Energía, Espiritualidad — 18 junio, 2022 at 8:49 am

Falsa espiritualidad vegana, por el filósofo Chema

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(A cuenta del intenso debate sobre si el vegetarianismo constituye un estadio más avanzado de la Humanidad, me ha llegado este comentario de mi amigo Chema, el filósofo que, sinceramente, es difícilmente refutable).
En cierta ocasión hablando con un vegano sobre estos temas le hice algunas reflexiones que él no había tenido en cuenta.
Aprovechando que era un hombre muy espiritual, que creía en la reencarnación y en la evolución espiritual del ser humano, apoyé mis reflexiones sobre ese aspecto.

Más o menos lo que le dije fue lo siguiente.

En el Universo todo es dinámico y está en evolución constante. El Universo es información en último término. Todo es vibración. La energía y la materia solo se diferencian en eso. La energía es materia sublimada, o bien, la materia es energía condensada.
Por lo tanto, cualquier división conceptual que hagamos que implique seperación esencial entre espíritu y materia, o de materia y energía, de vida o no vida, materia orgánica e inorgánica, etc, es puro nomalismo científico para, más o menos, entendernos al hablar. Pero no son realidades instrinsicamente distintas.
No obstante, tenemos que hablar con esos términos.

Dicho esto, se supone que nosotros vivimos en el Universo material, de la tercera dimensión, que a su vez está animado por el universo mental y el universo espiritual. En realidad somos seres pluridimensionales.

Así, toda la materia, está impregnada de mente y espíritu, en diferente gradación en cuanto a la frecuencia vibratoria de los átomos y de la materia en general. Todo el universo es vibración, lo que los pitagóricos llamaban la «música de las esferas».

Los átomos, las partículas, los quantum de energía, son en último término un fragmento de la consciencia cósmica, solo que participan de ella de manera reducida, sin autoconciencia plena.

Los organismos vivos que se forman, a partir de la materia inorgánica, son estructuras físico químicas, de esa misma consciencia, que van constituyendo niveles cada vez más complejos de organización atómica, molecular y celular, según van ascendiendo en los sucesivos escalones de la evolución.

Si pudiéramos seguir la vida de un átomo de carbono, por ejemplo, desde que se formó en una estrella remota, llegó hasta el planeta Tierra, que pasó miles de ciclos saltando de la materia inorgánica a la orgánica, pasando por vegetales, y animales de todas las especies, participando en diferentes estructuras organizativas de los reinos mineral, vegetal y animal, y finalmente entrando , si le toca la lotería cósmica, a formar parte de un ser animado, inteligente, y con consciencia de si mismo, como es el ser humano. Y de esta forma, pasando por todas esas etapas de existencia es como la materia, este átomo de carbono, evoluciona según las Leyes del Universo.

Es decir, todos los elementos de la materia, especialmente los bioelementos, «evolucionan» en cada tránsito a un nivel superior de organización química, ganando en información cuántica.
El culmen de esa evolución es la participación en cuerpos humanos, en seres espirituales con autoconciencia, que poseen, en la dimensión material, el máximo nivel de información cuántica.
La consciencia humana es un reflejo de la Consciencia Divina, de la Fuente, que impregna de Sí Misma a todos los átomos del cuerpo humano que lo integran.
Para un átomo de carbono no es lo mismo que pase millones de años bajo tierra, que si tiene la oportunidad, por ejemplo, de participar en una fotosíntesis, o en la ruta metabólica del ciclo de Krebs, en un cuerpo animal, o humano. Porque la complejidad de estas estructuras organizativas, a nivel químico, implican un grado de información, de tal calibre, que transmiten consciencia superior a todos los elementos.

Digamos esto, de otra forma, haciendo un reduccionismo. Para un átomo de carbono sería un honor participar en la vida de un ser humano. Después de esto, cuando regrese a su ciclo natural de la materia inorgánica, ya no es el mismo.

Igualmente, lo dicho para la materia, en perpetua evolución, la mente, y el espíritu universal ( Dios mismo) están también evolucionando en cada proceso, y suceso cósmico en experiencia, en informacion y en «sabiduría».
Cuando una vaca come hierba, por ejemplo, para la hierba es «enriquecedor» formar parte de la vida animal, transmitiendo sus nutrientes a los herbívoros. La hierba hace así su contribución a la vida.
Los herbívoros, a su vez, llevan en su programa genético la información de que su fin, dentro de la cadena trófica, es trasmitir los nutrientes de las plantas, y las proteínas que ellos sintetizan como propias, al siguiente nivel superior, es decir, a los carnívoros. Y estos, a su vez, «saben» que todos los componentes de la materia que han constituido su cuerpo físico volverán a los ciclos de la naturaleza, una vez muerta la materia viva, y degradada. Y así se cierra el ciclo. El agua vuelve a su ciclo natural, el carbóno al suyo, el nitrógeno al suyo, etc..

Una merluza que llega al plato de un ser humano, hablando en términos estrictamente biologistas, es igual que si cae en las fauces de un tiburón. Ese es el fin (finalidad) de su existencia, para eso está programada, porque sus nutrientes, células, moléculas y átomos tienen que seguir sus ciclos propios.
Comenzarán de nuevo una nueva rueda de existencia inorgánica, orgánica, vegetal y animal.

Pero si hablamos en términos espiritualistas no es lo mismo contribuir al mantenimiento de una vida, aún no consciente, que a la vida de un ser humano con autoconsciencia e inteligencia racional formal, además de conciencia de su trascendencia y conexión con la Fuente Original.

Estos argumentos son para los espiritualistas veganos, que consideran que el hombre no pertenece a la cadena trófica, que abusa de su posición superior, y que con sus hábitos carnívoros daña la naturaleza espiritual de los seres vivos.
Más bien es todo lo contrario, les ayuda en su evolución.

Al igual que los animales domésticos que viven en granjas, o en casas, ayudan al hombre en sus tareas, ellos mismos se impregnan, en cierta medida, de naturaleza humana autoconsciente cuando comparten nuestra vida. Y aún más si nos ayudan a mantenernos vivos mediante la ingestión de sus nutrientes. Es decir, mientras los animales nos ayudan, ellos se «humanizan» con nosotros. Es una justa compensación.
Y esto, nada tiene que ver con el maltrato animal cuando se hace con arreglo a las leyes de la Naturaleza.
Y probablemente, la inteligencia que los anima e incorpora, tras su convivencia con humanos, en la siguiente vida, o siguientes, dé un salto cuántico superior y encarne en un cuerpo humano, primitivo, por ejemplo, en una tribu donde la simbiosis del hombre y la naturaleza aún sea muy estrecha. Y ese es el primer escalón de la vida consciente, la vida primitiva, donde comienza la vida humana su ascenso evolutivo.
¿Cuántos de nosotros no habremos pasado antes a formar parte de la mente colectiva de alguna especie animal?

Entiendo que son argumentos complejos, y de los cuales no hay pruebas. Tan solo la convicción intuitiva.
Pero aplico las enseñanzas de algunos maestros espirituales que así lo entienden.
Por alguna razón Jesús no fue vegano y comía el cordero pascual, no sin antes dar las gracias al Padre.
Por eso es bueno agradecer a la vida y al cielo cada comida que recibimos.

Tal vez en otro mundo las leyes de la vida sean otras y los seres vivos no puedan comer carne animal, pero, en este mundo, las Leyes son como son, y si no las ha promulgado el ser humano, tampoco puede derogarlas.
LO QUE DIOS HA UNIDO NO LO SEPARE EL HOMBRE.

Un saludo.