Anteayer, con mi mochila a cuestas y pantalones de pirata, me encontré con el Caballero Adrián Salbuchi en la estación de Retiro.
Su acogida fue tan entrañable que desde un primer momento me di cuenta que estaba ante un «gentelman», un caballero, en el estricto sentido de la palabra. Tiempo habrá para que vosotros mismos opinéis sobre el contenido de nuestra conversación (Nacho y Adela opinaron que por momentos fue apasionante) pero, por encima de todo, me quedo con la impresión del personaje en directo. Detrás del portentoso analista político hay un ser espiritual (¡como no podía ser menos!) interesado en el mundo esotérico y, para que os hagais una idea, ha escrito un libro sobre la visión espiritual de las óperas de Wagner. (Y-me-lo-ha-rega-la-dooo).
En fin, os cuento que hemos comenzado a mover hilos para que el Mago Parise y el Mago Salbuchi se encuentren porque, pese a las apariencias, pueden tener algunos puntos en común.
Desde Retiro, me fui con mi amiga Adela a su casa en La Plata.
La conocí hace cosa de un año y medio en el Oeste, después de que fuera seguidora de mi página durante años. Se integró en Stop secretS y se hizo grandes amigas y amigos en el ambiente conspiranoico-espiritual madrileño antes de regresar a su país, este mismo año. Ya entonces le dije que me acercaría a visitarla.
Sin duda, el que hayamos nacido en el mismo día ha sido una de esas sincronías que nos han acercado pero su propia historia personal me atrajo desde el día que la conocí. Primero de todo, porque siempre me sentí muy cercano al sufrimiento generado durante las dictaduras del cono sur. Segundo, porque encierra muchísimos mensajes y códigos a descifrar.
Hija de una pareja de montoneros, el padre de Adela, de origen judío, fue asesinado por la dictadura, cuando ella se encontraba en el vientre de su madre, por lo que nunca llegó a conocerle. Contaba 27 años.
Sincrónicamente, a esa misma edad, Adela contrajo un cáncer que logró superar, tras comprenderlo y la llevó consecutivamente al camino de la información conspiranoica y de la iluminación (es decir, el camino de la comprensión) ahora siguiendo las enseñanzas de José Luis Parise.
En la tragedia de Adela se concita todo el sinsentido del siglo XX porque su madre era nieto de un poderoso banquero y el primo más querido de su propia creadora participó en la muerte de su padre. Es decir, que todo han sido luchas intestinas, pues tanto uno como otro bando eran peronistas (de derechas e izquierdas). ¡Qué locura,verdad?
Bueno, pues el mismo día que llegué a su casa, agarré un periódico en el que la «coronación» de Cristina Kirchner era noticia principal… y el asesinato del padre de Adela figuraba en un completísimo reportaje a dos páginas. ¡Por primera vez! Están a punto de reabrir el caso y de llevar a los culpables a juicio.
Pero Adela no les guarda rencor. Ha integrado lo que pasó y qué papel tuvo en su vida,desgajando de toda esta absurda historia el profundísimo sentido de la sanación de todo su árbol genealógico que la coloca, a mis ojos, a la altura de una santa (eso sí, vacilona, mal hablada… y sensual). (Porque los verdaderos santos, a diferencia de lo que nos han contado, ni son tontos ni ñoños).
En la profundísima charla que mantuvimos en el jardín de su casa mientras compartíamos un mate, comprendí una cosa:
Mi amiga Adela se ha Iluminado. (Es decir, ha comprendido por completo el juego que es la Vida). Su comprensión, la verdad, daría para una estupenda entrevista pero mi cámara no funciona.
Me voy a Uruguay unos días y a la vuelta, acudiré al plenario de José Luis Parise. Todavía me quedan unas cuantas experiencias en el cono sur.