Literariamente, se puede decir que la crítica cinematográfica firmada por Alejandro Alegré para El Confidencial sobre la película «Neruda» del chileno Larraín está bien escrita; utiliza bien el lenguaje y se expresa con brillantez.
El problema con esta película (y con la crítica de Alegré) es el género mismo de la misma: ¿biográfica o ficción? ¿Importa la trama de ficción o la realidad mostrada sobre la vida del poeta?
De la crítica de este caballero, se desprende que, al final, no importa si la película responde a la real personalidad y vida de Pablo Neruda.
Larraín, asimismo, muestra un interés prácticamente nulo en el talento literario de su protagonista o en los románticos pormenores del proceso creativo, y de hecho casi los desdeña: los poemas que escribió en la clandestinidad parecen materializarse de forma casual, casi descuidada. Pero, de verdad, no importa. Da igual que ‘Neruda’ nos ilumine tan poco sobre la figura histórica de Pablo Neruda porque, a cambio, resulta increíblemente ilustrativa acerca del talento, tan inclinado a la experimentación como inconfundiblemente lúdico, de Pablo Larraín.
Ahora bien, el titular del propio artículo («Neruda: un comunista de boquilla entregado al champán y los burdeles») está haciendo un juicio moral sobre el poeta ¡deduciéndose que el articulista se toma como real la película!
Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Es una ficción o una realidad?
He aquí el problema de este cine «biográfico» o «pegado a la realidad»: que la gente acaba pensando que la vida de Mark Zuckerberg, Steve Jobs o el propio Neruda ¡fue aquello que ha visto en la película!
El tremendo lío que tiene en la cabeza el crítico de El Confidencial lo ejemplifica a la perfección.