La crónica de la detención del poderoso neocon John Bolton, sucedida el pasado lunes, tiene su gracia.
Primero se nos explica que Bolton, que ostentó el cargo de asesor de seguridad nacional para Trump durante unos escasos meses -y, por tanto, llevó escolta oficial durante ese periodo- consiguió que Biden volviera a ponerle escolta, cuando le convenció de que primeramente Irán (había recomendado atacar este país nuclearmente) y también Trump le odiaba e iba a ir a por él. (Cosa que es cierto porque escribió varios libros contra él, después de haber trabajado en su administración).
El caso es que los agentes del Servicio Secreto interrumpieron el pasado lunes la ducha que en ese momento Bolton se estaba dando para avisarle de que se vistiera urgentemente.
Bolton salió de la ducha y preguntó qué era eso tan urgente que tenían que decirle, y el agente le contestó que tenía «malas noticias y peores». Bolton le contesta que primero las malas.
-Le han revocado las credenciales de seguridad (lo que implica que se quedaba sin escolta).
-Uff, eso significa que estaré indefenso ante mis enemigos. Si esas son las malas, ¿cuáles son las peores?
-Que está usted detenido, le contestó el agente. Ha habido un cambio de gobierno, y las cosas han cambiado.
Acto seguido, le pusieron las esposas y llevado a una celda, hasta que los militares tomaran una decisión al respecto.