba más flagrante de la conspiración es que en 2003 la empresa Sequoia presentó su patente de tratamiento para el virus del SARS ¡tres días después de que se presentara la patente del propio virus, cuando todavía no se había aprobado!
Para rematar, en noviembre de 2019, un mes antes de que se declarara «el brote del SARS Cov-2» la empresa Moderna ya estaba secuenciando la proteína de espiga para su vacuna. ¡Antes de que comenzara la «pandemia»!
Como digo, este artículo es vital para entender cómo se fraguó esta conspiración porque aporta las pruebas de la conspiración.
