Hay algunos derrotistas (es decir, aquellos que piensan que esto no tiene solución) que van contando por ahí que no vale la pena ir a votar, porque todo ya está prefigurado con su fraude perfectamente preparado.
Lo primero que hay que decir es que un derrotista no tiene autoridad moral para proponer nada, por la sencilla razón de que ya da por supuesto que todo está perdido.
Lo segundo que hay que decir es que, por primera vez en toda la historia de la democracia, se ha levantado un espíritu de vigilancia del proceso electoral que tiene prácticamente acorralados a los falsificadores, de manera que si lo volvieran a hacer es muy probable que fueran detectados. Con lo que, además, si las votaciones de este segundo proceso en un mes no correspondieran con el primero, el fraude del 28 de abril quedaría demostrado.
Independientemente de todas estas consideraciones y de que uno confíe o no en Vox, estas elecciones pueden servir para detener la perversión de los niños en los colegios que, por fin, ha sido denunciado por un político en los medios de comunicación: Rocío Monasterio de Vox. Dentro de un tiempo, todo aquel que no movió un dedo por detener esta locura, ahora que podemos, se avergonzará de su pasividad.
Aunque sólo sea por ellos, ¿no estás dispuesto a mover el culo del sillón el próximo domingo?