Lo vengo denunciando desde hace casi 20 años: la paranoia de la violencia de género nació, entre otras cosas, porque se ocultó que una buena parte de los asesinatos los cometían inmigrantes. Y, de hecho, cuando el agresor es inmigrante siguen poniendo su nombre en siglas, al contrario de cuando es español.
El periodista Iker Jiménez ha denunciado valientemente este hecho, que ha coadyuvado, por un lado, en la extensión de la delincuencia y por otro, en las posturas absurdamente favorables a la inmigración procedente de países que apoyan el terrorismo.
Por supuesto que la criminalización del varón español (en el asunto femenino) es consecuencia directa de esta censura.