Se llama Antonio Puerta, tenía un futuro prometedor como volante izquierdo en el Sevilla y en la selección española de fútbol y el pasado sábado sufrió varios infartos durante un partido de la liga española. A día de hoy, está en coma y las perpectivas de recuperación no son nada halagüeñas.
Han pasado dos días desde que sucedió y, que yo sepa, ninguna televisión ni periódico español, ha explicado a la ciudadanía cómo es posible que un deportista de 22 años sufra un infarto, una dolencia asociada a las personas con hábitos de vida insalubres (tabaquismo, estrés, sedentarismo, etc). No se les ha ocurrido llamar a ningún experto, a ningún médico… Nada.
Puerta no es el primer futbolista que sufre un infarto (que yo recuerde, he visto por la tele varios más a lo largo de estos años) ni el primer deportista de élite (ciclistas y maratonianos también lo han sufrido). Eso sí, a diferencia de estos dos deportes (atletismo y ciclismo) ni una sola boca de ningún comentarista deportivo ha osado pronunciar la fatídica palabra: DOPING.
¿Por qué?
Muy sencillo, el fútbol es el opio de las masas, la adormidera que consigue mantener bajo control a estos proletarios que viven con la hipoteca anudada como una soga al cuello… Y si se acabara… ¿Qué podría pasar?
Que yo sepa, tan sólo en Italia han salido a la luz revelaciones sobre el dopaje dentro del fútbol, y hace años, el polémico guardameta alemán, Harald Schumacher, también se fue de la lengua…
Sólo un detalle: el Sevilla FC ha maravillado al mundo con una fuerza física descomunal en los últimos años…. ¿Sería ése su secreto?
Claro que mayor secreto son los sincrónicos e intencionados incendios que asolan el mundo desde hace ya más de una década (el año pasado, Portugal; el anterior, España: éste, Grecia) y nadie, ni periodistas, ni policías, ni fiscales, realiza una hipótesis convincente que explique esta conspiración…
