Opinión y Noticias Externas — 19 marzo, 2012 at 5:34 pm

En el Día del Padre, «Carta a los últimos hombres masculinos»: Rafapal, año 2000

by
Carta a los últimos hombres masculinos:
Ha llegado el momento, hermanos. Reconozcámoslo, escasos machos
supervivientes de la especie humana, ya no servimos para nada.
Adán, padre de todas nuestras pollas, debe estar moqueando de emoción ante el
inminente fin de nuestro sexo. Lo que sufrió, el pobre papá. Toda aquella historia con
esa chavala, ésa a la que le molaban las manzanas, la que se convirtiría en mamá, que
tuvo el antojo de comerse una, mira que se lo dijo: ‘Eva, que nos expulsan del Paraíso
e …‘~con lo de puta madre que se vivía allí.., y luego el follón con los hijos, ésos que no
paraban de pelearse, en fin, todo lo que vino después… para esto. A Eva ya no le hace
falta Adán.
La división de dos sexos, la copulación de los opuestos, la acoplación del yin y
del yang, ya no es imprescindible para perpetuar nuestra especie. Señores, nuestras pollas
han dejado de ser necesarias para efectuar La Función, aquélla para la que fueron
D creadas. Nuestras pichas, esos falos que fueron honrados por hembras durante
generaciones, homenajeados por milenarias culturas en obeliscos, tótems y estatuas de
todas las civilizaciones,han dejado de ser bienes útiles para convertirse en símbolos de la
homosexualidad.
Asúmanlo, señores, a las mujeres ya no les interesan las pollas, son mandonas,
dicen, e incontrolables, sólo se empalman cuando están de buen humor, cuando les da la
~ gana, son demasiado independientes para las mujeres modernas,Y la ciencia, la ciencia
masculina, malditos sean los científicos, esos machos renegados, ha venido a ayudarlas.
Nos han colocado fuera de juego.
Una simple operación en un tubo de ensayo, una fría infiltración de semen
mercenario en la vagina de la correspondiente madre (??), basta para sustituir la caliente
y humana experiencia de un coito animal, natural, genuino, regadito por su chorrito de
esperma en vivo y en directo. Pero todavía hay más. Una serie de juegos con la tabla de
genes y el crío saldrá perfecto, con la nariz respingona, los ojos azules, metro ochenta, la
polla o el coño, lo elegido, en su sitio. Como lo oyen. Dios se ha puesto bata blanca para
trabajar en un laboratorio de ingeniería genética.
Amigos, últimos supervivientes de (casi) la mitad de la especie humana,
despídanse de esa vieja costumbre, del hombre y la mujer, de la pareja diferenciada
biológicamente. Ellas quieren tener a un igual, a una mujer con polla. Las mujeres han
decidido: quieren un hombre gay, sumiso, femenino, a quien no haya que darle nada y-lo
dé todo a cambio. Un esclavo, en fin, un castrado, un hombre al 40 o 50%. Como afirmó
nuestro congénere Jack Nicholson, “la mujer quiere castrar al hombre y transformarlo en
cordero”. Hasta aquí hemos llegado, chavalotes, porque no hay solución.
Ahora lo tienen todo, al tradicional poder que emana de nuestro más grande
anhelo, hoy añaden el dinero, ahora tienen la pasta, el parné, son autosuficientes, ya no
nos necesitan para sentirse protegidas en ningún sentido. Así que claudicad, obsoletos
machos, arriad el mástil que os hizo hombres, ofreced una erección más políticamente
correcta y con vuestra polla morcillona seguid el ritmo que os marque la gallina. Si esta
solución os parece humillante, no lo dudéis, cambiad de acera, follaréis mucho más. Y no
sólo eso, probablemente nuestros hermanastros mariquitas harán mucho más por
vosotros que ninguna fémina resentida por deudas históricas: la “familia gay” funciona
como una máquina engrasada a base de mantequilla y las puertas de los trabajos más
divertidos, del cine, la moda, la danza, la televisión y el arte se os abrirán de par en par.
Termino, machotes: todo condenado tiene derecho a un último deseo.Tra

Tras la avalancha de anuncios que siguen el magisterio del «Mundo Feliz» de Aldous Huxley, despreciando la condición masculina y tirándola, prácticamente a la basura, he decidido recuperar este «adiós a la virilidad» que escribí en el año 2000 para la revista Sonotone. De su lectura comprenderéis que ya en aquel año me di cuenta de los planes Iluminati para la Humanidad (aunque conocería ese nombre dos años después). Al releerlo, encuentro que es hoy cuando se puede entender de verdad su mensaje. De pasó, podréis entender el Bestial Acojone que me entró entonces y lo sólo que me sentí sabiendo que era uno de los poquísimos en darse cuenta de los planes del Poder. Ahora somos más, pero siguen siendo pocos los que se atreven a superar el miedo a la policía del pensamiento y decir la Verdad.

PD: La palabra «polla» en argot español significa «pene».

PD 2: Evidentemente, releí  «Un mundo feliz» poco tiempo antes de escribir este artículo.

Carta a los últimos hombres masculinos:

Ha llegado el momento, hermanos. Reconozcámoslo, escasos machos supervivientes de la especie humana: ya no servimos para nada.

Adán, padre de todas nuestras pollas, debe estar moqueando de emoción ante el inminente fin de nuestro sexo. Lo que sufrió, el pobre papá. Toda aquella historia con esa chavala, ésa a la que le molaban las manzanas, la que se convirtiría en mamá, que tuvo el antojo de comerse una, mira que se lo dijo: ‘Eva, que nos expulsan del Paraíso’, con lo de puta madre que se vivía allí.., y luego el follón con los hijos, ésos que no paraban de pelearse, en fin, todo lo que vino después… para esto. A Eva ya no le hace falta Adán.

La división de dos sexos, la copulación de los opuestos, la acoplación del yin y del yang, ya no es imprescindible para perpetuar nuestra especie. Señores, nuestras pollas han dejado de ser necesarias para efectuar La Función, aquélla para la que fueron creadas. Nuestras pichas, esos falos que fueron honrados por hembras durante generaciones, homenajeados por milenarias culturas en obeliscos, tótems y estatuas de todas las civilizaciones,han dejado de ser bienes útiles para convertirse en símbolos de la homosexualidad.

Asúmanlo, señores: a las mujeres ya no les interesan las pollas, son mandonas, dicen, e incontrolables, sólo se empalman cuando están de buen humor, cuando les da la gana, son demasiado independientes para las mujeres modernas,Y la ciencia, la ciencia masculina, malditos sean los científicos, esos machos renegados, ha venido a ayudarlas.

Nos han colocado fuera de juego.

Una simple operación en un tubo de ensayo, una fría infiltración de semen mercenario en la vagina de la correspondiente madre (??), basta para sustituir la caliente y humana experiencia de un coito animal, natural, genuino, regadito por su chorrito de esperma en vivo y en directo. Pero todavía hay más. Una serie de juegos con la tabla de genes y el crío saldrá perfecto, con la nariz respingona, los ojos azules, metro ochenta, la polla o el coño, lo elegido, en su sitio. Como lo oyen. Dios se ha puesto bata blanca para trabajar en un laboratorio de ingeniería genética.

Amigos, últimos supervivientes de (casi) la mitad de la especie humana, despídanse de esa vieja costumbre, del hombre y la mujer, de la pareja diferenciada biológicamente. Ellas quieren tener a un igual; a una mujer con polla. Las mujeres han decidido: quieren un hombre gay, sumiso, femenino, a quien no haya que darle nada y lo dé todo a cambio. Un esclavo, en fin, un castrado, un hombre al 40 o 50%. Como afirmó nuestro congénere Jack Nicholson, “la mujer quiere castrar al hombre y transformarlo en cordero”. Hasta aquí hemos llegado, chavalotes, porque no hay solución.

Ahora lo tienen todo, al tradicional poder que emana de nuestro más grande anhelo, hoy añaden el dinero, ahora tienen la pasta, el parné, son autosuficientes, ya no nos necesitan para sentirse protegidas en ningún sentido. Así que claudicad, obsoletos machos, arriad el mástil que os hizo hombres, ofreced una erección más políticamente correcta y con vuestra polla morcillona seguid el ritmo que os marque la gallina. Si esta solución os parece humillante, no lo dudéis, cambiad de acera, follaréis mucho más. Y no sólo eso, probablemente nuestros hermanastros mariquitas harán mucho más por vosotros que ninguna fémina resentida por deudas históricas: la “familia gay” funciona como una máquina engrasada a base de mantequilla y las puertas de los trabajos más divertidos, del cine, la moda, la danza, la televisión y el arte se os abrirán de par en par.

Termino, machotes: todo condenado tiene derecho a un último deseo.

Antes de dar el importante paso de abrir vuestros anos a otra dimensión de la que muy probablemente nunca regreséis, permitíos un último gustazo. Echad una lagrimita cuando observéis evolucionar en la pantalla al viril Humprey Bogart, sentid nostalgia cuando Errol Flyn se bata con su espada por la libertad de su princesa, mirad a Elvis humedecer millones de braguitas mientras menea su nabo, admirad a Brando volviendo loca de deseo a la del tranvía, recordad al Romeo con su Julieta y, por qué no, descojonaos viendo cómo Tony Leblanc seduce a las chicas de la Cruz Roja.

Sufrid por los últimos linces, los últimos tigres de Bengala, hermanos al fin y al cabo, y rezad, rezad por que algún compasivo zoólogo logre reproducirnos en cautividad, cual osos pandas, y ahí, en la oscuridad de una pequeña pero confortable celda, un reducido grupo de machos pueda reclamar su derecho a vivir dignamente, en compañía de su pene, su vello corporal, su nuez y sus ademanes viriles, esas cosas tan naturales y, al mismo tiempo, tan infravaloradas. Algún día, quién sabe, puede que las celdas se abran y los hombres volvamos a sentirnos contentos con nuestros penes.

Recordad El Planeta de los Simios, hermanos. Un día, volveremos a ser libres.